(dpa) – Blanco, tinto o rosado, ¿a quién no le gusta disfrutar de una buena copa de vino al mediodía, con el almuerzo, o por la noche en una cena con amigos? Sin embargo, muchas veces este pequeño placer se complica si después hay que conducir hasta casa.
Si bien existen en el mercado cervezas y cavas libres de alcohol, los consumidores piden cada vez más también vinos sin alcohol. Por extraño que suene, la tendencia de vinos livianos es hoy día una alternativa real y se difunde cada vez más en países como Alemania, Inglaterra y Suiza, de acuerdo con Ernst Büscher, portavoz del Instituto Alemán del Vino en Bodenheim.
Quienes más demandan este tipo de productos son los consumidores más jóvenes, que quieren alimentarse más sano y renunciar a los vinos pesados. Por eso, miran cada vez más cuánto contenido de alcohol tiene cada vino antes de meterlo en el carrito de compra.
«También hay amantes del vino que deben renunciar al alcohol por motivos religiosos o de salud», apunta por su parte Andrea Schwarz, dueña de la vinería alemana Knüll.
La cantidad de alcohol de un vino figura en su etiqueta y se conoce como gradación alcohólica. Se trata de la expresión en grados del número de volúmenes de alcohol (etanol) contenidos en 100 volúmenes del producto. En general, los vinos libres de alcohol no pueden tener una gradación de más de 0,5 por ciento, aunque suelen tener menos. Esto quiere decir que, aunque se los describa como sin alcohol, tienen rastros de alcohol. «Por eso se los llama ‘libres de alcohol’ y no ‘sin alcohol'», explica Schwarz.
Quien llega por primera vez a la bodega de Schwarz para comprar vino libre de alcohol deberá responder primero qué cepa es su preferida y si le gusta el vino más bien seco o dulzón. ¿Por qué? Porque no todas las cepas se adaptan a la variante libre de alcohol. En el caso del vino tinto se pueden comprar cepas como Cabernet Sauvignon, Merlot, Chiraz y tempranillo. En el caso de los blancos, se consiguen el Chardonnay, el moscatel y el alemán Riesling, entre otros.
Los vinos libres de alcohol se fabrican de forma similar a los vinos tradicionales, sólo que se añade un paso adicional al final del proceso. «Antes de envasarlo, se le quita el alcohol mediante el llamado proceso de destilación al vacío», dice Wolfgang Hofmann del viñedo alemán Rasskopf-Hofmann. También es importante el momento de la vendimia. Cuanto antes se cosecha la uva, menos azúcar habrá en el mosto y por ende menos alcohol al final.
De acuerdo a las leyes comerciales de muchos países, el vino sin alcohol no es vino. En Alemania, por ejemplo, debe tener al menos un siete por ciento de alcohol para ser considerado vino. Eso no quita que a la hora de beberlo, aunque sea libre de alcohol, uno pueda autoengañarse y pensar que se está disfrutando de un auténtico vino.
Por Annette Meinke-Carstanjen