El materialismo imperante ha hecho que la población esté abandonando, cada vez a un ritmo más frenético, aquellos pilares espirituales que alguna vez fueron la base de la sociedad occidental y que hermanaban a unas personas con otras. Esta es la idea que postula Stan Aryas en su reciente publicación: Santos y demonios (editorial Tregolam).
Aryas dice abiertamente que él es católico, que no hay motivos para avergonzarse de ello. Sin embargo, en su libro sí muestra abiertamente los «peligros» de saberse creyente en público. Y es que hoy en día, según comenta, los valores sobre los que se sustenta la vida de una persona han cambiado mucho en los últimos tiempos, sobre todo con la llegada de la tecnología, la creciente ansiedad que esta provoca en el ser humano y la pésima calidad de las relaciones personales que de ella derivan.
Santos y demonios se trata de una novela que, sin embargo, no puede enmarcarse dentro de un único género. Porque Stan Aryas ha tenido el suficiente ingenio para acercarse a los distintos asuntos que le preocupan desde una óptica totalmente ecléctica. Basta con echarle un vistazo al estilo políticamente incorrecto del libro, que reúne la comedia más mordaz con la salvaje y crítica apreciación del mundo moderno y de místicas falacias, además del terror más intenso ante la visión de terribles seres.
Pero quedará hueco para la salvación, pues el lector será capaz de encontrar esperanza en las vidas y actos de los protagonistas. María, Juan y Miguel son tres jóvenes que tratarán deseguir las enseñanzas de su maestro, Jesús de Nazaret, pero su empresa no se antojará nada fácil. El propio autor comenta que «para el pensamiento actual, este comportamiento es una aberración absoluta, porque los pilares del ser humano de hoy en día son mis pantallas y mi dinero para pagar mi conexión de banda ancha. También mi dosis de calorías de procedencia indeterminada y mi cubículo de pequeño tamaño donde cobijar mis pantallas».
La novela muestra el devenir de sus vidas para ejemplificar la situación de tantas personas que, como los protagonistas, acaban viéndose abocadas a la frustración y ansiedad de la sociedad actual. Será destacable la situación de Miguel (el personaje principal), quien inmerso en un creciente interés en las historias de santos y habiéndose resignado a que aquellos que le rodean comprendan su relación con la religión, forjará una personalidad batalladora hacia los sinsentidos que un mundo exento de valores morales le obligará a vivir.
«Olvidarse por completo de nuestra parte espiritual tiene esas cosas. Si esa ansiedad desemboca en frustración, separación, individualismo y muerte, no es problema de las corporaciones. Ellas se escudan en que se limitan a poner sus servidores y que la gente pone lo que quiere en ellos», concluye Aryas sobre su análisis de un estilo de vida generalizado y poco cuestionado que, sin embargo, adquiere una importancia máxima como telón de fondo de todo lo que se sucede en su impactante Santos y demonios.