Tanto en Candás como en el resto de Carreño, cada vez más vecinos dedican tiempo a la lectura, en papel o digital, como compañía diaria y fuente de curiosidad.

Una tarde cualquiera, en un banco frente al puerto de Candás, se puede ver a alguien hojeando un libro mientras el mar marca el ritmo de la lectura. En las cafeterías, en los trenes o en las salas de espera, los móviles y tabletas también se han convertido en pequeñas bibliotecas personales. La lectura, lejos de desaparecer, vive un renacimiento silencioso que se percibe tanto en Carreño como en el resto de Asturias.
Lejos de la idea de que las pantallas habían enterrado al libro, hoy los datos y las costumbres muestran lo contrario. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura 2024, más del 70 % de los españoles leyó algún libro en el último año, y el 65 % lo hace por ocio. Asturias se mantiene dentro de esa tendencia: alrededor del 64 % de la población dedica parte de su tiempo libre a leer, según informes culturales recientes. Son cifras que, sin ser espectaculares, reflejan una recuperación estable del hábito lector y una relación más equilibrada entre el papel y lo digital.
La lectura como refugio y compañía
En Carreño, esa tendencia tiene un rostro humano. La biblioteca municipal sigue siendo punto de encuentro y préstamo habitual, pero cada vez son más las personas que alternan la lectura en papel con los formatos digitales. Algunos vecinos aprovechan el trayecto a Gijón o Avilés para leer desde el móvil o un lector electrónico; otros prefieren el ritual del papel, el olor de las páginas, el lápiz que subraya una frase o marca una idea.
Lo que cambia no es tanto el formato, sino la relación emocional con la lectura. Los libros, las revistas culturales o los artículos en medios digitales se han convertido en compañía diaria, en una forma de desconexión y reflexión frente a la velocidad de la información instantánea. En tiempos donde todo parece urgente, leer es una manera de recuperar el tiempo propio.
Libros y pantallas: aliados, no enemigos
En Carreño y sus parroquias, los lectores ya no se dividen entre “tradicionales” y “digitales”. Cada vez más personas combinan ambos mundos: consultan noticias en portales digitales, leen novelas en papel y descargan ensayos o poesía en sus dispositivos. La convivencia entre ambos soportes se ha normalizado, y en ella hay una oportunidad cultural enorme.
Las plataformas digitales permiten acceder a miles de títulos sin salir de casa, mientras que las librerías y bibliotecas locales conservan el valor del encuentro personal y la conversación. El libro físico sigue teniendo una fuerza simbólica que ninguna pantalla puede sustituir: se regala, se presta, se anota, se hereda. En cambio, lo digital amplía el acceso y facilita la lectura a quienes antes tenían menos tiempo o espacio.
Ambos formatos no compiten; se complementan. En muchos hogares de Carreño conviven el lector electrónico y la estantería repleta de libros. Esa dualidad no es una contradicción, sino el reflejo de un nuevo equilibrio cultural.
Un hábito que fortalece la comunidad
La lectura también tiene un efecto social: mejora la cohesión y el pensamiento crítico. En Carreño se nota en los clubes de lectura, en las tertulias de las bibliotecas o en los encuentros literarios que de vez en cuando llenan de vida los espacios municipales. Cada vez son más frecuentes los talleres para niños, las ferias locales y las iniciativas que vinculan la lectura con otras artes, como la música o la fotografía.
Este impulso lector no solo enriquece la cultura local, sino que refuerza la identidad del concejo. Leer sobre el lugar propio —sus paisajes, su historia o su gente— crea arraigo, mientras que abrirse a lecturas globales amplía la mirada. Candás, con su tradición marinera y su espíritu curioso, encuentra en los libros y las pantallas una ventana doble: hacia sí misma y hacia el mundo.
Lectura y bienestar
Otro fenómeno creciente es la lectura como forma de bienestar personal. Muchos vecinos de Carreño destacan que leer les ayuda a reducir el estrés o a desconectarse de la rutina. No es casual: estudios de la Organización Mundial de la Salud han señalado que leer de forma habitual mejora la concentración, fortalece la memoria y tiene efectos positivos en la salud mental.
En un momento en que las redes sociales saturan la atención, los libros —en cualquier formato— siguen siendo un refugio de silencio. En ese gesto íntimo de pasar páginas o deslizar una pantalla, la mente recupera calma. La lectura se convierte, así, en una forma de autocuidado accesible para todos.
Mirando hacia adelante
El crecimiento del hábito lector es también una oportunidad económica y cultural. Carreño podría reforzar este movimiento con iniciativas locales: programas escolares de lectura compartida, ferias de libro, rutas literarias, espacios públicos dedicados a la lectura o incluso bancos de intercambio de libros en plazas y parques. Son pequeños gestos que transforman un hábito individual en una práctica comunitaria.
Además, las nuevas tecnologías abren la puerta a la creatividad local. Muchos autores asturianos y proyectos culturales han encontrado en los medios digitales un espacio para publicar, difundir y conectar con nuevos lectores sin perder su raíz territorial.
Una comunidad que vuelve a leer
Candás y Carreño no son una excepción en el mapa global de la lectura, pero sí un ejemplo de cómo lo pequeño puede reflejar las grandes tendencias del mundo. Las cifras nacionales e internacionales confirman que el hábito lector resiste y se renueva. Lo interesante es observar cómo, a nivel local, esa costumbre se mezcla con la vida cotidiana, con el paseo, el café, la pausa entre jornada y jornada.
En un concejo que valora la conversación y el encuentro, leer sigue siendo un acto de confianza: en las ideas, en las palabras y en el tiempo. Porque, al final, cada libro —sea de papel o digital— es también un modo de estar acompañado.