Carreño, como gran parte de Asturias, guarda una profunda relación con la emigración. Durante décadas, muchos vecinos dejaron atrás el concejo para buscar oportunidades en América, Europa o en grandes ciudades españolas. Aunque marcharon lejos, mantuvieron un vínculo firme con su tierra de origen, que hoy sigue siendo visible en la memoria colectiva y en las historias familiares.

Las cartas que llegaban de ultramar eran esperadas con ansias en Candás y en las parroquias rurales. En ellas se contaban las dificultades de empezar de nuevo en lugares desconocidos, pero también los logros alcanzados. Muchas familias pudieron mejorar su vida gracias al esfuerzo de esos emigrantes que no olvidaron a los suyos.
En América, países como Cuba, México o Argentina fueron destino habitual. Allí se formaron centros asturianos que funcionaron como puntos de encuentro y apoyo mutuo. En Europa, la emigración hacia Suiza, Alemania o Bélgica marcó otra etapa en la que Carreño estuvo representado por trabajadores que llevaron consigo sus costumbres y tradiciones.
A día de hoy, esos lazos siguen vivos. Las fiestas locales reciben cada verano a descendientes de emigrantes que viajan para reencontrarse con las raíces familiares. El intercambio cultural se percibe también en la gastronomía, en la música y en la forma de entender la vida, con influencias de aquellos países que un día fueron destino de quienes partieron.
Recordar la emigración es hablar de esfuerzo, nostalgia y orgullo. Carreño mantiene un puente invisible con el mundo, tejido por generaciones que, aun viviendo lejos, siempre llevaron en el corazón el nombre de su tierra.