(dpa) – La perdiz nival, la liebre de las nieves, la marmota y la cabra montés son animales que se han adaptado y pueden sobrevivir a temperaturas bajo cero en paisajes alpinos ampliamente nevados. Pero, ¿qué ocurre cuando falta la nieve y hace un calor en parte primaveral?
Por ejemplo, en el caso de la perdiz nival, está en condiciones de enfrentar el frío más intenso, el viento y el hielo. En su cueva de nieve duerme en invierno bien protegida de la intemperie y de los enemigos, y únicamente sale para buscar comida.
Pero actualmente todo es diferente: los animales están expuestos a la intemperie sin protección, porque no hay nieve en la que esconderse. A los zorros o las aves de rapiña la tarea se les facilita, porque el plumaje blanco de la perdiz nival puede divisarse desde lejos en el verde paisaje.
Las consecuencias del cambio climático también afectan a los animales especialmente adaptados a las condiciones invernales. «Es una conclusión errónea lo que mucha gente piensa: que, si hay poca nieve en invierno, la fauna salvaje no tendrá problemas. Esto es lógico para muchos, pero desgraciadamente no es cierto», afirma Florian Bossert, responsable de la zona de las montañas de Mangfall en la prefectura del distrito de Miesbach, en el sur de Alemania.
Según Bossert, las poblaciones de marmota ya disminuyeron en la región alpina. Es cierto que hay más alimentos debido a la mayor duración de la fase de vegetación. Pero, a causa de la falta de nieve, no cuentan con capa aislante para la hibernación en la madriguera.
El problema también afecta a otros roedores, erizos y murciélagos. Según la asociación de protección de la naturaleza (Bund Naturschutz) de Baviera, los inviernos cálidos son una de las razones del declive del lirón careto, que se despierta más frecuentemente en los periodos cálidos y consume entonces mucha energía. Esta le falta a finales del invierno para sobrevivir hasta la primavera.
La protección la proporciona especialmente la nieve suelta, tal como cae a temperaturas bajo cero. Entonces queda atrapado allí el aire, que «actúa como un edredón», explica Klaus Hackländer, biólogo especializado en fauna salvaje y miembro de la junta directiva de la Fundación Alemana para la Fauna Salvaje. Pero cada vez hay más nieve húmeda, o directamente ni cae.
La liebre de las nieves y el armiño también padecen la falta de nieve. Al igual que la perdiz nival, su pelaje blanco las convierte actualmente en presa fácil para los enemigos.
Solo los polémicos cañones de nieve parecen ofrecer refugio. Se dice que los armiños sobreviven mejor en las laderas nevadas, porque allí es menos probable que los descubran sus enemigos, señala Bossert citando observaciones realizadas en el Tirol.
El cambio de pelaje marrón a blanco no está relacionado con el entorno real, sino con la duración del día. Un estudio publicado en la revista especializada «Science» demuestra que las liebres de patas blancas (o con raquetas de nieve o liebre americana) (Lepus americanus) solo pueden acelerar ligeramente el cambio de color.
Para los animales, hay dos posibilidades en vista del cambio climático, comenta Hackländer: «O bien los animales aprenden nuevos comportamientos a partir de la experiencia o bien se modifica la información genética de poblaciones enteras».
Este último es un proceso lento en el que los genes mejor adaptados prevalecen de generación en generación. Esto puede no ser lo suficientemente rápido en poblaciones pequeñas con poca descendencia.
Para animales especializados en el frío desde la última glaciación, como la perdiz nival, el gallo lira y el urogallo, el invierno actual es «lo peor que les puede pasar», afirma Bossert. Sin cuevas de nieve, se ven obligados a sobrevivir a temperaturas bajo cero en el exterior.
En las montañas de Mangfall, la perdiz nival está extinguida como ave reproductora desde 2010, precisa Bossert. En otros lugares, las poblaciones disminuyeron. «Está por verse si esta especie de gallina será capaz de adaptarse al cambio climático, porque la densidad de población y el número de crías son bajos», acota Hackländer.
Además, los animales que ya de por sí no son buenos voladores en verano despegan aún peor del suelo en invierno. Para poder digerir el alimento invernal compuesto por agujas de pinos, tragan también pequeñas piedras, y pesan así un tercio más en invierno que en verano.
Aunque los excursionistas y turistas rara vez llegan a ver a los animales, las perturbaciones causadas suelen costarles a estos últimos sus escasas reservas de energía. Los animales huyen y pueden morir de agotamiento. Por eso, los ecologistas y la Asociación Alpina Alemana instan a la gente a permanecer en los senderos.
Asimismo, las cabras salvajes de los Alpes y las gamuzas también se ven afectadas por el calor. Frecuentemente escarban en vano en busca de hierbas y líquenes cuando en el suelo se formó una capa de hielo procedente de la nieve ligera durante las fases cálidas.
También la temperatura les resulta demasiado elevada. El rebeco suele buscar refugio en el bosque en verano. Y, no menos importante, frecuentemente faltan alimentos en la alta montaña, porque el crecimiento de pastos y yuyos se adelanta a la primavera debido al cambio climático.
Algunos inviernos con poca nieve no suponen un gran problema, afirma Ulrich Berkmann, responsable de protección de la naturaleza de la Asociación Alpina Alemana (DAV). «Pero hay que tener en cuenta las consecuencias a largo plazo: ¿cómo cambia el ecosistema? Esa es sin duda la cuestión más importante».
La advertencia al unísono es que resulta imprescindible intensificar los esfuerzos por la protección del clima. Berkmann sostiene que «la conclusión es definitivamente mantener el cambio climático lo más contenido posible».
Por Sabine Dobel (dpa)