(dpa) – La vida diaria desencadena en cada uno un carrusel de pensamientos que puede dar vueltas durante horas y que se traducen en miedos: al trabajo, al aumento de los precios, a las enfermedades, a la crisis climática, a los conflictos sangrientos. En resumen: miedo al futuro.
Este tipo de miedo tiene una cualidad especialmente insidiosa: se refiere a algo grande y difícil de comprender. Esto puede crear rápidamente un sentimiento de impotencia. «Al fin y al cabo, podemos influir más en nuestra propia vida que en el panorama global», explica Mirriam Priess, terapeuta y médica en Hamburgo.
«Como resultado, tenemos más oportunidades en nuestra vida personal para superar nuestros miedos».
Por ejemplo, si se tiene vértigo en las alturas, se puede combatir el miedo practicando el ascenso a miradores. Y en el mejor de los casos, darse cuenta: «¡Genial, puedo hacerlo!». Estas experiencias de éxito ayudan a dejar atrás los miedos. Sin embargo, no existe una hoja de ruta tan concreta para salir del miedo cuando se trata de escenarios futuros.
Un primer paso: entender mejor el miedo
Existen estrategias para quitarle algo de fuerza al miedo al futuro. El primer paso es comprender mejor el miedo y su función. El hecho de que experimentemos este sentimiento en momentos de incertidumbre es bastante normal.
Al fin y al cabo, la ansiedad es una reacción a situaciones que experimentamos como una amenaza, como explica el psicoterapeuta Andreas Hagemann.
«En términos de historia evolutiva, la ansiedad es extremadamente útil para protegernos de peligros reales o esperados», explica el director médico de las clínicas privadas Haku de Eschweiler y Merbeck.
Es bueno saberlo: «Los miedos surgen de experiencias internas, normalmente debidas a malas experiencias», dice Priess. «Y juzgamos las situaciones externas sobre esta base». Si ya hemos vivido un despido, es probable que nos sintamos más ansiosos cuando se menciona la palabra «reducción de plantilla».
Nuestra personalidad también desempeña un papel decisivo. «Los primeros años de nuestra vida nos moldean. Es cuando tenemos nuestras primeras experiencias relacionales, que luego repercuten en nuestra autoestima», dice Priess. Y también en cómo evaluamos las situaciones difíciles. En otras palabras, si confiamos en nosotros mismos para dominarlas o si reaccionamos con inseguridad y sentimientos de impotencia.
Alejar el miedo lo refuerza
¿Qué podemos hacer cuando nuestros pensamientos se aceleran y la tensión se extiende por nuestro cuerpo? Priess aconseja respetar el miedo. «Eso significa permitirme tener miedo en lugar de luchar contra él. Porque eso solo lo hace más fuerte».
A menudo, el miedo disminuye un poco si se puede distanciarse mentalmente de él. Para ello, puede decirse uno a sí mismo: «Hay miedo en mí, pero yo no soy el miedo», aconseja la doctora Priess.
Esto da la oportunidad de comprobarlo con la cabeza fría: ¿Qué ocurre exactamente? ¿Qué me preocupa? ¿Hasta qué punto son realistas los escenarios que estoy imaginando? ¿Cuáles podrían ser las soluciones si llegara el caso?
Lo que también puede contrarrestar los miedos: incorporar a la vida cotidiana actividades que nos ayuden a reducir la tensión. Según el psicoterapeuta Hagemann, la ansiedad no es más que estrés. ¿Qué la contrarresta? Pueden ser sesiones regulares de ejercicio físico, citas con amigos, pero también técnicas de relajación como el entrenamiento autógeno.
Dónde empieza un trastorno de ansiedad
Sin embargo, algunas personas descubren que la ansiedad ocupa cada vez más espacio en sus vidas. «Si se obsesiona con la ansiedad, usted mismo se vuelve ansioso y entonces empieza un trastorno», dice Priess.
Puede manifestarse, por ejemplo, en ataques de ansiedad.
Muchas personas se aíslan y ya no quieren enfrentarse a lo que les asusta. Sin embargo, según Priess, esto refuerza cada vez más la ansiedad.
«Hablar abiertamente de la ansiedad, buscar apoyo en la familia o los amigos en lugar de retraerse y buscar ayuda de expertos son las soluciones», afirma. Según Hagemann, los trastornos de ansiedad son fácilmente tratables, por ejemplo mediante terapia conductual.
Por Ricarda Dieckmann (dpa)