(dpa) – La ciudad holandesa de Utrecht es casi tan hermosa como Ámsterdam, pero con muchos menos turistas. Tiene solo 350.000 habitantes y todos parecen menores de 30 años, pues hay casi 70.000 estudiantes.
Tiene mucha agua y zonas verdes, pequeñas casas y calles empedradas, casi parece un pueblo. No es sorprendente ver una bandada de gansos cruzar la calle.
Utrecht no tiene las decenas de canales de Ámsterdam. Solo uno, el Oudegrach, a dos niveles: uno en la calle y otro a pocos metros debajo de ésta, junto al agua a modo de muelles empedrados.
Estos muelles están conectados por túneles hasta los almacenes de las casas, que permitían entrar las mercancías directamente desde el canal. Todavía hay 732 de estas bodegas, muchas de ellas son ahora cafés, restaurantes, discotecas, clubes o tiendas.
Cerca del canal está la torre de la catedral, la más alta de Holanda en su tiempo. Del templo solo queda la mitad, después de que un tornado hiciera desaparecer la otra el 1 de agosto de 1674.
Sus 122 metros de altura permiten ver a muchos kilómetros de distancia en un país tan llano. Es un icono holandés junto a los molinos de viento y merece la pena visitarla.
No hay museos como el Van Gogh o el Rijksmuseum en Utrecht, pero vale la pena pasear por las callejuelas del centro. O sentarse en un café, pedir «appeltaart met slagroom» (pastel de manzana con crema) y ver pasar a disciplinados «fietsers» (ciclistas), capaces de causar auténticos atascos de bicicletas en hora punta.
En Utrecht hay muchos lugares con encanto, como el claustro de la catedral, con su jardín y su fuente. O el jardín botánico de la universidad, donde hay un gingko del siglo XVIII y un lirio acuático gigante del Amazonas de un metro y medio de diámetro.
Para cenar, es recomendable el pequeño restaurante “De Witte Ballons”, en la calle Lijnmarkt 10-12, donde se pueden pedir dos medios primeros o segundos platos y así probar más especialidades.
Ir de compras en Utrecht nos lleva a principios del siglo XX: unas ancianas dirigen una tienda de dulces llamada Kruideniersmuseum. Sus «Heksentanden» (dientes de bruja), «harde katjes» (gatos duros) y «zwarte schoolkrijt» (tiza negra) son auténticamente deliciosos.
Y, claro, también está la casa Rietveld-Schröder-Huis, construida por el movimiento De Stijl, coetáneo de la Bauhaus alemana. Parece un cuadro de Piet Mondrian en rojo, amarillo y azul. Tiene casi 100 años.
¿Por qué el constructor no la edificó como es debido?, se pregunta algún visitante. Ofrece muy poca privacidad y casi no hay espacio de almacenamiento. En ella no vive nadie, pero ahora es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Consejos prácticos:
Los turistas de la Unión Europea solo necesitan un carnet de identidad vigente. La red ferroviaria permite llegar fácilmente desde los países vecinos, como Bélgica y Alemania.
Las visitas a la Casa Rietveld-Schröder-Huis deben reservarse con antelación: www.rietveldschroderhuis.nl/en/visit.
Información: Oficina Holandesa de Turismo y Convenciones (https://www.holland.com)
Por Christoph Driessen (dpa)