(dpa) – Un velero tatuado en el antebrazo. Otros tatuajes más pequeños como una brújula y un ancla un poco más ocultos. A ellos se suman una barba espesa y una camisa pescadora. El aspecto de Fiete Sturm es el de un verdadero marinero.
El hombre de 38 años juega conscientemente con el estereotipo. Sturm es diácono. Desde 2015 dirige la Casa de la Misión Marinera Alemana en el Puerto Maderero de Hamburgo-Altona.
El edificio de ladrillos de cinco plantas ubicado en la Grosse Elbstrasse cuenta con 36 habitaciones que antes estaban reservadas exclusivamente para los hombres de mar.
También hoy en día son ellos los que siguen teniendo prioridad. Pero cuando hay camas libres, lo que ocurre casi siempre, también pueden pernoctar allí turistas, viajeros de negocios, asistentes a ferias y mochileros.
En la elección de las habitaciones no hay disputa posible entre turistas y marineros. Estos últimos siempre prefieren las traseras, asegura Sturm. «Dicen que el agua y los contenedores para ellos equivalen al trabajo y que los ven todos los días».
Por lo tanto, los turistas casi siempre obtienen la habitación deseada con vista al puerto, aunque sin muchos lujos. Frecuentemente ni siquiera tienen televisor.
Los contenedores básicamente modificaron el trabajo en el puerto y así también el de la Misión Marinera. Los tiempos muertos son cada vez más cortos. Los marineros apenas bajan de los barcos.
Por lo tanto, los empleados de la Misión Marinera los visitan en sus embaracaciones. O los buscan con un autobús y los llevan al «Duckdalben», un club de marineros en pleno puerto.
De todas maneras, si se analiza un año entero, los marineros activos siguen siendo el 75 por ciento de los huéspedes en el edificio de Hamburgo-Altona, dice Fiete Sturm. Son sobre todo filipinos, cuyo contrato comienza o termina.
Sturm quiere ofrecer a los marineros «un poco de hogar», con conexión inalámbrica y papas fritas. Éstas últimas las sirven en el sótano, donde está el club, el «corazón de la casa». Ahí también se les presenta a los turistas la posibilidad de encontrarse y conversar con los marineros.
Por Wolfgang Stelljes (dpa)