(dpa) – La nobleza y la alta burguesía del norte de Europa impulsaron el turismo en Menton durante la Belle Époque y legaron grandes hoteles y jardines exóticos. Incluso hoy, la ciudad francesa evoca sueños exquisitamente idílicos.
Para conocer Menton se puede comenzar, escalón por escalón, por la escalinata barroca que trepa empinada hacia el casco antiguo de la ciudad.
El camino sigue al otro lado del patio de la basílica de San Miguel Arcángel, pasando por el campanario, un punto de referencia que se puede ver desde toda la ciudad. Luego, a través de las estrechas calles. A lo largo de los siglos, las casas se han ido construyendo unas junto a otras y se han ido ampliando progresivamente.
El sendero continúa hacia arriba para acercarse al alma de Menton en el cementerio del Vieux Château y disfrutar de una vista panorámica del azul brillante del mar Mediterráneo y de los tejados rojos de la ciudad. El sol hace que las fachadas de las casas adquieran cálidos tonos pastel.
Detrás se alza el Roc de l’Orméa, un pico montañoso que protege a Menton del frío viento del norte. La ciudad francesa situada justo antes de la frontera italiana le debe todo a esta ubicación entre el mar y las montañas de más de mil metros de altura. Un entorno que genera un microclima subtropical.
También la reina visitó Menton
Este clima benévolo provocó cierta adicción entre los adinerados del norte que huían del invierno y llegaban a la villa turística desde que en 1869 se habilitó la conexión por tren.
La embriagadora época de la Belle Époque, entre finales del siglo XIX y principios del XX, se apoderó de Menton. Incluso la reina Victoria (1819-1901) viajó allí.
Las tumbas y mausoleos con nombres ingleses, alemanes y rusos del antiguo cementerio hablan del ascenso que vivió la aldea pesquera, que se transformó en un lugar de encuentro internacional y una ciudad turística que, sin embargo, ha logrado conservar su dignidad.
La elegante arquitectura de Menton es un bálsamo para la vista. Las magníficas fachadas de la Belle Époque, sobre todo de los antiguos grandes hoteles, caracterizan el semblante de la ciudad. Los huéspedes a veces pasaban semanas, incluso meses, en los enormes albergues de lujo.
Solo cuatro de aquellos deslumbrantes hoteles se mantienen hoy en día en pie. Entre ellos se encuentra L’Orangeraie, con sus extensos jardines, y el Hotel des Ambassadeurs, de 1865.
La mayoría de los demás magníficos edificios se convirtieron entre tanto en apartamentos de vacaciones o de alquiler, como el Impérial, el fabuloso Hotel d’Orient o el Winter Palace.
Cerca del 40 por ciento de los departamentos de la ciudad de 30.000 habitantes se utiliza como vivienda de vacaciones.
La herencia botánica de los británicos
Algunos de los primeros huéspedes que permanecían durante estancias prolongadas se hicieron construir una mansión y un jardín. Los ingleses fueron, en especial, quienes aclimataron allí plantas tropicales que importaban de las colonias.
Por ello, los visitantes del jardín Val Rahmeh quedan encantados con las bellezas botánicas que alberga, como los lotos Nelumbo, los nenúfares Victoria o la Aristolochia.
El jardín Clos du Peyronnet cuenta con fuentes de agua y zonas de descanso a la sombra. Es propiedad de la misma familia inglesa desde hace más de 100 años.
El jardín Fontana Rosa, llamado también el «Jardín de los novelistas» y que pertenece al autor español Vicente Blasco Ibáñez, luce hoy un poco descuidado. Pero sus coloridas cerámicas que forman frutas y flores aún impresionan a los visitantes.
En el jardín urbano del Palacio Carnolès, pomelos y naranjos crecen entre obras de arte. Se le llama Jardín de Cítricos (Jardin d’agrumes) por su amplia selección de dichas plantas.
«Estas 137 variedades forman la colección nacional de cítricos de Francia», explica Michel Imbert, de ASJEM, una asociación para la conservación de jardines de la región.
El orgullo agridulce de Menton
El limón es el orgullo de la ciudad. Dulce y ácido, lleno de sabor, con una corteza aromática y una denominación de origen protegida, el limón de Menton se comercializa actualmente como una exquisitez.
Los productores locales utilizan mucho esta fruta regional para sus creaciones. Como por ejemplo Luisa Inversi, que en su tienda Pasta Piemonte prepara unos ravioli con relleno de ricota y limones de Menton. La emprendedora emigró a la localidad francesa como muchos otros italianos.
«En el siglo XIX el comercio de limones era un negocio lucrativo», explica Inversi, quien ha escrito un libro sobre esta fruta verde-amarilla. «El limón enriqueció a los Grimaldi de Mónaco, principado al que Menton antes pertenecía», señala.
Pero desde la Belle Époque, el turismo se convirtió en la actividad económica más importante de la ciudad.
Tanto entonces como ahora, la gente adora la tranquilidad y la ligereza que se vive en la villa turística, con muchos restaurantes sobre la playa. Y desde todas partes se disfruta del mar azul turquesa, una promesa del sur que la Costa Azul cumple absolutamente en Menton.
Información sobre Menton
La vía más recomendable para llegar a Menton es mediante un vuelo a Niza y luego recorrer en tren o en un coche de alquiler los cerca de 30 kilómetros hasta la villa turística, a través de una pintoresca ruta a lo largo de la costa.
Algunos de los jardines de Menton solo pueden ser recorridos con visitas guiadas. La muy concurrida Fiesta del Limón (Fête du Citron) se celebra anualmente en febrero. La próxima está prevista para el 11 al 26 de febrero de 2023.
Se puede viajar a Menton en cualquier época del año debido a su clima templado y agradable.
Para mayor información, se puede visitar la página www.menton-riviera-merveilles.fr.
Por Daniela David (dpa)