Waldbröl (Alemania), (dpa) – No poseen casi nada y, sin embargo, tienen mucho que dar. Su día comienza mucho antes de que amanezca. El monje budista Thay Phap y la monja Song Nghiem realizan suaves movimientos de taichí. Ambos llevan la cabeza afeitada y visten sencillos hábitos de color marrón. Sonríen. Detrás de ellos hay una estatua del Buda Iluminado. Delante de ellos se encuentran 50 mujeres y hombres que inician un curso de meditación y recogimiento.
«Nos inclinamos profundamente y espiramos», repite pacientemente la hermana Song Nghiem. «Y sonreímos», recuerda con voz suave el hermano Thay Phap An. La escena no tiene lugar en Ciudad Ho-Chi-Minh en Vietnam ni en la tailandesa Bangkok sino en Waldbröl, en el estado federado alemán de Renania del Norte-Westfalia.
Los vietnamitas han creado un lugar de desaceleración y silencio en esta pequeña ciudad del oeste de Alemania. Un reducto de calma. La gente acude de muchos países europeos para recuperar fuerzas. La comunidad budista de 40 miembros vive modestamente: cada uno cuenta con una mesa, una cama, una silla y escasos objetos personales, nada de televisor ni de computadoras. Se alimentan de comida vegetariana, parte de ella procedente de su propia huerta.
Thay Phap An es un hombre carismático. Los 50 participantes del curso «Cómo salir del miedo», que dura cuatro días, han viajado desde Bélgica y Países Bajos. Tan pronto como el monje toma la palabra se hace un silencio sepulcral en la sala.
«La esencia es la enseñanza de la toma de consciencia», explica. Habla con elocuencia sobre Buda, la fugacidad, el miedo a la muerte, la vida consciente en el aquí y ahora, toca temas de ciencia y también de psicología. «Todo lo que nos da la vida es una bendición», asegura. Y añade que el sufrimiento es parte de ello, que los ejercicios de meditación pueden ayudar a aceptarlo y superarlo. Algunas técnicas son practicadas en grupo.
Se nota que Thay Phap An es un hombre culto, con un pasado rico en experiencias y que ha llevado su mensaje a muchos países del mundo. Es director y decano del Instituto Europeo de Budismo Aplicado (EIAB). De joven, Thay Phap An huyó en una pequeña embarcación de la guerra de Vietnam al igual que miles de compatriotas -los denominados Boat People-. Vivió en un campo de refugiados en Malasia y más tarde pudo estudiar en Estados Unidos, donde se doctoró en Matemáticas antes de convertirse en monje en Francia.
A su lado instruye la hermana Song Nghiem, de 66 años, una mujer pequeña con una alegría contagiosa. Al cantar en grupo se confunde de letra. «Probablemente perderé mi licencia de cantante», bromea. Cuando se le pide que pose para una foto, se pasa la mano por la cabeza afeitada y dice con perspicacia: «Las monjas y los monjes no prestamos atención a nuestra belleza externa, sino a la interna».
Song Nghiem estudió en Darmstadt, en el estado germano de Hesse. Tiene un doctorado en Química y trabajó durante años en para empresas y en labores científicas. Perdió a casi toda su extensa familia cuando huyeron de la guerra. Sin embargo, Song Nghiem cree en «la bondad de la humanidad».
Al igual que Thay Phap An, se formó en Plum Village, en el suroeste de Francia, en el centro de meditación budista fundado por Thich Nhat Hanh, maestro zen de renombre internacional que hoy tiene 93 años. Thich Nhat Hanh también fundó la EIAB hace algo más de diez años en Waldbröl, a 69 kilómetros de Colonia.
Allí, entre los budistas vive una alemana, la hermana Bi Nghiem, de 72 años. Cuando se le pregunta si no echa de menos de vez en cuando tomar una copa de vino o ver un rato la televisión, responde riéndose: «Eso es lo último que necesito». Pero se permite un pequeño lujo: «Cuando estoy de viaje leo el periódico para saber qué está pasando en el mundo».
Cuando los primeros budistas llegaron a Waldbröl, el edificio estaba vacío y carecía de calefacción y agua corriente. Las instalaciones habían sido utilizadas como sanatorio. A finales de los años 1930 los nazis echaron de allí a unos 600 pacientes con el propósito de construir un lujoso hotel que nunca abrió sus puertas.
Entretanto, por sus muros han pasado visitantes de 35 países. «Queremos ayudar a que la sociedad sea más pacífica, compasiva y amistosa», enfatiza Thay Phap An. «Existe un vacío en la vida espiritual de la gente». El monje agrega que muchos llegan en busca de equilibrio, armonía, alegría y paz interior.
La receta aplicada en Waldbröl incluye meditación, caminar en grupo en silencio y ejercicios de relajación profunda. Las comidas se hacen en absoluto mutismo. Algunos de los participantes dicen haber padecido previamente ataques de pánico, miedo al fracaso, depresiones o accesos de llanto.
Muchos revelan que se sienten a gusto entre los monjes y que poco a poco consiguen recuperar la calma. La hermana Song Nghiem asegura: «No hacemos distinciones entre tú y yo. Compartimos todo, incluso el sufrimiento».
El respeto, la compasión y el amor están aquí escritos con mayúsculas -conceptos que muchos echan de menos en el día a día-. Hay cursos para personas que están de duelo o seminarios para reducir el estrés.
Algunos participantes prácticamente solo se dejan ver cuando acuden a la llamada de la enorme campana situada en el jardín que invita a orar por la paz. Thay Phap An aclara que no se trata de querer convertir a los visitantes al budismo. Los seguidores de todas las religiones son aquí bienvenidos.
Para el monje lo importante es que, a través del budismo, las personas que acuden al centro ganan claridad, superan sus preocupaciones y realizan un cambio en su corazón. «Ser testigo de ello es conmovedor», concluye Thay Phap An.
Por Yuriko Wahl-Immel (dpa)