Kaliningrado (Rusia), 15 abr (dpa) – Los primeros invitados disfrutan del sol primaveral junto a la catedral de la antigua ciudad prusiana de Königsberg, actualmente Kaliningrado y parte de Rusia.
Las obras de construcción del paseo costanero de la isla de Kant, delimitada por el río Pregel, están en pleno apogeo. Las obras deberían estar terminadas para el verano europeo.
Con motivo del 300 aniversario del nacimiento del célebre filósofo Immanuel Kant, «intentamos que la isla sea lo más cómoda posible para la gente», explica el director del Museo Kant, Grigori Juziyev. El museo se reabrirá a tiempo para las celebraciones del 22 de abril, con un concierto en la catedral.
La tumba de Kant adorna la pared trasera de la catedral, que sigue siendo un símbolo de la ciudad.
La iglesia, que data del periodo gótico, es el único edificio histórico significativo que ha sobrevivido a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y a la posterior oleada de demoliciones durante la era soviética en el centro histórico de la antigua Königsberg.
«Los dirigentes soviéticos ha intentado destruir lo máximo posible los objetos del, como ellos llamaban, militarismo prusiano, pero la tumba de Kant salvó los muros de la catedral», señal Juziyev.
El director del museo explica que como los comunistas consideraban al erudito un precursor del marxismo-leninismo, no tocaron la iglesia.
Kant (1724-1804) fue el filósofo alemán más reconocido de la Ilustración. Un efecto secundario de esta popularidad es que sus escritos son utilizados por muchos movimientos políticos para justificar su propia ideología.
El presidente ruso, Vladímir Putin, por ejemplo, nombró recientemente a Kant como uno de sus pensadores favoritos. Merece la pena leer a Kant y tratar de entenderlo, dijo Putin durante una conversación con las familias de los militares rusos muertos en Ucrania.
Es dudoso que al filósofo de la Ilustración le hubiera gustado la interpretación que hizo Putin de su llamamiento: «Tened el valor de servirte de tu propia razón».
El líder del Kremlin utilizó la frase para justificar la guerra que ordenó contra Ucrania. Para Rusia, utilizar su propia razón significa guiarse por sus intereses nacionales. «Estamos tratando de hacerlo», dijo Putin.
«Ningún Estado debe interferir violentamente en la Constitución y el Gobierno de otro Estado», escribió Kant en 1795 en una de sus obras más famosas, «Sobre la paz perpetua», que dejó su impronta en el derecho internacional, por ejemplo en la formulación de la Carta de las Naciones Unidas.
El filósofo alemán también consideraba que el republicanismo, es decir, una sociedad libremente organizada, era la mejor protección contra el estallido de guerras en un futuro. Esta fue una de las razones por las que tuvo que temer problemas con la censura prusiana a la hora de publicar su obra.
En el momento de su publicación, Kant ya era un hombre conocido. Su «Crítica de la razón pura», publicada dos décadas antes y considerada una revolución del pensamiento, también le proporcionó cierta protección frente a la censura.
Tras culminar sus estudios, primero se ganó la vida como profesor particular, incluso durante varios años con un pastor en la pequeña aldea de Judtschen, hoy Veselovka, a unos 100 kilómetros de Kaliningrado. La sucursal instalada allí por el Museo Kant en 2018 en la antigua casa del pastor es un recuerdo de la época y del filósofo.
Kant obtuvo un cargo como profesor universitario de Lógica y Metafísica en 1770, a los 46 años. Antes enseñó durante mucho tiempo como profesor particular de lógica, metafísica, filosofía moral, teología, matemáticas, física, geografía, antropología, educación y derecho natural.
La incertidumbre financiera durante su juventud habría sido uno de los factores por los que Kant nunca contrajo matrimonio, estima Valentin Balanovski, investigador de la Facultad de Filosofía de la Universidad Kant de Kaliningrado.
Balanowski se muestra especialmente entusiasmado con la epistemología de Kant, pero también con sus textos sobre ética. El concepto de dignidad humana formulado por Kant fue incluido en la Constitución alemana.
Por André Ballin (dpa)