Toda novela de ciencia ficción que se precie contiene una serie de elementos que la complementan y la hacen atractiva. Jacinto Aran presenta una pieza breve y a la vez entretenida para los amantes del género: La última daga, en la que el lector se encontrará con una historia que arranca de una manera sencilla, en apariencia, pero que inesperadamente va tomando forma y adquiriendo otros matices que la potencian y que logran que el lector quede inmerso en una narrativa en donde se mezcla muy bien el suspense, la acción y el amor.
Se trata de la historia de Kate, joven profesora de Historia en una universidad londinense quien, debido a la noticia de la enfermedad de su hermana —un cáncer—, decide viajar a New York para visitarla. Ahí, en ese viaje trasatlántico, ocurrirá un incidente que hará que la vida de Kate se transforme por completo y de manera irreversible. A causa de fuertes turbulencias, el avión sufre un accidente, pero Kate no muere. Alguien la ha rescatado. Despierta en un sitio desconocido, celosamente custodiada y cuidada por un hombre llamado Atos.
A partir de ahí, Jacinto Aran introduce al lector en un nuevo mundo, en una realidad paralela situada en Bermun, una isla situada en el Triángulo de las Bermudas, donde habita una comunidad de seres genéticamente avanzada, una sociedad secreta: los ‘krakens’. De pronto Kate, quien llevaba una vida anodina en Londres, se convierte en un eslabón fundamental para la supervivencia de la sociedad: se enamora de Atos y fecunda un hijo: Andy, quien, sin saberlo, es el mismísimo nuevo ‘amir’, es decir, el elegido para salvar y guiar a los krakens. Se trata pues de una revisión del mito del héroe: el sacrificio de Kate (permanecer en esa realidad y luego permanecer encarcelada) se prolonga hacia Andy, quien consigue librar una serie de obstáculos y llevar a cabo la misión que heredó de sus padres.
Con un lenguaje sencillo y directo, perfectamente asimilable para un público adulto como para un público joven, Jacinto Aran construye una trama ágil en la que destacan los saltos en el espacio como recurso narrativo para ir desarrollando y solucionando de manera progresiva los conflictos centrales de la novela. En ese sentido, La última daga ofrece una lectura amena, un conjunto de desplazamientos y de hallazgos, en donde el recorrido de los protagonistas se acopla al recorrido del lector. De eso se trata toda buena aventura: de querer vivirla, de querer tomar también decisiones y de correr los mismos riesgos; en fin, de que lector se sienta identificado a nivel emocional, de sentir que sus acciones son más valiosas de lo que se imagina. Es esto lo que provoca Andy, el héroe adolescente de esta novela, y lo que en esencia transmite su historia y la de quienes lo rodean.