(dpa) – Mucha naturaleza, poca gente y ningún viaje largo: esta es la fórmula del éxito para las vacaciones en tiempos del coronavirus y el cantón suizo de los Grisones encarna esa fórmula a través de su cultura.
Cuando el Rin baja por estas tierras se ve el color verde esmeralda, el turquesa y luego otra vez el azul hielo. Pero recorriendo el río también se ve brillar otros colores. A veces serpentea tranquilamente, a veces sus aguas bravas se convierten en furiosa espuma tras arremeter contra enormes rocas.
En algunos tramos, los acantilados de piedra caliza se elevan hasta 400 metros de altura. La espectacular garganta del Rin se creó por el deslizamiento de rocas de Flims hace 10.000 años.
«¿Es impresionante, no? Para mí es el Gran Cañón de Suiza», afirma el guía británico Louis Henderson. El torrente del Rin que baja con fuerza justo después de su nacimiento, en el Paso de Oberalp, es para él un lugar de esparcimiento, pero a la vez es su lugar de trabajo. Llegó hace 12 años a la región de Surselva, ubicada a medio camino entre Milán y Lucerna, y desde entonces ha estado acompañando como guía los viajes en barco a través de los 14 kilómetros de largo del desfiladero del Rin.
«La parte superior de Ilanz es sólo para expertos. Entre Versam y Reichenau se navega por el río con funyaks y se animan hasta los principiantes», explica Henderson. Los funyaks, kayaks de goma hinchables, son mucho más estables en el agua que los kayaks clásicos de aguas bravas. Protegidos por un casco y un traje de neopreno, la mayoría de ellos se las arreglan para atravesar las aguas bravas sin acabar involuntariamente cogiendo frío.
Cocina de primera después de la aventura por el río
El punto de partida de la aventura es Ilanz, la localidad donde nació Andreas Caminada. Este hombre de pelo oscuro y ojos de un verde azulado, como las aguas del Rin, es la gran figura de los cocineros suizos. En 2010, cuando sólo tenía 34 años, la Guía Gourmet Michelin le otorgó tres estrellas, su más alta calificación. Su restaurante Schloss Schauenstein está situado al sur de Chur, en Fürstenau.
Gourmets de todo el mundo peregrinan a los Grisones sólo por él. Caminada les ofrece con su cocina un espectáculo de fuegos artificiales para los sentidos. En lugar de ostras, Caminada prefiere servir su «Ostra Falsa», que consiste en una seta servida en una especie de concha de algas secas con abrumadores aromas de umami.
Un pinot noir después del deporte
Como mucha gente de los Grisones, Caminada no sólo es un amante de los deportes de invierno y entusiasta snowboarder, sino también un apasionado golfista. Tal vez por eso abrió su primer restaurante en Bad Ragaz, una ciudad que no sólo ofrece aguas termales y centros de spa, sino también uno de los mejores campos de golf de Suiza. «Me encanta jugar en Bad Ragaz», afirma Caminada.
Bad Ragaz se encuentra en St. Gallen, pero los veraneantes suelen situarla en los Grisones, más conocida como destino de vacaciones. Desde el balneario se pueden contemplar directamente a los viñedos de Bündner Herrschaft. «Esta es una de las mejores zonas vinícolas de Suiza con pinot noirs de primera clase», explica Caminada.
En el hotel Grand Resort Bad Ragaz dirige su restaurante Igniv, un término de la lengua materna de Caminada, el romanche, que significa nido. Y el comensal se siente como en uno, explica Caminada. A pesar de que el concepto de este restaurante es más informal, cuenta con dos estrellas Michelin.
El segundo Igniv de Caminada se encuentra en St. Moritz, en el hotel Badrutt’s Palace, y abre sólo en invierno, la época más concurrida en Engadina como en casi toda la región de los Grisones. Hace unos 150 años era diferente. No fue hasta 1864 que el hotelero Johannes Badrutt inventó el turismo de invierno apostando con sus huéspedes ingleses que el invierno en St. Moritz era tan hermoso como el verano. Así, con el paso de los años, la temporada cálida se convirtió en la temporada baja. Al parecer, tenía que llegar la pandemia para mostrar al mundo lo hermoso que son St. Moritz y los Grisones en verano.
Engadina es deporte
Por la cura acuden a Engadina pocas personas. Esta localidad a unos 1.800 metros de altura con días cálidos y noches frescas atrae hoy en día tiende veraneantes activos. Hay espacio más que suficiente en el amplio valle. Los senderistas caminan alrededor de los lagos, los montañistas pueden escalar cumbres de hasta 4.000 metros. Los ciclistas recorren la zona relajadamente con sus bicicletas eléctricas, pero si buscan adrenalina pueden pedalear con sus bicicletas de carrera por los viaductos del ferrocarril rético y por el paso de Albula. Además, los parapentes hacen sus rondas, mientras los golfistas juegan en Samedan en el campo más antiguo de Suiza.
En otoño, cuando los alerces que se elevan hacia los verdes pastos alpinos se vuelven amarillos y las cúpulas de nieve cubren los imponentes macizos montañosos a ambos lados del valle, el paisaje casi parece demasiado bucólico. La densidad de hoteles de lujo, restaurantes de primera, boutiques de lujo y autos de alta gama deja claro que Oberengadin no es un lugar barato para vivir. Unteregandin, cerca de Scuol es más accesible.
Scuol es una de las puertas de entrada al Parque Nacional Suizo. Fundado en 1914, es el más antiguo de los Alpes. Es una zona que tiene el tamaño del vecino Principado de Liechtenstein, donde la naturaleza sigue su propio curso. Allí no se caza a los animales ni se retira la madera muerta. Los científicos investigan la naturaleza alpina.
Los visitantes pueden explorar el parque en aproximadamente 100 kilómetros de senderos, ya sea por su cuenta o en visitas guiadas. Aparte del ciervo rojo y la gamuza, la cabra montesa es uno de los animales más frecuentes, aunque a fines del siglo XIX se habían extinguido en Suiza.
El lugar donde incluso Nietzsche tuvo sus alegrías
No hay garantías de que se ser podrá ver alguno de los animales que aparecen en los escudos de armas grisones. Esto no es Disneylandia. Sólo se puede confiar en que se verán marmotas. Estos roedores silbadores también retozan en los pastos alpinos sobre Sils Maria, en Val Fex, ahora libre de coches. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió una vez sobre el lugar: «Básicamente ningún lugar me gusta tanto como este». En la década de 1880, el filósofo vivió durante una temporada en Sils Maria. Sus aposentos en el pueblo son ahora un museo dedicado a él.
A Nietzsche le gustaba salir de excursión en Val Fex. Los restaurantes y las cabañas alpinas sirven especialidades abundantes como pizzoccheri, maluns y capuns. Si se baja a Isola, se puede volver en barco, en la ruta de crucero a mayor altura de Europa que cruza el lago Sils. Sólo de vez en cuando se topa uno en el lago con barcos de vela.
En el vecino lago de Silvaplana hay más actividad. Cientos de cometas y windsurfistas vibran allí con el buen tiempo. A primera hora de la mañana, el lago de montaña brilla en los mismos tonos de verde y azul que el bravo Rin alpino. Cuando el viento de Maloja aparece al mediodía, sus aguas brillan como el mercurio a la luz mágica del lado sur de los Alpes.
Por Bernhard Krieger (dpa)