(dpa) – Por lo general, los pequeños ahorristas que se atreven a incursionar en los mercados para hacer alguna inversión no quieren estar pendientes de la evolución de las acciones. Suelen optar, de un modo más o menos consciente, por una estrategia conocida como «buy-and-hold», que se basa en invertir en ciertos títulos y no hacer mucho más que tenerlos.
En principio, si se trata de tener una inversión a largo plazo, ese tipo de decisión no está mal. «Sin embargo, con el tiempo la composición de la cartera de inversiones suele ir cambiando a raíz de la evolución de los valores y no conserva su estructura original», dice Franz-Josef Leven, vicedirector del Instituto de Acciones de Alemania. «Por eso, los inversores deberían evaluar con regularidad si quieren dejar sus inversiones como están o hacer algún tipo de modificación».
Si uno invierte a largo plazo, lo mejor es optar por diversos tipos de inversión para repartir el riesgo de pérdidas. Un ejemplo sería invertir en acciones, en bonos y en metales preciosos. Los entendidos le llaman «diversificación». El riesgo de la estrategia se calcula tomando el conjunto de la cartera de inversiones. Cuanto más peso tienen las acciones dentro de ese portfolio, más riesgosa resulta la estrategia. Por eso es tan importante que quienes inviertan analicen bien cuál será la opción a elegir.
«Por lo general, una vez escogido el modo de invertir o de distribuir las inversiones, la estructura queda fija durante años», comenta Dirk Rathjen, directivo de otra entidad alemana de inversiones. Rathjen entiende la inversión como un proceso, ya que, una vez que el dinero está colocado es posible ir variando de estrategia y de opciones según cómo evolucionen los cursos.
Un ejemplo: una mujer decide colocar un 70 por ciento de su dinero en acciones y un 30 por ciento en bonos, pero las acciones tienen tan buena evolución en el corto plazo que la mujer prefiere modificar la composición de su cartera a 85 y 15 por ciento respectivamente. En consecuencia, percibe ganancias considerablemente más elevadas, pero también aumenta el riesgo de su inversión.
Si una persona apuesta mucho por una única acción, puede estar creando un gran riesgo para sus depósitos. Para poder retomar cierta senda del equilibrio, la mujer del ejemplo podría volver a reordenar las proporciones de sus inversiones. Ese reordenamiento se conoce como «rebalancing».
Existen diversas opciones para recuperar el sano equilibrio, indica Edda Vogt, especialista en inversiones de la Bolsa de Alemania. Opción 1: «Los ahorristas pueden vender participaciones de las clases de inversión que mejor marchan y colocar ese monto en otros pilares de su cartera», dice Vogt. «La desventaja es que uno renuncia a percibir ese envión de ganancias», pero, por el otro lado, es un modo de asegurar las ganancias ya obtenidas, al menos en parte.
Si, en cambio, el inversor tiene más dinero que quiere invertir, debería con él reforzar la parte de su cartera con menor peso, recomienda Vogt como segunda opción. La tercera: «Si una persona invierte regularmente en un plan de ahorro, puede redireccionar sus cuotas durante cierto tiempo hasta que la distribución esté nuevamente balanceada».
Pero: nadie está obligado a reordenar o reestructurar la estrategia de inversión. La pregunta que hay que plantearse de vez en cuando es más bien si la estructura del portfolio de inversiones sigue estando a la altura de los objetivos que uno pretende alcanzar, precisa Leven.
«Eso puede cambiar en cualquier momento.» Si alguien, por ejemplo, hereda de pronto una suma, puede estar más dispuesto a asumir un mayor riesgo con ese dinero inesperado, ejemplifica. «La situación económica general también puede ser un factor de peso en la decisión», prosigue Leven. Si la economía atraviesa un florecimiento o una depresión, tendrá consecuencias en la predisposición de asumir o no riesgos financieros.
La experta Vogt recomienda tomar decisiones pragmáticas. «Los inversores deben echar un vistazo a su cartera de inversiones una vez por año y evaluar si la distribución tiene sentido». Quien así lo desee, puede además examinar su porfolio cuando se den fenómenos de mucho peso, sea una caída fuerte en las Bolsas o un disparo excesivo de valores.
Quienes necesiten ayuda para tomar una decisión pueden ponerse valores límite a partir de los cuales decidan actuar. Por ejemplo, cuando las cifras difieran en un cinco o un diez por ciento de la distribución deseada. Esto también tiene la ventaja de no tener que readaptar la distribución de las inversiones con demasiada frecuencia, sobre todo teniendo en cuenta que las transacciones suelen estar asociadas al cobro de comisiones y aranceles.
«El reordenamiento frecuente de las inversiones cuesta sumas innecesarias», advierte Vogt, quien por ello recomienda que los inversores tracen una línea clara y bien analizada de su estrategia de «rebalancing».
Por Annika Krempel (dpa)