(dpa) – El árbol de Navidad en el Rockefeller Center brilla hasta los primeros días del Año Nuevo. Los escaparates en la Quinta Avenida atraen con ofertas especiales después de las fiestas.
Las pistas de patinaje sobre hielo de Manhattan están abiertas y, a más tardar desde la primera nevada antes de Navidad, muy concurridas. Algunas tradiciones neoyorquinas sobrevivieron a la pandemia de coronavirus.
Pero no pueden ocultar que en las calles no se apiña la gente para admirar las atracciones invernales. La pandemia de coronavirus de 2020 puso de rodillas a Nueva York de una forma sin precedentes. Este año la ciudad quiere recuperarse. Pero los efectos de la crisis seguramente se sentirán por bastante tiempo.
Vincent Lin es uno de los pocos que actualmente está remando contra la corriente en Nueva York. Mientras cientos de restaurantes en la ciudad tuvieron que cerrar en los últimos meses, en octubre de 2020 abrió su «Blue Willow» con comida tradicional china en el corazón de Midtown Manhattan.
«No es que pensamos que fuera el mejor momento», señala Lin. En realidad, el «Blue Willow» iba a abrir antes de la pandemia. Pero hubo retrasos, luego la crisis por el coronavirus dominó la ciudad y el equipo de Lin tuvo que improvisar, relata. Ahora los clientes son escasos, porque en Midtown faltan los turistas y los empleados de las torres de oficinas.
Y no está claro cuándo volverán. Los expertos prevén aún varias semanas sombrías. Pero el inicio de la campaña de vacunación genera esperanza de cara a la primavera boreal.
En principio, el panorama era bueno para la ciudad de millones de habitantes. Mientras en la costa oeste se notificaban algunas infecciones, en Nueva York el primer caso oficial se confirmó en marzo de 2019.
Pasaron solo pocas semanas hasta que las imágenes de los transportes refrigerados y las fosas masivas en una isla delante de la ciudad causaran conmoción en todo el mundo.
Los neoyorquinos pronto trazaron paralelismos con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, en los que murieron unas 3.000 personas.
Pero la comparación tiene sus puntos débiles. El terrorismo atacó con un estruendo impresionante. El virus avanzó durante semanas desapercibido por los rascacielos, los bloques de viviendas y el metro. No hubo pánico ni ruinas, pero, como con los ataques, se mantiene el shock.
Hasta el 12 de enero, las cifras de muertes por covid-19 en la ciudad ascendían a más de 25.000. Enfermaron al menos 493.000 de los ocho millones de habitantes de la ciudad.
El precio de las restricciones sin precedentes es: oficinas, museos, Broadway y la salas de conciertos cerrados. «Justo las cosas que convierten a Nueva York en Nueva York fueron arrasadas por la pandemia», dijo el analista económico Mark Zandi de Moody’s hace poco al «New York Times».
Sobre todo en el sector de las prestaciones de servicios -restaurantes, hoteles, galerías de arte, transporte y construcción- se perdieron más de un millón de puestos de trabajo. La tasa de desempleo creció a más del 20 por ciento y la ciudad lucha contra un déficit gigante de cuatro mil millones de dólares en su presupuesto.
La pandemia dejó en evidencia además las grandes diferencias existentes en la multicultural sociedad neoyorquina. Cuanto más pobre, más expuesto se estaba a perder ingresos y a contagiarse de covid-19. Los más ricos, en cambio, pudieron abandonar la ciudad.
Lo que Nueva York necesita es que vuelvan los turistas y la ajetreada vida comercial. Los neoyorquinos están seguros de que ambos regresarán.
Hay varias vacunas a la vista, dos de las cuales ya se están aplicando. Decenas de miles ya las recibieron. Cuando hayan sido vacunadas cientos de miles de personas en la ciudad y la población de riesgo esté protegida, la situación podría mejorar bastante.
Con la primavera boreal podrían levantarse además paulatinamente las restricciones a los viajes procedentes, por ejemplo, de Europa. El teatro en Broadway está previsto que reabra sus puertas en mayo. Pero los encargados de turismo de la ciudad estiman que el negocio alcanzará el nivel que tenía antes de la pandemia no hasta 2024.
El portal de noticias «Axios» especuló en septiembre con que los precios de los alquileres, que cayeron considerablemente en la metrópoli, contribuyan al renacimiento y atraigan a una ola de habitantes jóvenes y creativos.
Pero antes los estadounidenses le temen al «invierno muy oscuro», para el que ya los preparó el presidente electo Joe Biden en vista del aumento de contagios.
Los neoyorquinos temen nuevos confinamientos. Las familias ya están acumulando provisiones otra vez. Los solteros están en busca de un compañero para pasar la cuarentena. Y como en casi todo el país la cifra de infectados ya alcanzó otra vez el nivel de la primavera pasada.
Los hospitales informaron de un aumento en la ocupación de camas en cuidados intensivos y en torno a las fiestas de fin de año volvieron a notificarse 200 muertos por día.
También para Vincent Lin los próximos meses serán decisivos. «Ahora mismo no es tan terrible, pero si llegan nuevas restricciones y se vuelve a prohibir comer en restaurantes será problemático», dice. Hasta abril, a más tardar mayo, puede aguantar. Si hasta entonces la situación mejora, el «Blue Willow» sobrevivirá.
Por Benno Schwinghammer (dpa)