Berlín, 29 sep (dpa) – En la parte delantera de la sala, Bernd Schmelzer habla de los duros tiempos que siguieron a la reunificación alemana. En 1993, él y sus compañeros se opusieron con una huelga de hambre al cierre de la mina de potasio de Bischofferode, en Turingia.

Según cuenta este hombre de 65 años, los políticos prometieron entonces «el oro y el moro». A pesar de ello, la empresa fue liquidada. Entonces aprendió: «Ya no confío en la política», dice Schmelzer. En la parte trasera del público, muchos asienten con la cabeza. La sala está llena.
Treinta y cinco años después de la reunificación, esta noche, en el centro comunitario del barrio berlinés de Weissensee, se vuelve a hablar de la agencia fiduciaria encargada de las privatizaciones Treuhandanstalt, de los despidos masivos y de la desaparición de las empresas de la República Democrática Alemana (RDA).
Se trata del impacto de la reunificación, de una patria perdida. Muchos aquí coinciden en que muchas cosas salieron mal. Y, de alguna manera, los errores parecen no prescribir nunca. El ambiente es sombrío en la antesala del aniversario de la reunificación, el 3 de octubre.
Tres de cada cuatro alemanes orientales ven más bien lo que los separa
En una encuesta de Forsa para la Fundación Federal para la Revisión de la Dictadura del SED (el partido único que había en la extinta RDA), solo el 35 % de los alemanes de todo el país afirma que Alemania Oriental y Occidental se han convertido en gran medida en un solo pueblo. En 2019, la cifra era del 51 %, pero desde entonces ha vuelto a descender.
Hoy en día, el 61 % de los encuestados considera que lo que los separa es mayor. En Alemania Oriental, esta cifra alcanza incluso el 75 %. Tres de cada cuatro.
Sin embargo, el 3 de octubre de 1990 reinaba la euforia cuando los cohetes iluminaban el cielo nocturno de Berlín. En los turbulentos meses anteriores, los alemanes orientales se habían deshecho de la dictadura del Partido Socialista Unificado SED, habían dado la señal para una rápida reunificación en las urnas y habían logrado la introducción del marco alemán.
Muchos celebraron el fin de 40 años de división alemana, la eliminación de la frontera mortal y la revolución pacífica en la RDA que lo había hecho posible. ¿Por qué parece que queda tan poco de todo eso?
Condiciones de vida desiguales
El sociólogo de Alemania Oriental Steffen Mau ha abordado este tema en su libro «Ungleich vereint» (Unidos de forma desigual). En una entrevista con dpa, recuerda que las condiciones de vida son desiguales.
«En Alemania Oriental, por ejemplo, el sector de bajos salarios es especialmente grande y la riqueza está tan desigualmente distribuida que en el Este solo se recauda una fracción del impuesto de sucesiones», afirma Mau.
El Instituto Ifo cita otros ejemplos en un estudio: los salarios por hora en el Este son un 12 % inferiores a los del Oeste, y la capacidad económica alcanza el 86 % de la del Oeste. Según los datos oficiales, el desempleo también sigue siendo algo más alto en el Este. Hasta aquí la visión del Este al Oeste: sigue habiendo una brecha económica.
Extrañeza por la evolución política
Desde la otra perspectiva, muchos alemanes occidentales ven con extrañeza la evolución política. En Sajonia-Anhalt, la última encuesta da un 39 % al partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), y en Mecklemburgo-Pomerania Occidental, un 38 %.
El partido de extrema derecha también está ganando adeptos en el Oeste. Sin embargo, en Renania-Palatinado o Baden-Württemberg, solo obtiene la mitad de votos en las encuestas.
El auge de la AfD es motivo de preocupación, advierte Mau. Dice que la sociedad del Este alemán está siendo «infiltrada», lo que pone en peligro la democracia. «Las personas que se sienten parte de la sociedad civil se repliegan porque se sienten amenazadas, porque hay un clima de miedo e intimidación», afirma el sociólogo. «Se trata de una evolución extremadamente peligrosa».
La gran decepción
Se especula mucho sobre las razones, desde la experiencia dictatorial bajo el SED hasta el impacto de la transición y el desempleo masivo, que apenas se registró en el oeste. La migración y los años del coronavirus han alimentado la desconfianza hacia la política en algunos casos.
Y luego está el sentimiento de ser ciudadanos de segunda clase, de discriminación, de decepción, como describe Dirk Oschmann, de Leipzig, en su bestseller «Der Osten, eine westdeutsche Erfindung» (El Este, un invento de Alemania Occidental).
El exprimer ministro de Turingia Bodo Ramelow, del partido La Izquierda, aborda este tema en el libro «Die neue Mauer» (El nuevo muro) junto con el historiador de Alemania Oriental Ilko-Sascha Kowalczuk, quien deja constancia de la notable frase: «Muchos en el Oeste no tienen ni idea de lo profundo que es el odio hacia el Oeste en amplios círculos del Este». El propio Kowalczuk lo considera grave.
Ramelow, nacido en el Oeste alemán, lo expresa así en una entrevista con dpa: «Con la reunificación alemana, el país ha prosperado mucho económicamente, a pesar de todas las diferencias». Sin embargo, la unidad percibida es diferente en Alemania Oriental. «La parte emocional de la reunificación alemana se está desmoronando».
«Nuestro país es fuerte»
Todo esto suena bastante desalentador. Pero también hay otra perspectiva. El sociólogo Mau recuerda: «No es como en España con Cataluña o en Reino Unido con Escocia: aquí no hay movimientos secesionistas, no es que se quiera recuperar la RDA o separarse». Al igual que en otras democracias, los conflictos giran en torno a los valores liberales, subraya.
Al final de la velada en el centro comunitario del barrio de Weissensee, incluso el antiguo minero Bernd Schmelzer se muestra inesperadamente conciliador. Tras el cierre de la mina y dos cursos de reciclaje profesional, finalmente encontró trabajo como técnico en la localidad vecina y se quedó allí durante 21 años.
«Durante el tiempo que trabajé allí, mi coche creció, mi barriga creció y mi cartera creció», dice Schmelzer riendo. Su pueblo se redujo en un tercio. Pero ahora vuelve a sentir más cohesión. ¿35 años de unidad alemana? «Por supuesto que también lo celebramos. Ganaron todos los alemanes. Eso creo. En retrospectiva».
Por Verena Schmitt-Roschmann (dpa)