(dpa) – En medio de las tensiones con el nuevo inquilino de la Casa Blanca y en un momento en el que Reino Unido negocia su salida de la Unión Europea (UE) y otras crisis se recrudecen, cada vez más ojos miran a la canciller alemana, Angela Merkel, en busca de liderazgo.
Si la gestión de la mandataria conservadora en el estallido de la crisis financiera en 2008 convirtió «de facto» a Berlín en la nueva capital europea, dejando en un segundo plano a Bruselas, la política del republicano Donald Trump, presidente de Estados Unidos desde principios de año, parece haberla catapultado a una nueva liga.
La frase con la que resumió la situación hace tiempo el ex presidente de la Comisión Europea Romano Prodi -«en Europa manda la señora (Merkel)»-, podría extrapolarse ahora al plano internacional más allá de las fronteras europeas.
La presidenta de la Unión Cristianodemócrata (CDU), que el 24 de septiembre luchará por un cuarto mandato consecutivo, se enfrenta a una mayor responsabilidad en la defensa de los valores democráticos en momentos de gran incertidumbre internacional, lo que llevó al diario británico «The Independent» a calificarla como la nueva «líder del mundo libre». Mientras, «The New York Times» le otorgó el título de «última defensora de los valores liberales de Occidente».
No es una tarea fácil, pero parece no haber mucha alternativa. «Merkel, tanto si le gusta como si no, es ahora la mayor defensora de las normas, valores e instituciones que forman el orden mundial de los últimos 70 años», escribió también la revista «Foreign Policy».
Ser el ancla en tiempos revueltos conlleva una gran responsabilidad. De momento, Merkel ya ha demostrado que es una mujer capaz de verbalizar sin miedos los cambios en el panorama internacional guiada por su famoso pragmatismo.
Las discusiones con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en las recientes cumbres de la OTAN, del G7 y del G20 sobre el gasto militar, la protección del clima o la política de refugiados parece que acabaron por dinamitar la poca paciencia que le quedaba ya a la mandataria alemana, que no dudó en decir alto y claro que Europa camina sola.
«Los tiempos en los que nos podíamos fiar completamente de los otros en parte han terminando. Así lo experimenté los últimos días», declaró a finales de mayo tras la cumbre del G7 en Italia. «Y por ello solo puedo decir: nosotros los europeos debemos realmente tener nuestro destino en nuestras propias manos», afirmó.
Estas declaraciones fueron vistas como un claro cambio. Pero, ¿estamos realmente ante el principio del fin de las relaciones transatlánticas como las conocíamos hasta ahora?
Junto con Alemania, las principales potencias internacionales ven cómo el liderazgo estadounidense que muchos dieron por sentado podría tener sus horas contadas. al comprobar cómo Trump decidió retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático, rechaza acuerdos comerciales e intenta quitar importancia a instituciones y acuerdos multinacionales, siempre guiado por su máxima «America first» (Estados Unidos primero).
«Un Reino Unido aislado y un Estados Unidos impredecible dirigen las esperanzas internacionales de estabilidad y liderazgo a Berlín», escribió la publicación británica «Economist». La cuestión es si Alemania podrá cumplir con estas expectativas.
La política precavida de Merkel contrasta con los arrebatos de Trump. Cuanto más esfuerzo pone Estados Unidos en cambiar su rumbo, más claro habla Merkel. «Quien crea que los problemas de este mundo pueden ser resueltos mediante el aislamiento y el proteccionismo está cometiendo un tremendo error», insiste la canciller alemana siempre que tiene ocasión.
Merkel apela a la cohesión europea como camino a seguir frente a las políticas nacionalistas y aislacionistas defendidas en los últimos tiempos por países como Estados Unidos o Reino Unido. Y al mismo tiempo busca reforzar lazos con otros socios estratégicos como India o China.
Pero una cosa no quita la otra y dentro del Gobierno alemán no olvidan que Estados Unidos sigue siendo un socio fundamental para Alemania en ámbitos como la lucha contra el terrorismo y sigue siendo el segundo socio comercial de Alemania después de la UE. La alianza transatlática es un vínculo ineludiblemente ligado al libre comercio.
«Merkel quiere menos influencia de Estados Unidos. Los europeos no deben infravalorarse, pero tampoco sobreestimar las propias posibilidades. Se trata de un equilibrio de intereses pragmático», recomendó el diario alemán «Frankfurter Allgemeine Zeitung».
La canciller parece ser consciente de ello. «Las relaciones transtalánticas son sumamente importantes», recordó Merkel tras su infructuoso viaje a Estados Unidos guiada por su lema «mejor hablar con los socios, que hablar sobre ellos».
Por Almudena de Cabo