(dpa) – Enviar mensajes de voz en lugar de escribir o llamar por teléfono se está convirtiendo en la norma. Esto lo confirman los últimos datos de WhatsApp: el mayor servicio de mensajería envía siete mil millones de mensajes de voz al día. Según la compañía, los usuarios pueden utilizarlos para «comunicarse con los demás de forma más rápida, fácil y también a un nivel más personal». Sin embargo, los mensajes de voz no solo cuentan con aficionados.
«En la vida cotidiana se puede observar que muchas personas se molestan cuando reciben mensajes de voz. Con el propio hijo, el nivel de tolerancia es quizás aún mayor. Pero todo lo que va más allá de la esfera emocional familiar más cercana se vuelve muy, muy molesto para la gran mayoría en algún momento», asevera el experto digital Gerald Lembke, profesor alemán de Economía y Gestión de los Medios de Comunicación dedicado al estudio de los mensajes de voz y su uso.
«Los usuarios dicen que les gusta enviar mensajes de voz, pero no les gusta escucharlos. ¿Por qué? Grabar algo rápidamente mientras se hace otra cosa, de pie en la caja del supermercado o sentado en el coche, es muy fácil, pero escuchar un mensaje de voz requiere una acción», explica Lembke. El problema es que la comunicación con mensajes de voz es asíncrona, es decir, llega con retraso: alguien los graba y los envía, otro los escucha posteriormente.
«Los mensajes de voz son una comunicación unidireccional», señala Lembke. Desde un punto de vista teórico, añade, se trata incluso de una simplificación: «Uno es independiente de la reacción del receptor y eso facilita la comunicación, ya que es unidireccional y no está diseñada para la interacción».
Si alguien no va a estar disponible transitoriamente y el asunto no es urgente, este tipo de comunicación «tiene mucho sentido», explica Lembke, y acota que, si se trata de hacer arreglos con muchas personas, la conversación telefónica sincrónica es más eficaz y productiva.
«Si se quiere comunicar una fecha, por ejemplo, no es necesario incrustarla en un mensaje de voz de varios minutos, sino que es mejor enviarla como texto, porque así el destinatario puede verla inmediatamente y buscarla fácilmente más tarde», opina Dorothea Adler, miembro de la Cátedra de Psicología de los Medios de Comunicación de la Universidad de la ciudad alemana de Würzburg y especializada, entre otros, en mensajes de voz.
Algunas personas divagan un poco al grabar: «El lenguaje hablado es menos planificable que el escrito. Se puede pensar en lo que se quiere decir de antemano, pero probablemente siga habiendo una discrepancia entre lo planificado y lo dicho», explica Adler. «Mientras que con el texto se puede releer lo que se ha escrito y hacer cambios para que se adapte mejor al mensaje del destinatario, con el lenguaje hablado es más probable que uno se vaya por las ramas. Eso es probablemente lo que crea cierta longitud. A algunas personas les gusta que alguien se explaye y exponga sus pensamientos y sentimientos. Aunque un mensaje de texto también puede ser personal, resulta ser más concentrado y enfocado».
Algunas cosas ya se transmiten por los ruidos de fondo. «Por ejemplo, oigo cuando una amiga está en una fiesta y suena la música. Esto me permite participar mucho mejor y percibir las emociones auténticas a través del lenguaje y así también sentirme más cerca de la persona», cita Adler como ejemplo. «La persona no solo habla más, sino que también puede hablar un poco más rápido y con más melodía cuando está contenta. Esto significa que no solo puedo saber cómo se siente esta a través de la palabra hablada, sino también a través de la voz y el tono de la misma».
Adler explica que reír, hablar más rápido, susurrar, hacer una pausa para pensar puede transmitir un mensaje. Sin embargo, acota, es importante que ambas partes estén de acuerdo con el canal elegido. «También es una cuestión de sensibilidad: si envío a alguien un mensaje de voz y la persona con la que hablo responde constantemente con texto, probablemente me percataría en algún momento de que desea seguir comunicándose de esa forma y le preguntaría o bien dejaría de enviar mensajes de voz», explica Adler. A la inversa, añade, el destinatario también puede decir que prefiere hablar por teléfono o recibir mensajes escritos.
Lembke también aconseja tomar una decisión clara: «Sí, quiero comunicarme así, o no, prefiero no hacerlo. Si digo que no quiero mensajes de voz, entonces puedo discutirlo por teléfono con quienes me envían algunos. Sin embargo, a mucha gente le cuesta tomar esa decisión».
Por Ann-Kristin Wenzel (dpa)