(dpa) – Regularmente, la Asociación de la Industria Relojera Suiza FH organiza acciones en las que se destruyen relojes falsificados con una apisonadora. Hace dos años fueron destruidos 15.000 relojes imitaciones de marcas tales como Rolex, Breitling o Patek Philippe. El objetivo es luchar contra las bandas criminales que ganan miles de millones con estas falsificaciones. Los relojes suizos se copian a menudo porque están muy solicitados en todo el mundo.
Las exportaciones de relojes suizos alcanzaron el año pasado la cifra récord de 24.800 millones de francos suizos (aproximadamente lo mismo en dólares estadounidenses o euros), lo que supone un aumento del 11,4 por ciento. En total se exportaron 15,8 millones de relojes pulsera. En 2016, la cifra llegó a los 25,4 millones. Ya entonces se calculaba que se falsificaba el doble de lo que se exportaba, pero la cifra real no se sabe a ciencia cierta.
Yves Bugmann, jefe del departamento jurídico de FH, afirma que con el creciente comercio en línea, también aumentan los negocios ilegales, que fueron impulsados aún más durante la pandemia, cuando cada vez más gente comenzó a realizar sus compras en Internet. Los detectives de la asociación, prosigue Bugmann, descubren alrededor de un millón de ofertas dudosas al año, que a continuación fueron retiradas de la red por los operadores de las plataformas.
Un clásico entre los turistas es el Rolex de 20 o 30 dólares del mercado callejero o de la playa en Asia. Según Eveline Capol, responsable de la asociación suiza Stop Piracy, comprar algo así no es un delito trivial, como mucha gente piensa. «Al hacerlo, están apoyando la delincuencia organizada», enfatiza, y añade que la asociación quiere sensibilizar a los consumidores. Mucha gente, prosigue, se detendrían a pensar si supieran que los productos falsificados se fabrican en las peores condiciones, y que tampoco se puede descartar el trabajo infantil.
La Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) calcula que los fabricantes suizos de relojes y joyas perdieron miles de millones de euros en 2021 debido a las falsificaciones, e informa que en 2018 la cifra ascendió a 1.700 millones de euros. La Unión Europea (UE) estima que los productos falsificados -también ropa, herramientas o medicamentos- representan casi el siete por ciento de sus importaciones. «Son una importante fuente de ingresos para las organizaciones delictivas«, informó la UE en 2021.
Según Bugmann, cientos de abogados e investigadores trabajan para su asociación en todo el mundo, también durante el Mundial de Fútbol en Qatar. «Pudimos limpiar los mercados», asegura, y explica que antes del inicio de la Copa del Mundo, los detectives habían localizado productos falsificados en tiendas y que, a continuación, la Policía se encargó de realizar las redadas. «Junto con nuestros socios, incautamos cada año entre dos y tres millones de relojes y el material que los acompaña, como estuches o certificados de garantía», afirma Bugmann.
Es una cifra gigantesca, pero el periodista especializado Thomas Gronenthal, que lleva años estudiando el mercado ilegal y dice haber visitado fábricas de falsificación en China, se ríe de ella. «Esto es solo la punta del iceberg», afirma. «Por cada fabricante o comerciante que quiebra, aparecen tres nuevos», señala. En su opinión, se vende mucho material falso en grupos cerrados de las redes sociales. «Algunas personas disfrutan con las cosas que huelen a crimen. Es un poco como la evasión fiscal», precisa.
En estos grupos, no se trata del Rolex comprado en la playa, sino a menudo de «superclones»: réplicas de gran calidad que a veces cuestan unos miles de euros, lo que sigue siendo una fracción del precio de muchos relojes auténticos. Según Gronental, en los grupos hay incluso miembros que poseen originales: «No tienen la necesidad de aparentar con una falsificación». El periodista explica que estas personas compran el Rolex falso para llevarlo en las vacaciones, mientas que la pieza auténtica queda guardada en la caja fuerte.
Además de los superclones, también existe el «Frankenwatch», en referencia al monstruo de Frankenstein, creado a partir de partes de cadáveres. Se trata de relojes fabricados en parte con piezas reales y en parte con piezas de imitación.
La asociación de relojeros forma a las autoridades policiales y aduaneras de muchos países para que estén en condiciones de reconocer y retirar de la circulación más productos falsificados. Las cifras de las aduanas suizas aumentan considerablemente: en 2020 se interceptaron un 50 por ciento más de envíos de mercancías que el año anterior. En 2021, la cifra ascendió a un 35 por ciento más. Sin embargo, en cifras absolutas, en 2021 hubo comparativamente pocos envíos: solo 5.959, en comparación con los cientos de miles de paquetes procesados a diario por las oficinas de correos.
Según Gronenthal, las aduanas no dan abasto. Él forma incluso a las casas de empeño o a los joyeros que venden artículos de segunda mano para que reconozcan las falsificaciones, y también utiliza falsificaciones para hacer demostraciones. «Debo de haber encargado 300 piezas en los últimos años: ni una sola vez me han confiscado un envío», comenta. Las mercancías, explica, suelen llegar a Europa desde China a través de países conocidos por sus laxos controles aduaneros, como España, por ejemplo.
Bugmann señala que los países claves para el transbordo de relojes falsificados son los Emiratos Árabes, Turquía y países asiáticos. «También en todas partes donde hay turismo«, precisa. Según la OCDE, los fabricantes tienen su sede principalmente en China (un 53 por ciento) y Hong Kong (24 por ciento). Singapur y Turquía les siguen muy por detrás.
Por Christiane Oelrich (dpa)