(dpa) – Los tradicionales «longboats» tailandeses se mecen en el agua casi transparente, las palmeras se balancean suavemente en la brisa tropical, un par de nubes blancas cruzan el cielo. Lo que parece una postal de calendario de fotos tiene un nombre que causa gracia a más de un turista. Es que su nombre, «Phi Phi», suena bastante parecido a «pipí».
El grupo de islas Ko Phi Phi, en el sur de Tailandia, se encuentra desde hace tiempo en la «bucket list» (lista de cosas que se quieren hacer antes de morir) de viajeros de todo el mundo. Eso hizo que se convirtiera en un destino turístico masivo. Pero la pausa obligada por la pandemia de coronavirus le dio a estas islas una nueva oportunidad. Sin botellas de plástico y otros residuos, la postal es idílica. El sudeste asiático vuelve a mostrar su mejor cara.
¿Pero qué es eso? Al desembarcar en la bahía de Loh Ba Kao Bay, los turistas ven flotar dos cosas sobre el agua: un test rápido de coronavirus y una mascarilla verde. Bart Callens, director general del hotel SAii Phi Phi Village, quita las dos cosas del mar y sacude la cabeza. «El coronavirus generó un nuevo tipo de basura», afirma. Un recordatorio de que la pandemia alcanzó todos los rincones del mundo.
Por suerte, este tipo de hallazgos alrededor de las islas siguen siendo aislados. El turismo recién está volviendo a arrancar en Tailandia y las reglas para ingresar al país han sido bastante complejas durante un periodo relativamente largo, aunque fueron claramente flexibilizadas a partir del 1 de mayo. Sin embargo, este nuevo comienzo, especialmente importante para el sector de la hostelería, aún no termina de consolidarse.
Pero quienes hacen el esfuerzo necesario para ingresar al país se ven ampliamente recompensados. Algunas playas parecen estar abiertas solo para ellos. En cambio, quien busca salir de fiesta se sentirá defraudado, ya que la localidad de Tonsai Village, conocida alguna vez por su vida nocturna, aún parece adormecida.
El archipiélago se hizo mundialmente famoso con el cambio de siglo. La película «The Beach», protagonizada por Leonardo Di Caprio en 2000, hizo que el edén de Ko Phi Phi fuera furor en todo el mundo. En realidad, la cinta de Danny Boyle tenía que ver con cómo es llevar una vida al margen de la civilización. Pero para el archipiélago, el efecto fue todo lo contrario, con devastadoras consecuencias.
Durante años, hordas de turistas pasaron por la en general despoblada isla de Phi Phi Leh para apreciar la deslumbrante bahía Maya Bay. Terminaron siendo unos 6.000 al día. Pasó lo que suele pasar con los lugares que se ponen de moda: el paraíso terminó siendo una pesadilla llena de basura. Decenas de botes echaban anclas en el hasta entonces intacto arrecife, destruyendo los corales. Los tiburones desaparecieron, la basura se amontonó en todas partes. Al final, ya no daba gusto siquiera sacarse una selfie.
Por presión, sobre todo, del famoso biólogo marino Thon Thamrongnawasawat, la bahía fue cerrada sorpresivamente en junio de 2018, a pesar de los costos económicos que implicaba una decisión así.
Los visitantes del extranjero «son muy importantes para nuestro país, pero más importantes son nuestros recursos nacionales», dijo en ese entonces el ambientalista. «Debemos protegerlos para poder legárselos a la próxima generación», afirmó.
Finalmente, debido a la pandemia, el cierre fue mucho más largo de lo previsto. Para Maya Bay, esto fue una bendición. Se cerraron las fronteras y la playa pudo descansar durante dos años.
Después de un cierre de tres años y medio, esta maravilla natural volvió a abrise al turismo en enero, junto a nuevos corales plantados, un estricto código de conducta y una limitación del número de visitantes admitidos.
Nadar está prohibido. Los barcos deben atracar al otro lado de la isla. Para la mayoría de los turistas, la visita no dura más de 30 minutos. Sin embargo, se puede nuevamente sacar fotos como en los tiempos de mayor furor.
«Los tiburones de punta negra ya volvieron después de un año. La recuperación de la naturaleza fue un milagro que no habíamos previsto», dice Sirithon Thamrongnawasawa, responsable de desarrollo sostenible en la cadena de hoteles locales Singha.
Para conservar este paraíso, muchos de los hoteles ubicados alrededor del parque nacional marino Hat Noppharat Thara–Mu Ko Phi Phi, de 390 kilómetros cuadrados, apuestan cada vez más por el turismo sostenible.
«El comportamiento de los consumidores cambió completamente en los últimos años», afirma el director general del hotel, Bart Callens. «A los turistas les importa cada vez más el medio ambiente», asegura. Por eso, cree que los hoteles y resorts deben dar el ejemplo.
Energía solar, un manejo sostenible del agua y la basura y en lo posible, botes rápidos eléctricos para los traslados son algunas de las cosas con que busca contar el archipiélago de Phi-Phi. Y sobre todo, educación y consciencia.
Para impulsarlas, el SAii Phi Phi Village inauguró en su terreno un Centro de Descubrimiento Marino, el único de su tipo en la región. Allí se explica el frágil ecosistema oceánico, junto con sus diversos habitantes, que incluye desde tiburones hasta corales. Pero también se hace referencia a la sobrepesca y los riesgos del recalentamiento de los mares.
Muchos tailandeses perdieron sus medios de sustento debido al coronavirus y el consiguiente cierre en el importante sector del turismo. Su esperanza es que los turistas vuelvan a llegar en grandes cantidades.
Esto hace que el equilibrio entre el turismo masivo y el turismo de calidad siga siendo difícil en el archipiélago de Phi Phi. La pandemia le dio a la naturaleza la oportunidad de recuperarse. ¿Pero qué pasará cuando vuelvan a llegar al paraíso visitantes de todo el mundo?
«Necesitamos a los turistas, sin duda», asegura Bart Callens. «Pero necesitamos un turismo consciente, que se lleve a cabo con respeto por la naturaleza», afirma.
Por Carola Frentzen (dpa)