Berlín, 6 ago (dpa) – En Alemania se perfila una tendencia que suma cada vez más adeptos: los peluches para adultos. Si bien los adultos pueden comprar ositos o ardillitas de peluche como cualquier niño, muchas empresas les ofrecen también objetos con distintos motivos.
Algunos de ellos son más bien ergonómicos, como para poder ser usados para aliviar el dolor de cuello o de espalda, por ejemplo.
En la tienda online Kuscheltier.Boutique, jóvenes y adultos pueden encontrar simpáticos peluches en forma de pepinos y bagels, o mullidas tostadas y cuencos con muesli. Incluso hay peluches de nubes tormentosas, fuegos de campamento o montañas cubiertas de nieve.
La marca Jellycat también ofrece una gran cantidad de peluches en forma de alimentos, como coles, sándwiches, sushi e incluso un jenjibre que sí se termina pareciendo un poco a un osito.
¿Acurrucarse con un jenjibre? ¿Como adulto? El profesor alemán Markus Kiefer, de la Universidad de Ulm, dice que los peluches cumplen para los adultos los mismos objetivos que para los niños.
«El contacto corporal con otras personas tiene un carácter tranquilizador. Algo parecido pasa con los peluches», explica el psicólogo y neurocientífico. «Los peluches son mullidos, da placer tocarlos. Esto simula el contacto con otras personas y genera una sensación tranquilizadora, especialmente cuando hay una inquietud emocional», señala.
Hace unos años, unos colegas del hospital universitario le pidieron que investigara por qué los pacientes con trastorno límite de la personalidad solían llevar peluches a la consulta. «Descubrimos que los peluches tienen la función del llamado objeto transicional. Esto es esencial para estos pacientes: el peluche les ayuda a calmarse», dice el profesor Kiefer.
Para los niños, los peluches son también objetos transicionales. Cuando no están presentes sus personas de referencia, como por ejemplo los padres, eso puede generarles miedos. «Los niños usan entonces estos objetos para hallar cierto consuelo», afirma el neurocientífico.
Una vez que los niños han creado estructuras de apego estables -es decir, confían en que quien se va volverá-, los peluches pierden esta función. «Para los pacientes con trastorno límite, el uso de peluches sigue siendo un mecanismo de emergencia para calmarse», añade.
Sin embargo, los peluches también pueden cumplir una función en personas psíquicamente estables. «Los adultos sentimos ansiedad de vez en cuando, quizá porque nos sentimos solos por una razón u otra, sin que eso implique tener un trastorno mental que requiera tratamiento», observa Kiefer. «Los peluches también actúan como sustituto de una persona de referencia que no está en ese momento. Entonces también es perfectamente legítimo utilizar un peluche para superar un mal de amores, por ejemplo», concluye.
Al observar estos objetos de peluche se suele tener una idea inmediata de a quién se los podría regalar: un casete de peluche en la era de la música digital para la enamorada, un monopatín para los cuarentones que ya no se atreven a subirse a uno.
Silvia Wald ofrece con su emprendimiento «Aufschnitt Berlin» una amplia selección de peluches con forma de productos cárnicos, aunque ella es vegetariana. «La idea es reflexionar un poco acerca de la carne», señala.
Sus productos están pensados para «personas que tienen algo que ver con la carne, aunque sea lejanamente, o que son vegetarianas», aclara. De todas formas, sabe que la mayoría de las personas compra sus peluches por otros motivos, como por ejemplo «el con forma de salame para la novia loca por el salame».
Su colección también incluye peluches con la forma de órganos animales, como pulmones, riñones o estómagos. ¿Por qué no regalar un corazón? Seguramente sería un buen obserquio para un cardiólogo, por ejemplo. Para Kiefer, estos regalos tienen además otro efecto.
«Muchas personas reciben el peluche por parte de un amigo o amiga en una situación especial. De esta forma, el peluche se convierte en un recordatorio de esto y eso hace que sea especialmente apreciado», señala.
Por Simone Andrea Mayer (dpa)