(dpa) – Si los empleados pudieran concebir el jefe o jefa de sus sueños, se imaginarían a un mentor a su misma altura. Un líder que promueva las habilidades individuales, que sea justo, con quien se puedan intercambiar experiencias profesionales y que otorgue libertad, pero que siempre esté ahí.

Pero la realidad suele ser completamente distinta, según indica el profesional del coaching Bernd Slaghuis. De acuerdo con su experiencia, son muchos los empleados que están disconformes con sus superiores.
«Algunos comentarios típicos son: ‘mi jefe no me deja hacer’ o ‘mi jefe no decide nada'», afirma. Y añade que por lo general a los empleados les gusta lamentarse sobre sus superiores.
Pero ¿se trata de quejas justas? «La percepción de lo que corresponde a un buen o mal jefe es muy diferente y está directamente relacionada con las propias expectativas», apunta la mediadora y entrenadora Maxi Weiss.
LOS MALOS LIDERAZGOS SON MUY DAÑINOS
Slaghuis manifiesta que no cualquier jefe con su propio estilo de liderazgo se adapta a cualquier empresa. Además, asevera que la sentencia de «buen o mal jefe» suele depender de la generación a la que pertenezcan los empleados.
Por ejemplo, a muchos jóvenes les gustaría contar con más libertad para proyectos y libertad en relación a sus superiores, mientras que los empleados mayores aspiran a más estructura y seguridad.
«Por eso los jefes deben desarrollar una conciencia sobre qué es importante para cada uno de sus empleados en el trabajo y conducirlos de manera individual», indica el experto.
Por supuesto, no se trata de una tarea fácil. Pero vale la pena mantenerse atento a la dinámica entre los directivos y los trabajadores.
Según puntualiza Ute Bölke, si los empleados consideran que su jefe es incompetente, esto puede tener consecuencias de largo alcance. Entonces, indica, se favorece el «mobbing» y se perjudican el espíritu de equipo y la motivación. «Esto puede manifestarse en un alto número de bajas por enfermedad o en una constante fluctuación».
LOS SUPERIORES NO SON VIDENTES
La mediadora Weiss recomienda que, antes de que la situación escale en tal medida, debería buscarse el diálogo con el superior. Asegura que una posibilidad para ello son las clásicas reuniones regulares entre jefes y trabajadores.
«Allí suele tratarse de cuestiones como: ¿Cómo le va a cada uno con sus tareas? ¿Se corresponden las exigencias con las capacidades? ¿Se espera algo diferente a futuro?», apunta.
En caso que este tipo de conversaciones no tengan lugar, la experta opina que el trabajador debería buscar darle su «feedback» al jefe en una conversación a solas.
Lo importante es percatarse de que no necesariamente el jefe se da cuenta de que uno está disconforme. «Los superiores no son videntes», subraya Slaghuis.
Además, aclara que en la charla hay que fijarse que la crítica no suene a acusación. «Los trabajadores deben describir cómo perciben el liderazgo de su jefe y qué cosas desearían más o bien que fueran diferentes», recalca.
Y añade que esto se puede hacer exponiendo situaciones concretas. Quien tenga una jefa que controle cada paso que da su empleado, deberá dejarle en claro qué consecuencias tiene esta medida para el propio trabajador. Por ejemplo, que lo coloca bajo presión, lo angustia o le indigna la falta de confianza en su persona.
EL CAMBIO DE TRABAJO, LA ÚLTIMA SALIDA
Slaghuis opina que quien fracase en este camino con su superior inmediato deberá recurrir al «anteúltimo recurso»: el departamento de personal, el comité de empresa o la siguiente instancia jerárquica, para hablar sobre este problema. Lógicamente esto repercutirá en los vínculos con el jefe.
Sin embargo, Slaghuis admite que, cuando la situación afecta la salud, no queda otra opción que realizar un cambio. Pero acota que no siempre se debe llegar tan lejos, y que muchas veces alcanza con destrabar la propia posición negativa.
El experto recomienda observar al jefe con otro tipo de mirada. «Interpretamos permanentemente el comportamiento de otros sin indagarlo», apunta.
Slaghuis sostiene que en nuevas situaciones ya no se observa con atención, sino que se juzga en base al patrón preestablecido. Por lo tanto, recomienda dar un paso atrás e intentar ponerse en el lugar del jefe.
«Los empleados deben salir del ‘modo guerra’, porque también los jefes son colegas que están interesados en un buen trabajo en conjunto», concluye.
Por Elena Zelle (dpa)