(dpa) – El entorno auditivo de la música en vivo difícilmente puede sustituirse. ¿O sí? Una tecnología llamada streaming de audio inmersivo, también conocida como audio 3D o audio espacial, promete un nuevo nivel en la experiencia sonora.
El audio 3D es algo así como el hermano mayor del sonido envolvente. Sin embargo, mientras que los sistemas «surround» como 5.1 o 7.1 llevan el número de altavoces en su nombre, el audio 3D no está ligado a un número concreto de altavoces.
Se trata más bien de objetos sonoros que se colocan o mueven libremente por la sala, siempre adaptados a los altavoces disponibles. Y aunque el audio 3D se desarrolló originalmente para el cine, se supone que el concepto también funciona para la música.
¿Cuál es su ventaja? «Más espacialidad, más profundidad, se pueden percibir los instrumentos de forma más diferenciada», explica el productor alemán de audio 3D Martin Rieger. «Se tiene la sensación de que los músicos están sentados alrededor de uno», precisa. En casa, esto ya puede funcionar con una sola barra de sonido o un altavoz WLAN, siempre que estos sean compatibles con 3D.
Lo mismo vale para los auriculares. Además, también hay que prestar atención a la compatibilidad 3D del reproductor externo. Los smartphones o tabletas más antiguos pueden no estar en condiciones de reproducir formatos de audio 3D.
Hay dos formatos establecidos para transmitir música en 3D: Sony 360 Reality Audio y Dolby Atmos Music. «El primero se basa en un códec desarrollado por el Instituto Fraunhofer», explica Rieger, y añade que, en interacción con la aplicación «Headphones Connect» de Sony, es posible mejorar aún más la experiencia auditiva inmersiva mediante ajustes de personalización que tienen en cuenta la forma individual del oído.
Dolby Atmos, por su parte, procede del sector del cine y los sistemas de entretenimiento en el hogar. «Probablemente era cuestión de tiempo que también se abordara el mercado de la música», señala Rieger, y añade que Sony y Dolby cooperan con varias grandes discográficas para poder ofrecer nuevos álbumes, pero también música más antigua en streaming en formato 3D.
Sin embargo, no a todos los melómanos les convence el audio 3D. «No es más que otro intento de vender algo nuevo a entusiastas de la tecnología que carecen de la información adecuada», asevera Wolfgang Saul, propietario de un estudio de alta fidelidad en la región alemana del Ruhr. Según Saul, el audio 3D es «una gran idea», pero no es necesario para un sonido perfecto.
Saul es un defensor de la reproducción musical en dos canales. Su credo: «La estereofonía nos muestra el mundo tridimensional de forma natural».
Martin Rieger, que trabaja intensamente con esta tecnología, también acota: «Hay muchos títulos que suenan mejor en estéreo que en 3D». El experto opina que no todos los géneros se adaptan tan bien al audio 3D, por ejemplo el jazz o la música clásica, y añade que varias excepciones del género pop o electrónico confirman la regla.
Entre ellas está probablemente el álbum del grupo alemán de música electrónica Kraftwerk, «Kraftwerk 3D», producido por Tom Ammermann, considerado un pionero del audio inmersivo. «También fue inspiración mía producir el disco en 3D, al principio solo se había pensado en 7.1», señala Ammermann al podcast «Sound & Recording» sobre el álbum en vivo de Kraftwerk.
Otra tendencia en el streaming de música tiene que ver con la calidad. Por un lado, se habla de Hi-Res, abreviatura de High Resolution (alta resolución), que se refiere a datos musicales de alta resolución que se supone superan la calidad de un CD. Por otro lado, se trata de la compresión sin pérdidas de estos datos.
En los servicios de streaming de música, los formatos de audio 3D o Hi-Res solo están incluidos en los modelos de suscripción más caros. A cambio, los proveedores prometen grabaciones de hasta calidad de estudio.
Sin embargo, la calidad de sonido sin pérdidas no es necesariamente algo para las masas, señala Martin Rieger: «Con una calidad MP3 alta, ya se está muy cerca del audio sin pérdidas. En una prueba a ciegas, la mayoría de la gente no sería capaz de percibir la diferencia».
Por Johannes Hülstrung (dpa)