La última película de ciencia ficción que se estrena en nuestras salas comerciales ha sido realizada por el noruego Morten Tyldum, y se trata de su primera incursión en este jugoso género narrativo.Si uno dedica algo de tiempo a repasar la filmografía de este director en busca de sus señas de identidad, es decir, de sus rasgos como cineasta o, al menos, de sus intereses a la hora de escoger un proyecto o una historia que contar a sus ávidos congéneres, es muy probable que se sienta un tanto decepcionado. Tyldum, que cosechó éxitos de taquilla en su país antes de marcharse a Hollywood gracias a ello y, suponemos, a que estudió en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York, se inició en el largometraje con la comedia dramática Buddy (2003). Tardó cinco años en presentar el siguiente, Fallen Angels (2008), un thriller de asesinatos en serie correctito si bien algo descompensado y titubeante, y como le siguió esa otra intriga criminal bastante superior que es Headhunters (2011), en la que ya podemos ver un mayor dominio de sus recursos, nos daría por pensar que este tipo de cine es el que le llama.
Sin embargo, luego filmó la interesante y necesaria The Imitation Game (2013), coproducción angloestadounidense ganadora de un Oscar con la que dio el salto internacional, otro thriller pero no sobre criminales, y puesto que luego se ha lanzado sobre la aventura espacial Passengers (2016), uno estaría tentado de pensar que ese interés por la intriga era algo pasajero y no definitorio. Pero hay que tener en cuenta que hacerse un hueco en Hollywood, tanto para realizadores anglosajones como para los que en principio son ajenos a su industria, implica muchas veces aceptar las propuestas mínimamente decentes que les abordan o incluso pujar por ellas, aunque no les seduzcan en lo más íntimo.
Por el contrario, se entiende que al guionista del filme sí le tira de entrada la fantasía y a la ciencia ficción: el neoyorkino Jon Spaihts es también coautor de los libretos de la apedreada The Darkest Hour (Chris Gorak, 2011), de la discutible y muy odiada Prometheus (Ridley Scott, 2012), de la entretenida Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016) y de la próxima The Mummy (Alex Kurtzman, 2017). En cualquier caso, escoger a un guionista con cierta experiencia en estos géneros puede considerarse una decisión inteligente para un director novato en lo que respecta al mismo.La sinopsis de Passengers se nos plantea de lo más prometedora: en un transbordador espacial donde viajan miles de seres humanos en estado de hibernación inducida hacia una colonia lejana hay quien se despierta accidentalmente décadas antes de tiempo, poniendo en funcionamiento la maquinaria de un peligroso embrollo que no toma los caminos que sería de esperar. La primera mitad de la película transcurre de modo satisfactorio, con buen pulso por gentileza de Tyldum, deleitándonos con virguerías tecnológicas de un futuro en el que nos encantaría vivir para verlo y, además, planteando un dilema moral que ofrece múltiples y afiladas posibilidades.
Por desgracia, parece que tanto Spaihts como el director no desean aprovecharlas o no tienen lo que hay que tener para llevarlo a cabo con destreza, sea ingenio o la suficiente profundidad de análisis de las oscuridades y grandezas del espíritu humano, que tan útiles, pertinentes y suculentos pueden resultar en todo filme futurista o en el que la supervivencia de sus seres de ficción está en juego, como en este caso. Así que tiran tan apetitosas opciones por la borda, o por alguna exclusa del transbordador al frío espacio inconmensurable, y en cierto momento del segundo tramo, el espectador advierte de que no existe ninguna voluntad de ir más allá de la trama amorosa, sacudida y encauzada por los apuros en la nave gigantesca.
Y, por si esto fuera poco, la frase promocional de los carteles y el tráiler acerca de que «hay un motivo por el que despertaron antes» supone una tomadura de pelo monumental, y nuestras esperanzas se ven defraudadas. Al menos en parte pero, precisamente por esa razón, esto entraña un engaño deliberado: hace pensar al público lo que no es, y reconociendo la amplitud de miras de la ficción científica y la imaginación desaforada que puede desatar en cuanto a posibilidades, este hecho produce una irritación significativa en aquellos con la deferencia de sentarse a ver Passengers.
Pero también debemos dejar claro que no cumplir con las expectativas impropias ni ser capaces de entregar un producto de mayor trascendencia no significa, necesariamente, que se trate de un filme fallido o desastroso y, en rigor, no es ninguna de las dos cosas: en primer lugar, porque sus responsables no han pretendido elaborar nada complejo ni lo han insinuado nunca, y lo que finalmente contemplamos no traiciona sus propósitos; y en segundo lugar, porque se deja ver como la película pequeña y distraída que es, con algunas imágenes bellísimas propiciadas por el entorno fascinante y ciertas escenas que se sirven de los elementos tecnológicos y las características ambientales para buscar asombrarnos un poco.
Chris Pratt y Jennifer Lawrence se defienden bien como sus respectivos y no muy interesante Jim Preston y Aurora Lane, Michael Sheen (Masters of Sex) está tan impecable como de costumbre como el robótico Arthur, Laurence Fishburne se nos antoja que está por estar como Gus Mancuso y, desde luego, lo de Andy García como el capitán Norris es por completo incomprensible. Por otro lado, Rodrigo Prieto realiza un gran trabajo con la fotografía del filme, adecuándola al contexto espacial, y al compositor Thomas Newman le hemos visto en mejor forma en otras ocasiones.
7Passengers se nos revela, en última instancia, como una pasable película de ciencia ficción, con romance preponderante incluido, que pierde la oportunidad de ser algo de mayor envergadura dramática porque en ningún momento ha querido serlo. Visible, amena y poco más.- El buen pulso de Morten Tyldum como director. – Las virguerías tecnológicas de un futuro en el que nos encantaría vivir para verlo. – Algunas imágenes bellísimas propiciadas por el entorno fascinante. – El impecable Michael Sheen como el robótico Arthur. – El gran trabajo de fotografía de Rodrigo Prieto.- Que no se aprovechan las las múltiples y afiladas posibilidades de su dilema moral. – Que no existe ninguna voluntad de ir más allá de la trama amorosa. – Que la frase promocional es una tomadura de pelo monumental. – Que lo de Andy García como el capitán Norris es por completo incomprensible. – Que al compositor Thomas Newman le hemos visto en mejor forma en otras ocasiones.
El presente comunicado fue publicado por hipertextual.com