Berlín, 10 feb (dpa) – Amparado por su tono combativo y elocuente, Martin Schulz regresó a la política nacional alemana con la intención de acabar con la «era Merkel» para terminar convertido, menos de un año después, en una nueva víctima de la «eterna canciller» y en uno de los líderes más efímeros del Partido Socialdemócrata (SPD).
El gran derrotado de las elecciones generales del pasado 24 de septiembre, que el miércoles anunció que deja la cúpula de la histórica formación, sucumbió finalmente a la presión interna y se vio obligado a anunciar hoy su decisión de renunciar a su intención de asumir el Ministerio de Exteriores en un futuro Gobierno con los conservadores de la canciller Angela Merkel.
Schulz, de 62 años, que dejó atrás Bruselas y la presidencia del Parlamento Europeo para entrar de lleno en la política alemana a principios del pasado año, llegaba a su país presentándose como un ciudadano más, como un hombre corriente dispuesto a batallar por la justicia social. Él, que durante 23 años como eurodiputado perteneció a la élite de Bruselas y Estrasburgo.
De formación autodidacta y sin ningún título universitario en su haber, es un apasionado eurófilo y habla seis idiomas (alemán, inglés, francés, español, italiano y holandés). De joven soñaba con llegar a ser jugador de fútbol profesional.
Su futuro ligado al balón se vio sin embargo frustrado por una lesión que le llevó a caer en una depresión y en la adicción al alcohol. Según contó a la prensa, en esa época bebió todo lo que pudo. «Estuve en uno de los peores momentos de mi vida. Tenía buenos amigos y una familia que me ayudaron y tuve suerte. Quizás mi vida pueda animar a otros a encarar su adicción», dijo.
Ayudado por su hermano, recuperó la ilusión gracias a una de sus grandes pasiones, la lectura. Ejerció la profesión de librero y contrajo matrimonio con una discreta arquitecta paisajista con la que tuvo dos hijos.
Miembro del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) desde 1974 fue alcalde de una pequeña localidad del oeste de Alemania antes de dar el salto a la política europea.
Tras desembarcar en Berlín como un «Mesías», el pasado año encadenó tres fracasos consecutivos en elecciones regionales para a continuación firmar en las elecciones generales del pasado 24 de septiembre una clamorosa derrota que enterró definitivamente la euforia y el hito que le permitió erigirse como presidente del Partido Socialdemócrata con el apoyo del cien por cien de la militancia.
El «avezado europeo» curtido en gestión de crisis en Bruselas ha sucumbido ante el pragmatismo de Angela Merkel. Después de anunciar a bombo y platillo durante la campaña electoral que jamás formaría parte de un Gobierno liderado por la mandataria, de repente sorprendió a todos anunciando su intención de ser uno de sus ministros de cabecera al hacerse cargo de la ansiada cartera de Exteriores.
Sin embargo, la presión interna comandada desde el poderoso estado federado de Renania del Norte-Westfalia acabó obligándole a dar marcha atrás y frustró sus ambiciones personales en pos de lograr el beneplácito de los militantes en la votación sobre el pacto de coalición acordado entre conservadores y socialdemócratas.
Por María Prieto (dpa)