La caída del Imperio romano a menudo se atribuye a las hordas de hunos bárbaros que invadieron los territorios. Este pueblo nómada de pastores y cazadores, procedentes probablemente de Asia, fue liderado por Atila, el mayor enemigo de los romanos hasta su muerte en el año 453 después de Cristo.
Según los historiadores, las incursiones de los hunos en las provincias romanas colindantes con el río Danubio durante el siglo V después de Cristo permitieron que las tribus nómadas invadieran el Imperio. La desestabilización que provocó pudo contribuir al colapso del poder romano en Occidente.
Aunque se conservan pocos registros escritos por los hunos, los relatos romanos hablan de ellos: los hunos solo trajeron terror, violencia y destrucción. Sin embargo, hasta ahora no había evidencias de cómo los dos pueblos se relacionaron.
Una investigación, liderada por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), ha analizado los restos humanos de varios cementerios de la región fronteriza romana de Pannonia (la actual Hungría), y revela por primera vez cómo la gente común experimentó la llegada de los hunos.
¿Enfrentamientos o convivencia?
Los científicos realizaron análisis bioquímicos de esmalte dental, dentina y colágeno óseo para comprobar qué comían y cómo se movían estos individuos. Compararon los datos con yacimientos en el centro de Alemania, donde vivieron agricultores, y con otras localizaciones de Siberia y Mongolia, lugar de procedencia de los pastores nómadas.
Los datos muestran que entre hunos y romanos no solo hubo violencia
Los resultados, publicados ahora en la revista PLoS ONE, demuestran que algunos campesinos que vivían en la frontera del Imperio con el tiempo abandonaron sus casas para convertirse en pastores nómadas al estilo de los hunos y, en consecuencia, posiblemente lucharon con estas tribus.
Además, según indican otros restos hallados en estas tumbas, algunos hunos cambiaron su dieta porque descubrieron la agricultura y se asentaron. La dieta de los agricultores consistía básicamente en trigo, vegetales y legumbres, contenía muy poca carne y prácticamente no tenía pescado. En el caso de los hunos, su dieta era alta en proteína animal y consumían grandes cantidades de mijo.
Según Susanne Hakenbeck, autora principal e investigadora en el departamento de Arqueología de la universidad británica, la tribu de nómadas trajo un estilo de vida que cautivó a los agricultores del área, de los que también aprendieron y entre los que se establecieron. Así se justificaría la contante infiltración por parte de los hunos en el Imperio romano.
Los datos muestran así que entre hunos y romanos no solo hubo violencia, y que no todo fue agitación con tratados que se forjaban y rompían entre los dos imperios en esa época. “El estudio parece mostrar algún grado de cooperación y convivencia con las personas que vivían en la zona fronteriza. Lejos de ser un choque de culturas, la alternancia de estilos de vida pudo haber sido una póliza de seguro en tiempos políticos inestables», destaca la investigadora.
De hecho, muchos individuos cambiaron de un estilo de vida a otro en ambas direcciones a lo largo de toda su vida. “Este intercambio de estrategias de subsistencia es prueba de un modo de vida que no vemos en ningún otro lugar de Europa en ese momento”, concluye Hakenbeck.
SINC