En Asturias, cerca de una quinta parte de la población vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Una realidad que pone a prueba la estabilidad familiar y laboral.

En Asturias, según datos contrastados del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del Informe AROPE 2024, cerca de una quinta parte de la población vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Son miles de personas que afrontan cada mes con la incertidumbre de si los ingresos alcanzarán para cubrir lo básico.
En una región con una fuerte identidad trabajadora, donde la cultura del esfuerzo ha sido siempre un valor, cada factura, cada compra o cada imprevisto se convierten en un desafío cotidiano. La dificultad de llegar a fin de mes no es un titular: es una realidad que atraviesa generaciones.
Los datos más recientes del INE y del Informe AROPE, elaborado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN-Asturias), confirman que el 21,9 % de la población asturiana está en riesgo de pobreza o exclusión social, mientras que el 18,6 % vive con ingresos por debajo del umbral de pobreza. En números absolutos, esto representa más de 185.000 personas en situación vulnerable.
Un problema que va más allá de las cifras
Hablar de pobreza no es solo hablar de ingresos. Significa también hablar de inseguridad, de inestabilidad y de la dificultad para planificar el futuro. En Asturias, muchas familias viven pendientes del próximo recibo, del alquiler o de la cesta de la compra.
La inflación, el encarecimiento de la energía y los salarios moderados son factores que agravan una situación que se repite en buena parte del país. A ello se suma el envejecimiento de la población, que hace que muchos mayores dependan de pensiones ajustadas para sostener hogares enteros.
En los últimos años, los precios de la vivienda han aumentado incluso en zonas rurales o costeras, donde antes la vida era más asequible. Hoy, mantener un hogar supone un esfuerzo importante, especialmente para las familias con hijos o para quienes trabajan por cuenta propia.
Empleo y vulnerabilidad
La situación del empleo en Asturias también influye en el riesgo de pobreza. Aunque la tasa de paro se ha reducido en comparación con años anteriores, muchos trabajos son temporales o de baja remuneración. En el sector servicios, la estacionalidad sigue marcando la diferencia entre los meses de verano y los de invierno.
El empleo parcial involuntario y la falta de oportunidades para jóvenes y mayores de 50 años contribuyen a esa sensación de fragilidad económica. Trabajar no siempre garantiza una vida estable: cada vez más personas se encuentran en lo que se conoce como “pobreza laboral”, es decir, tener empleo pero no ingresos suficientes para llegar al final del mes.
La pobreza energética: una realidad silenciosa
Uno de los rostros menos visibles de la desigualdad es la pobreza energética. En Asturias, un número creciente de familias tiene dificultades para mantener su vivienda a una temperatura adecuada o pagar los suministros básicos. Los inviernos largos y húmedos de la región agravan un problema que no se mide solo en estadísticas, sino también en salud y bienestar.
Diversas asociaciones locales y entidades sociales trabajan para paliar esta situación, ofreciendo apoyo en forma de asesoramiento, ayudas o acompañamiento. Sin embargo, muchas de estas iniciativas funcionan gracias al esfuerzo de voluntarios y recursos limitados.
Un reto social compartido
La pobreza y la exclusión no afectan solo a quienes las sufren directamente: tienen impacto en toda la sociedad. Menor consumo, menor estabilidad familiar y más presión sobre los servicios públicos son algunas de sus consecuencias.
Desde las instituciones se han puesto en marcha programas de inclusión social, ayudas a la vivienda y políticas de apoyo a colectivos vulnerables. Pero los informes insisten en que las medidas deben ser estructurales y sostenidas en el tiempo, para que los avances no se pierdan con el paso de los años o los cambios económicos.
La cooperación entre administraciones, entidades sociales y tejido empresarial es clave para reducir las desigualdades y garantizar que nadie quede atrás. Asturias ha demostrado capacidad de resiliencia en otros momentos difíciles; ahora, ese espíritu vuelve a ser necesario.
Más allá de las estadísticas
Detrás de cada porcentaje hay historias reales. Personas que buscan trabajo, jóvenes que intentan emanciparse, familias que recortan en ocio o alimentación para poder pagar los recibos. La dificultad para llegar a fin de mes no siempre se ve, pero se nota en las conversaciones cotidianas, en la reducción del consumo o en los pequeños sacrificios diarios.
La sociedad asturiana, acostumbrada al esfuerzo y a la solidaridad, mantiene viva la idea de que nadie debería quedar al margen. La pobreza no es una condición fija, sino una circunstancia que puede revertirse con políticas adecuadas, empleo digno y apoyo mutuo.
Mirar al futuro con realismo
Reducir la pobreza requiere tiempo, coordinación y voluntad política. Pero también implica un cambio de mentalidad: entender que la estabilidad económica de una comunidad no se mide solo en crecimiento del PIB, sino en la capacidad de sus ciudadanos para vivir con dignidad.
En Asturias, los datos invitan a la reflexión, pero también al compromiso. Cada punto porcentual que descienda en los próximos años será el reflejo de una mejora real en la vida de miles de personas. El reto está en lograrlo de manera justa, equilibrada y duradera.
Nota de verificación editorial:
Datos contrastados con el Instituto Nacional de Estadística (INE, Encuesta de Condiciones de Vida 2024) y el Informe AROPE 2024 de EAPN-Asturias. En caso de duda, prevalece la información de dichas fuentes oficiales.
Redacción original y verificada por Candás 365.