(dpa) – El naranja no formaba parte hasta ahora de los colores de las botellas de vino. Sin embargo, esto está cambiando lentamente en Alemania, donde cada vez más vinicultores están fermentando sus uvas blancas con la cáscara, como se hacía hasta ahora sólo con los vinos tintos.
En la feria especializada ProWein de la ciudad alemana de Düsseldorf, que se celebró en marzo pasado, se podían encontrar en varios de sus rincones estos vinos blancos con un color naranja intenso y otros de un color más parecido al ámbar.
Christian Pesch, quien se encarga de las compras para el vendedor de vinos Vinaturel, asegura que este sabor «medio freak» cala mejor entre los jóvenes. Sin embargo, las opiniones difieren fuertemente: para algunos su sabor y olor remiten demasiado a la fermentación, mientras que otros valoran su estructura compleja, sus numerosos aromas y taninos y la posibilidad de almacenarlos durante largo tiempo. «La pregunta ahora es: ¿serán una moda o se convertirán en tendencia?», dispara Pesch.
Muchos vinicultores alemanes lanzaron en los últimos dos a tres años sus primeros vinos anaranjados, entre ellos el viñedo Benziger de Kirchheim, que actualmente está cultivando cuatro cepas distintas. «No son vinos para tomar tirado en un sofá, sino para acompañar comidas», afirma Ingeborg Benzinger. Su recomendación: «Pan casero, mantequilla, sal marina por encima y un vaso de vino naranja. Un festín».
En la región de Franconia, en el sur de Alemania, Ilonka Scheuring recomienda «volver a los orígenes», ya que históricamente, la fermentación del mosto se hacía en enormes ánforas de barro que se enterraban bajo tierra. Este procedimiento data de hace mil años y se remonta a la Antigüedad. Esta vinicultora del viñedo Scheuring quiere que en la producción de vino intervengan la menor cantidad de tecnología y química posibles. «Queremos un estilo completamente distinto, alejado de las vías más clásicas».
Los vinicultores y expertos coinciden en una cosa: el vino naranja no es para todo el mundo. Y por eso, lo mejor es que haya alguien que guíe al consumidor. «Es un vino difícil, no le gusta a todos», dice Mike Born de la Sociedad de Vinicultores de Franconia. La vinicultora francesa Brunnhilde Claux cuenta que al principio, su vino naranja shockeó un poco a las personas. «Los clientes necesitan una explicación, una formación, una traducción de lo que significa un vino así», dice.
Muchos de los vinos anaranjados son vinos naturales, es decir, que fermentan de forma espontánea, sin azufre, encimas, azúcar extra, sin filtrar. Eso hace que a veces tengan algunas notas fallidas y el vino termine oliendo a cebolla, col hervida o podrido.
La vinicultora Hanneke Schönhals de Biebelnheim recomienda ir primero a una vinería para probar vino naranja. «Yo también pensaba al principio que tenía un gusto raro», dice. También Monika Reule, gerente del Instituto del Vino alemán, cree que los vinos anaranjados «necesitan de una explicación». Un experto en el ramo o un sommelier pueden ser de ayuda. Y si se decide por un vino anaranjado, sepa que tampoco hace falta tomarse toda la botella.
Por Doreen Fiedler