(dpa) – En la tercera edad uno ya lleva un largo tramo de vida recorrido. El compañero o la compañera quizá ya murió o la relación terminó. Pero, ¿qué pasa si eso cambia? ¿Qué pasa si uno permite la entrada de otra persona en su vida, también a edad avanzada?
En ese caso hay que, sobre todo, enfrentarse a las propias expectativas. Y es que: «En la tercera edad, algunas cosas son diferentes», dice Dorothee Döring, pedagoga nacida en 1949 que no solo escribió un libro sobre la búsqueda de pareja en edad avanzada, sino también uno sobre cómo puede resultar la vida en pareja.
«Uno ya no es tan espontáneo y despreocupado como en los años mozos», señala. Uno carga con problemas, conflictos y experiencias de relaciones anteriores, explica, y agrega: «En la edad madura, además, uno sobre todo no quiere cometer más errores, porque uno quiere haber aprendido de los errores».
¿Se recomienda entonces actuar con cabeza fría, en vez de sentir mariposas en el estómago? Para el psicólogo y terapeuta familiar Matthias Richter, eso no tiene nada de malo.
«Mientras que en la juventud uno pone en primer plano algo así como el enamoramiento, en el caso de parejas mayores más bien se trata de ver qué tanto puede encajar todo en las cuestiones prácticas de la vida», dice el especialista de 66 años, casado en segundas nupcias. «Si uno se puede imaginar encarar juntos los desafíos de la vejez. Ver si hay intereses comunes».
Aun cuando a algunas personas les pueda parecer que en una edad avanzada uno no debería perder el tiempo, es mejor tomárselo con calma y descubrir si la relación funciona o no, recomienda.
Por ejemplo, haciendo cosas juntos. «Después de todo, en la edad se trata sobre todo de organizar el tiempo libre juntos», señala Richter. «Y por eso es que lógicamente debe haber intereses en común».
Pero, sobre todo, no deberíamos esperar «encontrar a alguien que venga sin magulladuras y manías de su vida anterior», especifica Richter. O, por ejemplo, tampoco esperar que el otro cambie totalmente. En vez de eso, es mejor analizar: «¿Puedo vivir con los lados sombríos de la persona elegida?».
Antes de mudarse juntos, Richter recomienda analizar en detalle qué es lo que espera uno de otro. Y probar con antelación diferentes modelos, por ejemplo, vivir un tiempo en la casa de uno, luego del otro, siempre y cuando esto sea posible. «Porque deshacer una mudanza cuando ya se concretó es más difícil», argumenta.
La clave es entonces avanzar paso a paso a este nuevo «nosotros». Eso vale también para el entorno familiar y de amistades de la nueva pareja.
Richter dice que a las amistades previas habría que seguir dejándoles espacio, por ejemplo, para hacer planes o viajes en conjunto, también sin uno mismo.
Y quien espere reunir ante una mesa a los allegados a cada uno en días de fiesta o cumpleaños debería estar dispuesto a despedirse un poco de los rituales acostumbrados. Es bueno sentarse a pensar juntos un nuevo concepto, indica Döring: «Hasta ahora lo hicimos de esta manera. ¿Cómo lo hacías tú? ¿Y cómo lo podríamos hacer en el futuro?».
Es importante, siempre, hablar las cosas. Esa puede ser también en la tercera edad la clave del éxito para las relaciones. Quien lo logre, quizá no deba esperar una vida completamente nueva a partir de un nuevo amor. Pero: «Se pueden pensar y llevar a cabo cosas de una manera diferente, propia», señala Döring. «O poner otras prioridades o vivir aquello que antes no llegamos a vivir».
Por Jessica Kliem (dpa)