(dpa) – Lo que desde hace algunos meses es tendencia en redes sociales como «quiet quitting» (renuncia silenciosa) es conocido en el mundo laboral como «trabajo a reglamento» o «renuncia interna»: en vez de dar todo en el trabajo, los empleados hacen solo lo necesario.
Julia Hapkemeyer, psicóloga y socia ejecutiva en el Instituto EO, especializado en asesorar a organizaciones y particulares sobre cuestiones psicológicas en el ámbito laboral, describe esta renuncia interna como «una postura ante el trabajo en la cual conscientemente retiro mi compromiso».
A ese estado, en general, le antecede una fase en la que se mostró disposición al trabajo y compromiso. Pero luego se produce algo así como una ruptura en cuanto a las expectativas de empleado y empleador respecto de la relación de trabajo.
En dicha relación, si no se reconoce la implicación personal de un empleado, se produce esta renuncia interna, explica Hapkemeyer. Y añade que muchas veces a ello se suma el repliegue con respecto a los colegas. «Si no se cumplen mis expectativas tácitas con respecto a mi empleador, quiero hacer justicia trabajando solo a reglamento».
Según Jannike Stöhr, entre los posibles detonantes figuran también decepciones, como no ser ascendido o ser cambiado de puesto a pesar de un buen desempeño.
La antigua jefa de recursos humanos, que ahora trabaja como asesora de carrera profesional, menciona otro ejemplo: una mujer regresa después de la baja por maternidad y ya no recibe tareas adecuadas. «Las personas quieren hacer un buen trabajo, pero si siempre se las frena, eso puede llevar a la renuncia interna».
También pueden tener un papel ciertas razones estructurales. «Recortes de personal, un ámbito de competencias reducido, estructuras y ámbitos de responsabilidad poco claros a largo plazo, constante sobrecarga o escasa carga de trabajo», enumera Hapkemeyer.
El quiebre interno también lo puede desatar un estado en el que hay «demasiado para hacer pero muy poco margen para tomar decisiones». «Si mi superior, por ejemplo, no me toma en serio en una conversación personal, eso puede llevar al estado de renuncia interna», dice la asesora de organizaciones.
El problema en la resignación interior es que la insatisfacción suele permanecer.
Los empleados mismos pueden constatar a través de diferentes factores que internamente ya renunciaron. «La característica más importante es notar que antes era diferente», indica Hapkemeyer. «Y eso no solo se percibe en el rendimiento, sino en el trabajo con los demás».
Una situación, por ejemplo, puede ser que uno ya no esté dispuesto a esforzarse y preparar al equipo para futuras vacaciones o ausencias. «Porque pienso: que vean cómo se las arreglan la semana que viene».
También el propio estado de ánimo sufre. «A la mañana me levanto mal y no siento alegría y ni siquiera rabia. En las fases previas va disminuyendo la propia energía», describe Stöhr los efectos.
¿Pero hay un camino que sirva para salir de este vacío interno? Hapkemeyer propone encarar el trabajo de otra manera. «Una reevaluación cognitiva puede ayudarme a aceptar la situación como es y decidir permanecer (en ese trabajo)». Quien experimente estrés o insatisfacción permanentes, también puede buscar asesoramiento en alguna instancia externa.
Stöhr aconseja revisar los propios patrones de conducta y tener en claro cómo uno mismo puede influir para mejorar la situación. Las respuestas a las preguntas «¿por qué estoy aquí?, ¿qué es lo bueno de esto?, ¿qué quiero?» pueden ayudar a avanzar. Tener «consciencia sobre el camino propio» generalmente tiene un efecto positivo.
El mejor apoyo para encontrar una salida a este estado lo puede ofrecer un superior, señala. Pero como justamente la relación con los jefes es a veces el detonante de la crisis, también es una opción acudir a recursos humanos o al comité de empresa.
Según Stöhr, también una mediación puede llevar a una mejoría. «A una persona en particular le puede ayudar, llegado el caso, cambiar de sección o tener una nueva tarea», apunta Hapkemeyer.
Si el estado de renuncia interna persiste, el empleado en algún momento debe evaluar sus propias posibilidades. «No siempre es un cambio de trabajo la mejor opción. Si solo hay aspectos que me perturban, tiene sentido dialogar y expresar con claridad la urgencia de que algo cambie», dice Stöhr.
Según Hapkemeyer, también es importante tomar en cuenta la propia salud: en el momento en que se presentan malestares depresivos, uno debería pensar, en lo posible, en cambiar de trabajo o en buscar asesoramiento externo.
De lo contrario, es difícil volver del estado de renuncia interna a la motivación total. «Quizá se pueda comparar con una relación que internamente uno ya dio por terminada», dice Stöhr. Quizá todavía se puede rehacer, pero será difícil de todas maneras.
Por Janin Minkus (dpa)