Ante la extensión del uso de los plaguicidas en la agricultura, las administraciones tratan de frenar con duras normativas la contaminación ambiental y así regular la utilización de este tipo de productos agrícolas. En la Unión Europea, están regulados gracias a un cuerpo legislativo que obliga, por ejemplo, a controlar el estado de las máquinas utilizadas por los agricultores a la hora de tratar las enfermedades de sus cultivos y a etiquetar correctamente aclarando la dosis máxima de producto permitida.
No obstante, uno de los mayores retos es el de adaptar la dosis de los productos a la morfología de los árboles. El sector fitosanitario apoya el uso de estándares para calcular los volúmenes de líquido a pulverizar con sus productos.
Lo hacen utilizando cálculos geométricos que tienen en cuenta parámetros geométricos propios de los cultivos en seto o espaldera, muy útiles a las necesidades del norte y centro de Europa, pero que no resultan eficaces en el caso de los cultivos frutales mediterráneos donde, a diferencia de lo que ocurre en aquellas latitudes, los árboles mayoritariamente se plantan de forma aislada.
Por esta razón, investigadores de la Universidad de Córdoba han logrado determinar la relación óptima entre el volumen de producto aplicado y la geometría de los árboles para el olivar, evitando el cálculo hecho por los agricultores sin base científica o técnica.
Los científicos del grupo de Mecanización y Tecnología Rural, dirigido por el ingeniero agrónomo Jesús Gil Robles, se centraron en el volumen de copa de los árboles, ensayaron con seis volúmenes diferentes en el laboratorio y seleccionaron los tres que dieron los mejores resultados para llevarlos al experimento de campo.
Utilizando trazadores –colorantes para ver hasta dónde llegaba el producto– y volúmenes de aplicación diferentes, concluyeron que la relación más adecuada, la que logra una mayor cobertura, homogeneidad, penetración en el árbol y reducción de la dosis, es de 0,12 litros por cada metro cúbico de copa.
Los resultados se han publicado en la revista Science of The Total Enviroment y están siendo transferidos al sector agroalimentario –tanto a los fabricantes de equipos como a los olivareros–, ya que el uso de productos fitosanitarios supone entre el 10% y el 15% de los costes totales de cualquier explotación agrícola.