Madrid, 31 ago (dpa) – Una pista de baile, una calle en fiestas o un bar cualquiera: todos arrancan a bailar cuando suena «Dura», de Daddy Yankee, una de las canciones más escuchadas este verano en España y muchos otros países. Es el ritmo de un género polémico como pocos, tan popular como denostado, que ha llevado la música latina a lo más alto del panorama internacional. Y el «boom» no ha hecho más que empezar.
La culpa la tuvo «Despacito». El hit de los puertorriqueños Luis Fonsi y Daddy Yankee rompía todos los techos en 2017, al convertirse en la canción más escuchada de la historia en las plataformas de streaming y liderar la lista «Billboard» durante 16 semanas seguidas. Más de dos décadas después de su nacimiento, el reguetón salía de su hábitat latino para instalarse en la conciencia musical del mundo.
Aunque no sin polémica. Preguntar por el reguetón supone desatar el debate al instante. «Me gusta el reguetón y no hago mucho caso a la letra», dice a dpa en una fiesta en el centro de Madrid Ana Rodríguez, en referencia a las polémicas levantadas por el explícito contenido sexual de las letras. «Porque desde que Daddy Yankee saltó al panorama musical con «Gasolina» (2004) esta música hace que todo el mundo se suelte a la hora de bailar y no se quede sólo en la barra bebiendo».
Sobre el también criticado alto voltaje sexual del perreo, la forma más popular de bailarlo, esta farmacéutica de 27 años lo tiene claro. «Por perrear no quiere decir que me vaya a ir a la cama con cualquiera».
No opina lo mismo Nacho E. García, periodista de 28 años. «Admito que es una música que incita a bailar, pero a mí me suena todo igual». «Lo peor de todo es que ha invadido las noches. Ya es casi imposible salir de fiesta y no escuchar reguetón», se queja.
Davinia, que prefiere no dar su apellido, va más allá: «Salvo excepciones, considero que el reguetón es una música vulgar e ignorante y una bofetada en la cara para la mujer y la gramática española».
Las críticas por lo que algunos consideran mala calidad musical y por las letras, tachadas de sexistas y machistas y que motivaron incluso intentos de censura, han acompañado a este polémico género desde su nacimiento en la década de los 90.
Su cuna oscila entre Panamá y Puerto Rico, donde los músicos callejeros empezaron a mezclar reggae jamaicano con rap para hacer una versión propia del hip hop estadounidense en lo que el periodista y experto musical Víctor Lenore define como «un gesto antiimperialista y también antipuritano».
En Puerto Rico era sólo un género conocido como «underground» hasta que el productor del artista panameño El General acabó bautizándolo al visionar que se trataba de un «reggae muy grande».
Del Caribe primero pasó al sur del continente americano, donde fue clave su gran salto a Colombia, que años después se convirtió en la gran meca del reguetón. Estaba ya avanzado el nuevo milenio cuando a los primeros artistas caribeños como Don Omar, Calle 13, Tego Calderón o un jovencísimo Daddy Yankee se sumaban estrellas colombianas como J.Balvin, Maluma o incluso Shakira.
Un género marginal pasaba a instalarse en un boom comerial a cuyo carro empezaba a subirse la industria, que en los años posteriores no dejaba de encumbrar a nuevas promesas, como los puertorriqueños Ozuna o Bad Bunny. Artistas que salían de la calle o de trabajar en un supermercado para llenar estadios en carreras cada vez más meteóricas.
En ese tiempo también sufrió una evolución musical y se fue «asimilando, limpiando y haciendo más accesible para todo el público», considera el periodista cultural Guillermo Arenas. «La versión que escuchamos ahora es menos cruda, menos salvaje».
En 2017, el terreno estaba preparado para que «Despacito» diera el gran golpe, logrando el encumbramiento absoluto de la música latina y el nacimiento de un auténtico fenómeno musical y social capaz de hacer tambalear la hegemonía musical anglosajona.
«La próxima Madonna podría ser latina», afirma Arenas para ilustrar el que considera el gran logro del reguetón: la posibilidad de generar una estrella mundial número uno que sea latina.
Pero ¿quién podría ser esa superestrella? «Los superventas con carreras que tienen pinta de ser muy largas son Bad Bunny, J.Balvin, Maluma y Ozuna», apunta Lenore. Algunos de ellos se han apuntado también al trap, un subgénero del rap más nuevo que está causando furor.
Muchos se preguntan por ello si el trap no tomará el testigo y si el reguetón no habrá tocado ya su techo musical y comercial con «Despacito». Pero Lenore lo tiene claro: «Estamos en el kilómetro cero, esto no ha hecho más que empezar». Parecía que el fenómeno de «Gasolina» en 2004 alargaría un par de años la vida del nuevo género, pero está empezando a despegar en 2018, asegura.
De hecho, el reguetón se ha instaurado como la música de las nuevas generaciones. «Para ellos es la música de su juventud, que no olvidarán nunca».
Con él coincide Arenas. «Esos jóvenes se convertirán en el objetivo de las discográficas, cadenas de radio, etc (…) Esto no se va a quedar en una moda que (…) vaya a morir».
Una de claves está en el negocio. Las marcas empiezan a fichar a estos artistas para sus campañas, cuando antes lo evitaron. Un ejemplo claro es que Coca Cola eligiera a Maluma para hacer la canción del Mundial de Fútbol de Rusia de la marca, «Colors».
Otra clave está en las posibilidades de evolución del género, de mutar y adaptarse a las circunstancias. «Algo posible porque se trata de una música muy permeable y flexible que permite casi todo. No hay límites en el reguetón», defiende Arenas.
Una de esas evoluciones se está viendo ya con la entrada de mujeres triunfando en el género como Betty G o Natti Natasha. También ellas hablan de sexo, con la misma apertura y descaro que sus colegas varones, aunque desde una imagen aún muy sexualizada.
«A la mujer se le sigue pidiendo más, que baile, que enseñe su cuerpo, que salga muy maquillada, mientras los artistas masculinos pueden ir en chándal (mono deportivo) o deportivas y no tienen por qué bailar», critica Brisa Fenoy, compositora y cantante española. «La industria de la música sigue gobernada por hombres heterosexuales que obligan a llevar unas directrices si se quiere entrar en la rueda del éxito».
Un problema que es más de la industria que de una música a la que ya se apuntan muchas mujeres con mensajes abiertamente feministas: además de Fenoy, K-Narias o las Vvitch en España son ejemplos de ello, sin olvidar a la mítica Yvy Queen de Puerto Rico, a la colombiana Karol G o a las argentinas MS Nina o Chocolate Remix.
«Lo de que el reggaetón no es música y es machista ya aburre», decía la propia MS Nina en una entrevista publicada recientemente en un diario español.
No está claro si esta evolución del género acabará con debates y polémicas, pero sí que ya está en marcha. Al margen de discusiones, sigue sonando en bares, discotecas, calles y gimnasios y en un espacio geográfico cada vez más amplio: a España y Latinoamérica se suman ahora Estados Unidos y Europa, donde los artistas también triunfan. Y atención a Asia, donde es cada vez más demandado.
Por Raquel Miguel (dpa)