(dpa) – La idea le surgió de la nada. ¿Cómo sería, se preguntó Marinko Vladic, hundir cajas llenas de botellas de vino espumoso en el agua frente a la costa de su isla natal de Krk y dejarlas madurar durante años lejos de la superficie del mar?
Por supuesto, la idea no se le ocurrió sin motivo alguno; al fin y al cabo, Vladic es enólogo, por lo que sabe mucho sobre la producción de vino y de vino espumoso.
«A 32 metros de profundidad, la temperatura es de doce grados centígrados todo el año», dice y añade: «En la bodega, solo hay presión en el interior de las botellas, en el mar se suma desde el exterior la presión submarina, de hasta cuatro bares».
Con la ayuda de la escuela de buceo, que se encuentra justo al lado del edificio de la cooperativa agraria Vrbnik para la que trabaja Vladic, se hunde el «vino espumoso de mar» anclado en armazones metálicos en un lugar oculto, y en algún momento se volverá a recuperar.
«El vino espumoso tiene un poco de sabor a mar y es más chispeante que el de una bodega normal», dice Vladic. El enólogo comprende que la curiosa rareza no sea algo para todo el mundo, ya por razones de precio: una botella cuesta casi 200 euros.
Este es uno de los muchos descubrimientos culinarios en la bahía de Kvarner, la región turística ubicada en el extremo noreste del mar Adriático.
Un escaparate culinario de la región
Los manjares llegan primero al olfato en el mercado de pescado de Rijeka. El olor ya asalta a los visitantes en la zona delantera del histórico pabellón de ladrillos del puerto. Dentro, es un bullicio hasta la hora de comer. Montañas de sardinas y anchoas, doradas de acuicultura, calamares, gambas de Kvarner.
El mercado de pescado es un escaparate culinario de la región, que continúa en los puestos al aire libre y en otras dos salas. Allí se puede encontrar todo lo que se desee en frutas y verduras, además de miel, aceite de oliva, ramos de hierbas y mucho más.
Los productores de estas delicias se pueden hallar en el mundo isleño al sur de Rijeka, como por ejemplo en el pueblo Lakmartin, en Krk.
Queso y otras delicias
Allí se encuentra la maestra quesera Vesna Mrakovcic. Tiene unos 60 años y posee doscientas ovejas, que no le permiten tomarse vacaciones. El amor por su trabajo, dice, es su máxima prioridad.
La recompensa a sus esfuerzos son varios premios a escala nacional. Sus creaciones propias se almacenan en las salas de maduración, queso con nueces y salvia o versiones ahumadas.
El jamón secado al aire de la casa de jamones en Vrh también es extremadamente bueno en Krk.
«Hace décadas, había tres cerdos en cada casa de la isla», dice el gerente de la casa jamonera, Robert Milkovic. Pero el turismo y los lucrativos alquileres vacacionales han cambiado la situación. Desde hace mucho tiempo, los lugareños prefieren utilizar el limitado espacio para los visitantes adinerados antes que para la cría de cerdos. Por eso ahora la materia prima procede de la parte continental de Croacia.
Solo el proceso de maduración de un año y medio en Krk hace que las patas de cerdo sean especiales. Esto se debe principalmente al Bora, el viento de otoño. «Bora hace que todo sea bueno, eso es lo que entra en el jamón», explica Milkovic, muy consciente de que a otros este viento les resulta extremadamente desagradable.
Una tarta con una tradición centenaria
Los saltos culinarios por las islas croatas llevan hacia el sur, hasta Rab. Según la tradición, la tarta de Rab se sirvió por primera vez al papa Alejandro III en el siglo XII durante una visita a la isla, en la ciudad principal de Rab, y posteriormente se reservó para las clases altas.
Con almendras y licor de marrasquino, los ingredientes a base de una masa de huevo son tan exquisitos como siempre; también se añaden las ralladuras de limón y de naranja. La forma de caracol del pastel, que imita el extremo del báculo de un Papa, es clásica.
Aroma seductor y licor en Losinj
Los aromas y los colores de la naturaleza integran el mundo de Sandra Nicolich, quien cumplió el sueño de su vida en la isla de Losinj. Allí posee un jardín de aromas, que huele seductoramente y los visitantes pueden recorrer de forma gratuita.
«Aquí estamos en el norte del Adriático, pero con el clima del sur. Por eso crecen palmeras, naranjas, limones», dice. Y así es que puede producir su propio limoncello. Pero ya no tiene más en stock, como tampoco de la mermelada de mirto.
«La producción es pequeña. No puedo hacer más. Ya haré otra vez el año que viene», explica. En tanto, aún cuenta con licor de mirto, compuesto a base de aguardiente de uva.
La vida por el aceite de oliva
Los olivos son omnipresentes en las islas de la bahía de Kvarner. Pero a más tardar en Cres, cuando se conoce al productor Daniele Surdic, se aprende que no todo el aceite de oliva es igual.
Apuesta casi exclusivamente por el trabajo manual, solo una máquina eléctrica para sacudir árboles proporciona algo de alivio. El resultado de todo este trabajo es un aceite que «huele a bosque y a hojas verdes, tiene una nota amarga y es algo picante», detalla Surdic.
El productor recuerda que ya de bebé lo alimentaban con aceite de oliva. «Nuestros cuatro hijos también crecieron así», asegura. El hecho de que su hija mayor haya probado recientemente el aceite de coco es algo que él cree que puede superar. Aunque sea difícil creerle.
Información sobre la bahía de Kvarner
Se puede llegar en coche o en avión a Rijeka, donde también se pueden alquilar vehículos.
Cerca de Rijeka, un puente conecta el sector continental con la isla de Krk, donde se encuentra el aeropuerto de la ciudad. Luego se puede viajar de isla en isla en ferry, como por ejemplo de Krk a Rab o a Cres. Las islas de Cres y Losinj están unidas por un puente.
La moneda vigente hasta el 31 de diciembre era la kuna, que equivale a 0,14 dólares o 0,13 euros, pero a partir de enero, Croacia se suma a la zona euro.
Se puede obtener mayor información en la página de la asociación de Turismo de la región de Kvarner web www.kvarner.hr.
Por Andreas Drouve (dpa)