Sochi (Rusia), 6 jul (dpa) – El fútbol de Luka Modric e Ivan Rakitic contra la euforia de los anfitriones de Rusia 2018. Croacia, uno de los aspirantes «tapados» al título, buscará mañana hacer historia y volver a las semifinales de un Mundial de fútbol, echando del torneo a la sorprendente «Sbornaya» rusa.
Los balcánicos llegan como favoritos al duelo con Rusia en el estadio Fisht de Sochi, a orillas del Mar Negro, aunque tendrán en frente al poderío de la hinchada local y a unos dueños de casa que sueñan en grande tras mandar a casa en octavos nada menos que a España.
«Nuestros jugadores juegan cada semana frente a estadios llenos, eso no debe ser problema para nosotros», aseguró sin embargo el seleccionador croata, Zlatko Dalic.
Con un triunfo en los cuartos de final, el equipo formado en torno al talentoso centrocampista del Real Madrid Luka Modric igualaría el mayor logro mundialista de su país, las semifinales de Francia 1998 a las que avanzó la Croacia de Davor Suker. Desde entonces, los balcánicos no habían vuelto a superar la primera ronda de un Mundial.
«La historia se repite ahora», consideró Dalic en alusión a 1998. «Ellos son nuestros héroes. Son nuestra inspiración, los que nos trajeron hasta aquí», lo secundó el centrocampista Ivan Rakitic en el Fisht.
Encuadrados en la que es supuestamente la llave fácil de la fase eliminatoria, Croacia sueña incluso con la final en Moscú.
Si derrota a Rusia, el equipo balcánico se mediría en la ronda de los cuatro mejores a Inglaterra o Suecia, tras evitar por el otro sector a potencias como Brasil, Bélgica y Francia.
Pero pese a mostrar un buen fútbol, el equipo que desmontó 3-0 a la Argentina de Lionel Messi en la fase de grupos no goza de la mejor imagen en el Mundial. Un video que circuló tras el triunfo sobre la «albiceleste» volvió a poner estos días en la mira a Croacia, un país de pasado político convulso.
En la grabación difundida por Lovren se ve a varios jugadores en los vestuarios entonando el «Bojna Cavoglave», un cántico de una banda de ultraderecha que suele hacer apología del régimen fascista croata de la Ustacha, de los años de la Segunda Guerra Mundial.
No es la primera vez que Croacia genera críticas por incidentes de ese tipo. La selección tuvo que disputar en 2015 un partido de las eliminatorias para la Eurocopa sin público debido a un castigo a los insultos racistas de sus aficionados.
Rusia, en cambio, podrá contar con el apoyo masivo de sus hinchas. Con recursos limitados en la cancha pero envalentonada en «su» Mundial, la «Sbornaya» quiere volver a dar la sorpresa en el Fisht.
Gran parte de sus opciones pasan por volver a armar un muro en torno al celebrado arquero Igor Akinfeev y confiar en una contra veloz de Alexander Golovin o Denis Cheryshev. O, llegado el caso, otra vez en Akinfeev, héroe nacional ruso tras pararle dos penales a los españoles Koke y Iago Aspas en los octavos.
«Espero que los partidos más importantes estén todavía delante de nosotros», soñó el seleccionador ruso, Stanislav Cherchesov, que aseguró no tener miedo al mayor cartel de los experimentados jugadores rivales.
«Conocemos a cada uno de sus jugadores porque juegan en las mejores ligas y en lo mejores clubes», los elogió. Pero «no nos vamos a enfocar en un solo jugador del equipo croata», avisó Cherchesov.
Para impulsar el sueño de las semifinales e incluso de la final, la federación rusa movilizó en trenes a miles de aficionados desde Moscú o San Petersburgo hacia Sochi, el balneario emblema de la nueva Rusia de Vladimir Putin.
Una derrota en el templo deportivo erigido para los Juegos Olímpicos de invierno de 2014 tendría por otro lado un simbolismo amargo. Sochi representa, como pocos lugares, las acusaciones de doping sistemático que pesan desde hace años sobre el deporte ruso.
El poder del fútbol, sin embargo, puede cambiar ahora todo.
Con un triunfo, la sorprendente «Sbornaya» de Cherchesov igualaría también el mayor logro ruso en los Mundiales de fútbol, las semifinales de 1966 a las que llegó la entonces Unión Soviética – el Estado predecesor de Rusia – liderada también por un portero: el mítico Lev Yashin, la «araña negra» rusa.
Por Isaac Risco (dpa)