(dpa) – En pleno corazón de Italia, la hermosa región de Umbría alberga la que podría ser la mayor colección de Mazda MX-5 del mundo: el resort turístico «Miataland» cuenta con 49 de estos legendarios deportivos descapotables.
Quiénes se alojan en este complejo de cinco estrellas tienen la oportunidad de conducir una de estas joyas japonesas entre valles y colinas rodeados de olivares y viñedos.
Situado en la localidad de Collazzone, la ubicación del enclave es privilegiada: apenas a 150 kilómetros al norte de Roma y cerca de ciudades medievales como Perugia, Asís o Todi.
Según Andrea Mancini, propietario de «Miataland», basta con conducir dos o tres horas uno de estos descapotables biplaza para enamorarse de ellos.
De tracción trasera, el Mazda MX-5 está considerado el heredero conceptual de los clásicos deportivos británicos de los años 60. Lanzado en 1989, actualmente la cuarta generación del exitoso modelo se encuentra ya en el mercado.
El Mazda MX-5, conocido como Mazda Eunos en Japón y Mazda Miata en Estados Unidos, ha sido la obsesión de Mancini desde que el modelo llegó a las salas de exposición.
El emprendedor está feliz de compartir su pasión: por cada día de estancia, los huéspedes de su resort pueden conducir uno de los roadsters hasta un máximo de 60 kilómetros -excluyendo los gastos de combustible- y explorar los caminos rurales de Umbría.
Un equipo de dpa tuvo la oportunidad de comprobarlo por sí mismo y ponerse al volante de un MX-5 de 1995 de color azul oscuro y sin capota, accesorio que una inesperada tormenta de verano hizo echar en falta.
Manejar en caminos mojados y tomar curvas cerradas con el sonido de los limpiaparabrisas de fondo: la experiencia de conducción en la cabina del Mazda, de baja altura y tapizada en cuero marrón, fue una increíble.
«Es estimulante para todo el mundo», afirma Mancini. «Nunca se bajó nadie del vehículo diciendo: bonito coche pero…».
Añade que, a menudo, después de probar el auto sorprende a muchos de sus huéspedes mirando en sus móviles anuncios de venta de MX-5 de segunda mano.
A sus 50 años, este romano es un fanático confeso de los coches. Podría hablar encantado durante horas sobre las especificaciones de los motores, ruedas, asientos y colores que caracterizan a sus preciados 49 roadsters.
Pero aún más que los detalles técnicos prefiere contar las historias de cómo se hizo con ellos. Y explica que los modelos japoneses fueron enviados por barco hasta Gran Bretaña y él se desplazó allí para conducirlos hasta Italia.
Sus ojos se iluminan cuando habla de detalles más misteriosos como el haber tardado años en encontrar el porta-documentos original de la puerta del piloto de un peculiar modelo M2, que finalmente compró en línea a un precio que prefiere no revelar.
Aunque dice no tener favoritos, entre su colección destacan los M2: «Tengo cinco y son los únicos que hay en Europa», subraya.
Su primer MX-5 fue un modelo negro de 1,6 litros de primera generación, comprado de segunda mano en 1998. Fue una transacción hecha por el concesionario Ford en el que Mancini trabajaba por entonces.
Es el único MX-5 que vendió, hecho que aún hoy lamenta. Poco a poco fue haciéndose con la actual colección que inició con ayuda de su familia.
«Convencí a mi hermano para que comprásemos a medias un MX-5 y cuando se cansó del vehículo compré su parte», explica. «Luego persuadí a mi padre de que comprase otro, más tarde a mi suegro…».
Finalmente, la villa a las afueras de Roma donde residía se llenó de coches. «Era hermosa y tenía jardín, pero estaba completamente llena de coches, solíamos aparcar fuera», recuerda.
Su pasión por los automóviles requirió trasladarse a un lugar con más espacio en el que poder estacionarlos.
El resort turístico «Miataland» está operativo desde 2018. El recinto cuenta con un enorme almacén de madera que hace las veces de aparcamiento.
Allí se encuentran la mayoría de los vehículos de Mancini, estacionados tan cerca unos de otros que sacarlos todos puede llevar un par de días. «No es algo que se haga en dos o tres horas libres», dice.
Aclara que, aunque trabaja en la industria automotriz, no tiene vínculos profesionales con Mazda: es un ejecutivo de ventas y marketing de Jaguar Land Rover Italia.
Por su parte, su mujer ha aprendido a vivir con su obsesión por los coches. «Para ella antes era solo una fijación sin sentido», dice Mancini, «pero ahora que mi pasión forma parte de una actividad comercial, le complace más».
Por Alvise Armellini (dpa)