Berlín, 20 dic (dpa) – Miles de niños de todo el mundo sueñan estos días con los regalos que les traerá Papá Noel en Nochebuena o la mañana de Navidad. Otros tendrán que esperar hasta el 6 de enero, cuando llegan sus majestades los Reyes Magos, pero la ilusión es la misma. Y casi siempre, la fe en estos personajes que hacen realidad sus deseos la transmiten los propios padres.
Sin embargo, hay también voces que cuestionan las bondades de estas «mentiras piadosas». Así, según un estudio reciente publicado en la revista «The Lancet Psychiatry», el cuento de Santa Claus podría afectar a la confianza entre los niños y sus progenitores. A la larga, resulta imposible mantener la mentira: «En algún momento, los niños averiguan que sus padres los han engañado descaradamente durante años», escriben Christopher Boyle, de la universidad británica de Exeter, y Kathy McKay, de la de New England (Australia).
La burbuja explota cuando los hermanos mayores, terceros o incluso los propios padres se van de la lengua. Y entonces llega el drama. Según Boyle y McKay, en este tipo de situaciones los niños se plantean muchas preguntas: Si la historia de Papá Noel era mentira, ¿cuántas veces no me habrán contado papá y mamá la verdad? Como consecuencia, las hadas, la magia e incluso Dios son puestos en duda.
Los científicos no argumentan con el dedo acusador, sino que más bien recuerdan su propia infancia y la gran decepción que sufrieron cuando la ilusión por la llegada de Santa Claus se hizo añicos. «La magia se había roto. Adiós a la fuga de realidad que durante un par de meses comparten niños y adultos. La Navidad nunca volvió a ser lo mismo», explican.
Pero, ¿es la mentira realmente dañina para los niños? Para el psicólogo berlinés Peter Walschburger, «la historia de Papá Noel enriquece a los niños pequeños». Y es que según argumenta, los mitos, cuentos y rituales ejercen un contrapunto agradable a la explicación racional sobre el mundo. «Las personas necesitamos ambos: un pensamiento racional y la fantasía». En este sentido, las mentiras gozan de una larga tradición: desde el comienzo de los tiempos, el ser humano se ha servido de la fantasía para explicar sentimientos como la nostalgia, la seguridad, el duelo o el apego.
Además, este tipo de engaños también se utilizan para transmitir a los más pequeños valores como el bien y el mal. Hasta los cuatro años, un niño no es capaz de distinguir entre realidad y ficción, explica el experto. Sólo a partir de entonces son capaces de entender el punto de vista de los adultos y comienzan a comportarse de forma cada vez más crítica con sus padres. Así, cuando topan con incongruencias como cuadrúpedos que vuelan, surge una oportunidad para el diálogo, apunta. «Los padres pueden explicar que se trata de un cuento, pero que en esencia tiene un mensaje bueno o verdadero».
Para Boyle y McKay, los padres que crean en sus hijos la ilusión de Santa Claus obtienen también algo de ese proceso, pues les permite «regresar a una época en la que ellos mismos creían que existía la magia». De esta manera, vuelven en cierto modo a ser niños. El mismo argumento explica, por ejemplo, la fascinación de los adultos con cuentos y películas infantiles como el universo «Harry Potter». Y al igual que muchos padres, a veces los propios niños anhelan estas historias navideñas. Por eso, años después de conocer la mentira, muchos hacen como si no lo supieran.
Por Gisela Gross