Ayer fue el referéndum, la consulta, la consulta alternativa o como se quiera llamar la convocatoria que hizo Artur Mas a la ciudadanía de Cataluña para saber si están a favor de la independencia o no.
Llevamos meses escuchando, viendo y leyendo noticias que nos iban llegando al respecto y en las que nos hemos cerciorado de que esto no ha sido más que un pulso entre los dos gobernantes y una manera de demostrar lo “bien” que funciona el sistema.
Llevamos esos mismos meses escuchando al señor Rajoy diciendo “por activa y por pasiva” que mientras él gobernara, mientras él estuviera en el poder y mientras él fuera la voz de los españoles, la consulta no iba a celebrarse de ninguna de las maneras.
Por el otro lado, llevamos un tiempo también viendo como Artur Mas hacía “pases de verónica” por cada réplica que recibía del gobierno central y pasándose por el sombrero también no una, sino las dos resoluciones que dictó el Constitucional para que esta consulta fuera suspendida.
Y mientras tanto los españoles (en su totalidad) estábamos como en un partido de tenis, unos diciendo que sí se iba a celebrar y los otros diciendo que no.
Pues ayer por fin, día 9 de noviembre o 9N como se le conoce desde hace un tiempo, se celebró en Cataluña la votación para el pueblo catalán.
Tengo amigos en Cataluña que me decían que se encontraban desamparados, porque en sus televisiones autonómicas sólo se hablaba de la consulta y del sí a la independencia, pero cuando ponían un canal nacional (aburridos ya de lo mismo), no encontraban ninguno en el que se dijera que no a la consulta.
Tengo amigos catalanes que viven fuera de su tierra y que, independientemente de lo que hubieran votado, no han podido hacerlo porque como no viven allí debe ser que no tienen derecho a opinar.
La realidad es que tanto catalanes como no catalanes hemos estado desamparados durante la jornada del 9N.
Si esta consulta servirá de algo o no, ya se irá viendo. Yo ya no me fío ni de lo que dicen unos, ni de lo que dicen otros, y no solamente por el 9N. Esto me viene de muy atrás y con legislaturas diferentes a la que tenemos ahora mismo en España.
Señor Rajoy, haga un favor a España y váyase. Dimita o convoque elecciones anticipadas pero no siga como está, porque no está haciendo nada. Haga un favor a sus no votantes (porque no le quisieron en su día) y a sus votantes sobre todo (por todas y cada una de las mentiras y por ese “valor” que le caracteriza tanto a través de un plasma como fuera de él).
Si nuestros gobernantes fueran Pinocho, está claro que se podría construir el “Muro” del que tanto se está hablando hoy, a base de narices de madera.
Ignacio Fernández