Seguro que en algún momento de tu vida te has planteado, aunque fuera por una décima de segundo, acudir a los servicios de una vidente o una tarotista, de una experta en las artes esotéricas, para saber si era capaz de ayudarte en un asunto que te tenía especialmente preocupado. Seguro que, además, alguien te recomendó y te dio el teléfono de una vidente sin gabinete para echarte un cable.
Tendemos a creer, e incluso a temer, aquello que desconocemos. Por un motivo que aún no se ha podido distinguir con exactitud, el ser humano confía en aquellos que dicen tener acceso a información privilegiada, a aquella que les llega de forma diferente, de algo que solo ellos pueden ver, oír o percibir.
El esoterismo tiene algo realmente atractivo para el ser humano, pero nadie ha sabido jamás explicar por qué creemos en ello.
Monstruos legendarios, poderes, hechizos, embrujos, espíritus, influencias telepáticas, hadas, duendes… Todo eso que parece formar parte de un mundo oculto es lo que nutre al esoterismo. Todos esos fenómenos extraños, paranormales, que carecen de explicación lógica y parecen responder a la actividad de algo oculto a ojos de muchos pero perceptible para personas que tienen un don especial.
Miembros de todas las ramas relacionadas con la mente humana y el factor social (sociólogos, psicólogos, etcétera) se han preguntado desde hace incontables años por qué el ser humano tiene esa tendencia a creer en la existencia de algo oculto, en el poder del tarot y de la videncia. Siendo pragmáticos, no hay nada científico que avale que existen fenómenos relacionados con el más allá, pero nuestra naturaleza nos invita a tener siempre el ronroneo en la cabeza de que sí, de que sí hay algo fuera de lo normal envolviendo a todo nuestro mundo.
Hay multitud de escritos al respecto, firmados además por auténticas eminencias en lo referente a la mente humana. Algunos lo achacan a la ignorancia, al miedo a la ciencia, a la falta de pensamiento crítico y a un sinfín de más aspectos negativos que consideran vitales para favorecer esa tendencia a creer en algo más allá; pero lo cierto es que cualquiera, independientemente de su procedencia, su formación y su entorno puede plantearse serias dudas sobre la existencia de un mundo oculto.
La teoría más defendida por los intelectuales es que las personas creen en las cosas raras porque, simplemente, se sienten bien al hacerlo, les gusta y les consuela pensar que hay entidades ocultas o superiores que lo orquestan todo de forma invisible. También que para aprender y versarse en cualquiera de estas pseudociencias no es necesario invertir años en investigación, además de que tampoco se requieren fuertes conocimientos científicos. Básicamente, que son fáciles.
Otra explicación plausible, de hecho una de las más extendidas, es la necesidad de tener una explicación para fenómenos que parecen carecer de lógica, incluso la necesidad de pensar que hay algo que ha sido capaz de llevar a cabo esa casualidad que tan bien te ha venido, o tan mal.
También cabe decir que, dentro de ese amplio parapeto que es la pseudociencia, hay factores que gozan de algo más de lógica y otros que, simplemente, son excesivos. Un supuesto profesor, por ejemplo, exponía en uno de sus libros que era capaz de excitar mujeres a distancia. Evidentemente, suena a locura pensar en la capacidad de atraer a alguien sin ningún tipo de contacto físico ni visual; pero, curiosamente, este «especialista» logró embolsarse una buena cantidad de dinero explicando su método y ofreciendo consulta a los que acudían, desesperados, a aprender de él.
La desesperación, por cierto, apunta a ser otro de los elementos que llevan a muchos seres humanos a creer en estas artes oscuras o alternativas. Casos extremos, como la inminente pérdida de un familiar, una condena legal a punto de ejecutarse o una relación que se acaba hacen a muchos acudir a la ayuda de expertos en busca de respuestas. En estas situaciones, por cierto, es donde las videntes y tarotistas tienen mucho que decir. Nunca ha terminado de evaluarse si su actividad es realmente efectiva o no, pero lo cierto es que hay algunos casos registrados que asombrarían al más escéptico del planeta.
El problema de toda la urgencia de estos casos extremos es que se convierten en el agosto de muchos aprovechados. Hay quienes pregonan a los cuatro mares ser los mayores expertos del esoterismo, con métodos infalibles para vaticinar el futuro o remediar esa situación casi sin solución. Pero realmente, lo único que saben hacer es aprovecharse del necesitado para sacar tajada.
En definitiva, hay muchas teorías que tratan de esbozar la explicación definitiva a por qué creemos tanto en el tarot como en otras tantas artes del esoterismo; pero ninguna ha acertado a dar de pleno en ello. Puede que sea porque realmente no hace falta una explicación y estemos ante una ciencia o pseudociencia veraz, o puede que no…