Carreño no solo se disfruta con la vista, también con el oído. El concejo tiene una banda sonora propia, formada por sonidos que acompañan a sus vecinos desde siempre y que definen la vida local de una forma única.

En Candás, el sonido del mar es protagonista. El romper de las olas contra los acantilados, el vaivén del agua en el puerto o el silbido del viento marino son melodías naturales que varían con el tiempo y las estaciones. En los días de temporal, el rugido del Cantábrico se convierte en un recordatorio de la fuerza de la naturaleza.
En los pueblos del interior, el silencio rural se rompe con sonidos cotidianos: el canto de los pájaros, el repique de las campanas en las iglesias o el eco de las voces en las plazas. Estos ruidos sencillos forman parte del ritmo diario y transmiten tranquilidad a quien los escucha.
Las fiestas añaden otra capa a la banda sonora. Los tambores y gaitas en procesiones y celebraciones populares llenan las calles de energía, recordando la importancia de la música tradicional en la vida comunitaria. Cada verano, el concejo se llena de ecos festivos que conviven con la calma habitual.
Incluso los mercados y reuniones vecinales generan sus propios sonidos: conversaciones animadas, risas, el golpeteo de cajas de fruta o el pregón de algún vendedor. Son señales de vida que identifican a Carreño como un concejo dinámico y cercano.
Escuchar Carreño es otra forma de conocerlo. Sus sonidos, tan ligados a la naturaleza, la tradición y la comunidad, forman parte de un patrimonio intangible que merece ser valorado. En un mundo cada vez más acelerado, detenerse a escuchar la voz del mar, de las campanas o de los vecinos se convierte en un lujo que Carreño aún conserva.