Bangkok/Londres, 29 oct (dpa) – El tailandés Vichai Srivaddhanaprabha amasó su fortuna controlando el negocio del «duty-free» en los aeropuertos de su país, aunque la fama internacional le llegó por su trabajo en un equipo de fútbol no demasiado conocido hasta hace unos años: el Leicester City.
Un club que hoy le rinde tributo y llora su partida tras el trágico accidente de helicóptero que le costó la vida el sábado junto a otras cinco personas. «Para mí eres una leyenda, el alma del Leicester», señaló el goleador Jamie Vardy, resumiendo el sentimiento de muchos jugadores y aficionados tras la muerte del magnate de 61 años.
Bajo el mando de Srivaddhanaprabha, quien compró el club en agosto de 2010 y al año siguiente asumió también el papel de presidente, el Leicester protagonizó uno de los mayores cuentos de hadas que recuerde el fútbol internacional.
Aquel título de la Premier League conquistado en 2016 pagaba 5.000 a uno en las apuestas, aunque no fue fruto de la casualidad. La llegada del magnate tailandés generó un indiscutible impulso económico y deportivo en el club, que en pocos años pasó de la segunda división inglesa a jugar en la Liga de Campeones europea.
También tomó medidas controvertidas junto a su hijo Aiyawatt, quien fue nombrado como vicepresidente. Como el despido de Claudio Ranieri en la temporada siguiente de que el entrenador italiano lograra el título de la Premier. O la contratación de monjes para que realicen rituales religiosos en el estadio King Power, que lleva el nombre de la empresa de «duty-free» de Srivaddhanaprabha.
El empresario viajaba en su propio helicóptero a cada partido del club en casa. Era excéntrico, pero le gustaba mostrarse como un hombre generoso. Cuando el Leicester ganó el título, regaló un coche de lujo a cada jugador. Y el día de su cumpleaños solía invitar a los hinchas a cerveza y bizcocho en el estadio.
El empresario comenzó su carrera vendiendo productos importados de Hong Kong. En 1989 abrió una tienda libre de impuestos y más tarde, producto de su inteligencia para los negocios y sus contactos en la política, ganó el monopolio de todos los negocios de «duty free» de los aeropuertos de Tailandia.
El crecimiento de su país como destino turístico en los últimos años acabó por convertirlo en multimillonario. Con una fortuna de 4.900 millones de dólares, la revista Forbes lo consideró en 2018 como el quinto hombre más rico de Tailandia.
Tras el éxito del «duty-free», el empresario no tardó en expandirse. Primero a su vecino Myanmar y Japón y luego a otros rubros. No tuvo mucho éxito con una empresa de distribución de películas en la región del Asia-Pacífico, pero sí en el fútbol.
Srivaddhanaprabha no solo compró al Leicester, sino también al club belga Oud-Heverlee Leuven. Aunque los mayores sucesos llegaron en la Premier League.
Tras conocerse su deceso, miles de aficionados del Leicester se acercaron al estadio King Power para depositar flores y rendirle tributo. «Le he dejado mi bufanda de campeón también. Él nos hizo campeones, así que también es un campeón», afirmó un fan de los «Foxes» a la BBC.
Su muerte no solo conmovió al fútbol, sino también a las máximas autoridades del país. El príncipe Guillermo, quien es presidente honorario de la Asociación Inglesa de Fútbol (FA), fue uno de los que destacó la figura de Srivaddhanaprabha.
«Era un hombre de negocios con valores muy firmes. Un hombre muy apegado a su familia y que apoyaba también una cantidad de importante de causas caritativas», afirmó en un comunicado emitido por el Palacio de Kensington.
En Tailandia, su muerte también causó conmoción. Muchos lo recuerdan con cariño por sus millonarias donaciones a hospitales, templos y organizaciones de caridad.
Aunque tampoco estuvo ajeno a las críticas. En el escándalo de corrupción que salpicó al Gobierno de Tailandia este año apareció su nombre y, según el «Bangkok Post», Srivaddhanaprabha ha sido señalado por haber comprado relojes de lujo a un alto cargo político. También se acusa a los militares que se hicieron con el poder de proteger sus negocios.
Por Cod Satrusayang y Philip Dethlefs (dpa)