París (dpa) La gente se amontona, levanta sus teléfonos móviles y tablets, posa, se toma selfies. Miles. Día a día se repite este espectáculo en el Museo del Louvre en París delante de la Mona Lisa.
La famosa pintura que Leonardo da Vinci creó hace más de 500 años atrae cada año a millones de personas. Es una de las obras de arte más visitadas del mundo. Pero casi nadie la mira.
El tiempo promedio que las personas pasan delante de la mujer con la sonrisa misteriosa es estimado en menos de un minuto, según el Louvre. Una visita en un día hábil normal, lejos de las vacaciones y la temporada turística, confirma el fenómeno.
El museo abre a las 9:00 y ya poco después llegan los primeros cientos a la sala en la que está La Gioconda, como se llama la obra del Renacimiento en italiano, o La Joconde, como se le dice en francés.
«Hay que sacarse al menos una foto», comenta un turista alemán antes de seguir camino. «La tengo. ¿A dónde vamos ahora?», pregunta un estadounidense. También numerosos turistas chinos y japoneses con sus respectivos guías se encuentran entre los visitantes. Junto con los estaounidenses conforman los contingentes de visitantes más grandes.
La sala, llamada originalmente «La Salle des États», fue reformada hace algunos años gracias al apoyo financiero de la televisora japonesa «Nippon Television».
El cuadro se ve muy pequeño detrás del grueso cristal blindado. Y eso que Leonardo da Vinci pintó el retrato en torno a 1503 casi en tamaño real (77 x 53 centímetros).
Desde 2005, la Mona Lisa no sólo es protegida por la enorme caja de vidrio de las oscilaciones de la humedad y la temperatura, sino también de las vibraciones que generan miles de personas diariamente.
Muchos se conforman con una breve mirada y algunas fotos rápidas. Son muy pocos los que se toman el tiempo de observar la pintura más de cerca, lo que es posible a pesar del gentío.
Y es que el cuadro cuelga en su propia pared prácticamente en el medio del gran salón, de manera que también desde un lado se puede ver el rostro de esta mujer mundialmente famosa, de la que se dice que su mirada persigue a quien la observa, no importa dónde se sitúe.
¿Pero, sonríe o no? Los expertos buscan responder a esta pregunta desde siempre. Se presume que Leonardo consiguió esta expresión misteriosa gracias a la técnica del sfumato perfeccionada por él. Debido a las varias capas superpuestas de pintura, los colores se difuminan y generan un efecto misterioso.
Pero de este hechizo en la sala se percibe poco. En vez de asombro, encanto y emociones, reina la obsesión por las selfies. Según estiman en Louvre, un 90 por ciento de los visitantes acuden al museo parisino para ver esta obra maestra.
El Louvre batió un récord de visitantes en 2018, unos 10,2 millones. Más de nueve millones de personas visitaron a la Mona Lisa.
Leonardo nació en 1452 en Vinci, en la provincia de Florencia. Hace 500 años, el 2 de mayo de 1519, murió en la ciudad francesa de Amboise, junto al río Loira.
Se dice que llevó a la Mona Lisa con él cuando llegó para una estadía en el Castillo de Clos Lucé en Amboise y que poco antes de su muerte se la vendió al rey Francisco I de Francia.
Fue a parar a las colecciones reales y luego expuesta en el Palacio de Versalles. Desde fines del siglo XVIII pertenece a la colección del Louvre.
La obra se hizo conocida en todo el mundo en 1911, cuando fue robada. Durante más de dos años quedó sin resolver el misterio en torno a ese hecho y se sucedían los rumores. Hasta que en diciembre de 2013 reapareció sorpresivamente en Italia.
El italiano Vincenzo Peruggia, ex empleado del Louvre, se la había llevado. Quería devolverla a su país natal, aseguró. Peruggia fue condenado a siete años de prisión.
Más adelante La Gioconda sobrevivió a un ataque con ácido y al lanzamiento de una piedra de un turista.
La Mona Lisa encierra muchos misterios. Hasta la actualidad se especula sobre la identidad de la retratada. Unos afirman que la mujer de vestido negro es la esposa del noble florentino Francesco del Giocondo. Otros presumen que Leonardo pintó a la amante de Giuliano di Lorenzo de’Medici o a una querida del gobernador francés Charles d’Amboise.
Un estudio de hace algunos años llegó a la conclusión de que no fue una mujer la que posó para el pintor, sino un hombre.
Lo que está claro es que la Mona Lisa sigue siendo hasta hoy uno de los grandes misterios de la historia del arte. Y otro misterio es por qué tantos millones de visitantes le dedican tan poca atención a esta obra maestra.
Por Sabine Glaubitz (dpa)