En Carreño y en otras localidades del Principado de Asturias, es habitual que aparezcan referencias a proyectos anunciados por distintas administraciones e incluso por medios de comunicación.

Estas «noticias» suelen generar interés y expectativas entre la ciudadanía, pero también pueden dar lugar a malentendidos. No siempre se distingue con claridad entre lo que es una actuación planificada y lo que ya se está llevando a cabo. Para entender mejor estas diferencias, es importante explicar qué es exactamente un proyecto, qué pasos se siguen hasta que una obra comienza y qué cambia cuando esa actuación pasa de la planificación a la ejecución material.
Qué significa realmente que exista un proyecto
Un proyecto es un conjunto de documentos que definen una actuación antes de que se realice. Su función es describir de forma ordenada qué se pretende hacer, con qué objetivo y de qué manera. Incluye información técnica, administrativa y económica que permite valorar la viabilidad de una intervención concreta. La existencia de un proyecto indica que una idea ha sido estudiada y plasmada sobre el papel, pero no que se esté ejecutando.
El proceso de elaboración de un proyecto comienza cuando se detecta una necesidad, como la mejora de un servicio público o la adecuación de una infraestructura. A partir de ahí, profesionales cualificados analizan la situación y plantean una solución. Este análisis se traduce en documentos escritos y gráficos que explican las características generales de la actuación, su alcance y una estimación de los recursos necesarios.
Es importante señalar que un proyecto no es una promesa automática de ejecución. Puede requerir ajustes, quedar pendiente de financiación o necesitar otros informes antes de avanzar. Por tanto, cuando se anuncia que existe un proyecto, lo que se comunica es que la actuación ha sido definida y estudiada, no que vaya a materializarse de forma inmediata.
Los trámites necesarios antes de iniciar una obra
Entre la redacción de un proyecto y el inicio de una obra existe un recorrido administrativo que suele pasar desapercibido. Este recorrido es esencial para garantizar que la actuación cumple la normativa y que se puede llevar a cabo con garantías. Uno de los primeros pasos es la aprobación del proyecto por el órgano competente, que confirma que la propuesta es adecuada desde el punto de vista técnico y legal.
A continuación, es necesario asegurar la financiación. Sin recursos económicos disponibles, una obra no puede comenzar, aunque el proyecto esté completamente definido. También se deben realizar otros trámites, como la obtención de permisos o autorizaciones cuando son necesarios. Estos pasos pueden variar en función del tipo de actuación y del nivel administrativo, ya sea local, regional o nacional.
Otro momento clave es la licitación, que es el procedimiento mediante el cual se selecciona a la empresa que ejecutará la obra. Este proceso busca garantizar la transparencia y la correcta utilización de los fondos públicos. Hasta que la licitación no se resuelve y el contrato no se formaliza, la actuación sigue estando en fase previa, aunque se hable de ella como una intervención prevista.
Por este motivo, expresiones como “se construirá” o “está previsto” hacen referencia a una intención respaldada por un proyecto y unos trámites en curso, pero no significan que los trabajos hayan comenzado.
De la planificación a la realidad: la fase de ejecución
La fase de ejecución comienza cuando todos los pasos anteriores se han completado y se inician los trabajos sobre el terreno. En este punto, la actuación deja de ser una previsión y pasa a convertirse en una realidad visible. Ya no se trata solo de documentos, sino de actividad material, personal trabajando y recursos siendo utilizados.
Durante la ejecución se aplican las decisiones recogidas en el proyecto. Los plazos, las características de la obra y los métodos de trabajo se ajustan a lo planificado, aunque pueden producirse modificaciones técnicas justificadas. Es en esta fase cuando tiene sentido afirmar que una obra “se está construyendo”, ya que existe una intervención física en marcha.
La diferencia entre anunciar un proyecto y comunicar el inicio de una obra es, por tanto, sustancial. Un proyecto define una intención y una planificación; la ejecución confirma que esa planificación ha pasado a la práctica. Esta secuencia se repite en actuaciones municipales, regionales o estatales, con independencia de su tamaño o complejidad.
Comprender estas etapas ayuda a interpretar mejor la información pública. No es lo mismo informar de que una actuación cuenta con un proyecto aprobado que comunicar que las obras están en ejecución. Ambas situaciones forman parte del mismo proceso, pero representan momentos distintos. Identificar en qué fase se encuentra cada actuación permite tener una visión más clara y ajustada de la realidad, evitando confusiones entre lo que está previsto y lo que ya está ocurriendo.
