Madrid, 8 nov (dpa) – Daniel Brühl y Emma Watson aterrizan este viernes en la cartelera española con «Colonia», un thriller con tintes románticos e inspirado en hechos reales que retrata cómo era la vida en el asentamiento religioso chileno Colonia Dignidad, convertido en centro de tortura durante la dictadura de Augusto Pinochet.
El protagonista de «Goodbye Lenin!» se mete en la piel de Daniel, un fotorreportero alemán que, en el convulso Chile del golpe de Estado de 1973, es detenido por la Policía secreta y trasladado a un siniestro lugar donde es brutalmente torturado. Mientras, en Santiago, su novia Lena -una azafata a la que da vida Emma Watson- descubre que se encuentra en una comunidad religiosa mucho más al sur donde, una vez que entras, es imposible salir.
En entrevista con dpa, el director alemán Florian Gallenberger cuenta que tenía nueve años cuando en el colegio escuchó por primera vez hablar de Colonia Dignidad. La profesora les mostró un documental que lo dejó «profundamente conmocionado». Casi tres décadas después, volvió a toparse con el tema y le sorprendió que aquel lugar siguiera existiendo. Recordó cómo se había sentido de niño al conocer los abusos que se cometieron allí, empezó a investigar y decidió viajar a Chile.
«Estar allí, conocer a la gente, fue la piedra angular en el proceso de entender este fenómeno», explica el ganador de un Oscar por el cortometraje «Quiero ser», sobre dos huérfanos en Ciudad de México. Durante cinco años realizó varias visitas a Colonia Dignidad gracias a la ayuda de un psicólogo que trabajaba con algunos miembros de la secta. Y uno de ellos, un hombre joven más o menos de su edad con el que congenió, se mostró sorprendentemente entusiasmado cuando le contó que su idea era hacer una película.
«Hay distintos grupos de víctimas: las políticas y los que hoy tienen unos 40 años que nacieron allí y de los que abusaron de pequeños», cuenta el cineasta. El líder de la secta, el alemán Paul Schäfer, «desapareció cuando eran adolescentes y comenzó una cierta apertura, pero les habían robado su niñez», añade. «No tienen la fuerza para levantarse y enfrentarse a la generación de sus padres. Por eso quieren que se cuente la historia, para ellos es una especie de liberación. La generación mayor odia la película, tienen claro que voy directo al infierno».
Schäfer fundó Colonia Dignidad en 1961. La imagen de recogimiento que proyectaba la comunidad religiosa, donde hombres y mujeres vivían separados dedicándose a cultivar su fe y realizar tareas en el campo, pronto se vio ensombrecida por denuncias de abusos sexuales cometidas por Schäfer contra los niños de la colonia, que no obstante fueron ignoradas. La situación ni siquiera cambió con la llegada de la democracia, en 1990, y Schäfer no fue detenido hasta 2005, en Argentina. Ahora, la ex colonia se llama Villa Baviera.
En el filme, Watson se erige como heroína en su primer papel protagonista como mujer adulta. «Encaja muy bien con ella, como embajadora de ONU Mujeres, que su personaje sea quien vaya a rescatar a su novio, y no al revés», apunta el cineasta. Y es que lo que arranca como una historia de amor entre Watson y Brühl se convierte en un thriller político que muestra cómo, además de otros abusos, la colonia era utilizada como centro de reclusión y tortura de muchos «desaparecidos» por el régimen de Pinochet.
Gallenberger siempre tuvo claro que con «Colonia» quería llegar a un público lo más amplio posible, especialmente a esos jóvenes «a quienes no les interesa Pinochet, ni lo que ocurría en Chile entonces, ni Colonia Dignidad, y que jamás habrían ido a ver esta película». Por eso, pese a que el filme no tuvo críticas demasiado buenas a su paso por el Festival de Toronto el año pasado, él se defiende alegando que el entretenimiento no está reñido con narrar una historia real que deje poso. «Si hubiera hecho un drama, nadie la habría visto».
Por Elena Box