(dpa) – Wolfgang Schäuble, uno de los arquitectos de la reunificación alemana, el hombre que decide desde hace años el rumbo de las finanzas europeas, se alza como uno de los políticos más respetados a pesar de estar condenado a ser el «eterno segundón».
Pero, ¿quién es realmente Wolfgang Schäuble? ¿Por qué nunca ha sido nombrado candidato a la Cancillería de Berlín? ¿Por qué parece estar destinado a ocupar siempre puestos complicados?
Este alemán de 75 años y originario de Friburgo, que con mucha probabilidad será en el nuevo presidente del Parlamento germano, es el diputado con más años en el Parlamento, un total de 45.
«Toda su vida profesional ha estado al servicio de la política. Sin él nuestro país sería diferente», lo alabó Merkel con motivo de su 70 cumpleaños en septiembre de 2012 y destacó el «sentido del deber, lealtad, discreción y pragmatismo» del que durante mucho tiempo fue su jefe, hasta pasar ella a convertirse en su superior.
A lo largo de todos estos años fue jefe del grupo parlamentario de las Uniones Cristianodemócrata y Cristianosocial (CDU/CSU), presidente de la CDU, jefe de gabinete de la cancillería de Berlín en la era del canciller Helmut Kohl y ministro de Interior hasta que en 2009 tomó las riendas del ministerio de Finanzas en plena crisis europea y, hasta hoy.
«Es un integrador. La persona correcta en el momento oportuno en el lugar indicado», afirmó en su día la actual gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, sobre el que considera su amigo y el hombre más importante de Merkel en la lucha contra la crisis del euro.
Si se echa la vista atrás, se podría decir que Schäuble ha tenido dos vidas, tanto en el plano personal como en el político. Una vida personal antes del atentado del que fue víctima y después de él. Y una vida política durante la época de Helmut Kohl (20 años) y otra bajo el liderazgo de Angela Merkel (17 años).
La vida de la entonces mano derecha de Helmut Kohl y ministro del Interior dio un vuelco el 12 de octubre de 1990 al finalizar un acto de campaña en Oppenau, en el estado federado de Baden-Württemberg, cuando un perturbado le disparó varias veces alcanzándole en la mandíbula y en la columna vertebral.
Los médicos consiguieron salvarle la vida, pero no la capacidad de movimiento. Era un apasionado del fútbol, del tenis y del jogging, pero a partir de ese momento tuvo que adaptarse a vivir postrado en una silla de ruedas.
«Esta experiencia, en lugar de hundirle, le hizo más fuerte», indicó su mujer, Ingeborg, con la que tiene cuatro hijos, en el libro «Wolfgang Schäuble: Dos vidas», de Hans Peter Schütz.
A los pocos meses del atentado se reincorporó a sus funciones como ministro del Interior. «La política marca mi vida», afirmó el cristianodemócrata.
Sin embargo, los hados le tenían deparada una nueva sorpresa. A finales de 1999 salió a la luz el escándalo de la financiación ilegal de la CDU.
Helmut Kohl fue acusado de no declarar cerca de dos millones de marcos alemanes (un millón de euros) entre 1993 y 1998. Kohl guardó silencio y en lugar de salvar al que era su delfín, lo dejó caer con él truncando sus aspiraciones políticas.
Cuando consiguió recuperarse de su caída en desgracia tuvo que ver cómo un juego de poder e intrigas entre Merkel y el Partido Liberal (FDP) truncaba sus posibilidades para ser nombrado presidente federal de Alemania en 2004, puesto que acabó en manos de Horst Köhler.
El regreso de la CDU al poder en 2005 también supuso la vuelta de Schäuble a la primera plana de la política al frente del Ministerio del Interior en la primera legislatura de Merkel. Y desde 2009 es el responsable de las finanzas alemanas y de los designios de la Eurozona.
Este puesto lo catapultó a la fama europea, donde se convirtió en el rostro de la polémica política de austeridad dirigida por Merkel que ponía contra las cuerdas a economías deficitarias como España o Grecia, llegando incluso a mentar la posibilidad de que Atenas abandonase el euro. Célebres fueron sus enfrentamientos con su homólogo heleno, el mediático Yanis Varoufakis.
Schäuble es así «el hombre que influyó y dirigió la reunificación alemana (1990), el hombre encargado de orquestar la mudanza de Bonn a Berlín. El hombre, sin el que Helmut Kohl nunca habría sido tanto tiempo canciller, pero también es el hombre al que siempre defraudaron y que no ha recibido la recompensa en los momentos decisivos», resumió en su día el diario alemán «Handelsblatt».
Ahora jugará de nuevo un papel protagonista, al convertirse en la máxima autoridad de un Parlamento en el que, tras más de medio siglo, ha vuelto a entrar la ultraderecha.
Por Almudena de Cabo