(dpa) – ¿Sin electricidad durante varias horas al día? ¿Y esto durante semanas o meses? En Sudáfrica, los cortes de electricidad masivos son una realidad desde hace 15 años. En enero, los 60 millones de sudafricanos tuvieron que vivir sin electricidad hasta diez horas al día.
Durante los llamados «loadsheddings», o cortes programados para evitar una sobrecarga, la empresa eléctrica estatal Eskom corta la electricidad durante varias horas de forma planificada para ahorrar capacidad y evitar un apagón total. La empresa, responsable del 95 por ciento del suministro eléctrico, está acusada de corrupción y mala gestión. Eskom está endeudada con nada menos que 21.000 millones de euros. Sus centrales eléctricas e infraestructuras están obsoletas y mal mantenidas.
El año pasado hubo en Sudáfrica 205 días de cortes de electricidad. A título comparativo: en 2020, los hogares alemanes se quedaron sin electricidad durante una media de 10,73 minutos en todo el año, según las estadísticas del Gobierno germano.
Casi todos los sudafricanos tienen una aplicación en el móvil que indica cuándo y dónde se producirá el próximo corte de suministro. Según lo indicado en el plan, la gente decide cuándo cocinar, lavar la ropa, secarse el pelo o cargar los aparatos electrónicos.
Los electrodomésticos se estropean más rápidamente debido a los constantes encendidos y apagados, mientras que semáforos averiados provocan caos de tráfico y atascos. Las oficinas de atención al ciudadano cierran sus puertas antes de tiempo. Según la Policía, el número de robos en viviendas y atracos aumenta cuando barrios enteros están a oscuras por la noche. Los escolares tienen que hacer los deberes a la luz de las velas, y los cajeros automáticos no funcionan. «Cerrado por ‘loadshedding'» es un cartel que cuelga regularmente en los escaparates.
Según el economista Hugo Pienaar, cada hora sin electricidad cuesta a la economía sudafricana hasta 27 millones de euros. Las empresas medianas que no pueden permitirse generadores, inversores alimentados por baterías o sistemas solares son las más afectadas. En las tiendas pequeñas, los productos se descongelan o estropean más rápido. Las gasolineras no pueden bombear gasolina. Los restaurantes tienen que rechazar clientes. En las carpinterías, las máquinas permanecen paradas durante horas.
El granjero Herman du Preez afirma que más de 40.000 pollos se asfixiaron en una noche en la localidad de Coligny, en la provincia del Noroeste. Según Du Preez, los cortes de electricidad y las bajas tensiones dañaron los sistemas informáticos de control de temperatura y ventilación. El granjero quiere demandar a Eskom por el equivalente a 100.000 euros en concepto de daños y perjuicios.
En general, las pérdidas en el sector agrario son enormes, escribe Mariaan Hendriks, representante de una asociación de agricultores de la provincia, en una carta de queja dirigida a Eskom: «El ‘loadshedding’ es la mayor causa de inseguridad alimentaria, subida de los precios de los alimentos, pérdida de puestos de trabajo y ralentización de nuestra economía».
El operador de redes de telefonía móvil Vodacom comunicó que tiene que invertir unos 54 millones de euros al año en baterías para mantener la red móvil durante los cortes de electricidad. Las más de 600 empresas alemanas que, según el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, han invertido más de 5.300 millones de euros en Sudáfrica -entre ellas Volkswagen, Daimler, Bayer, Siemens y la empresa logística Schenker- también están notando la crisis energética.
Incluso Eskom tiene que recurrir a generadores diésel para evitar el colapso del sistema. La compañía eléctrica afirma que durante los cortes programados quema millones de litros de gasóleo, que en 2022 le costaron unos mil millones de euros. Ahora, Eskom quiere financiar estos costes con la subida de los precios de la electricidad.
Peor aún que las pérdidas financieras: la crisis energética está costando vidas. En una petición, el profesor Adam Mohamed, jefe de medicina interna del Hospital Charlotte Maxeke de Johannesburgo, escribe que en los hospitales públicos, ya de por sí mal equipados, a veces no se pueden realizar intervenciones quirúrgicas de urgencia debido a los cortes de luz.
Según el galeno, los periodos entre los apagones son demasiado cortos para recargar las baterías de las unidades neonatales y de cuidados intensivos. Esto es «fatal para los lactantes y los pacientes más vulnerables», enfatizó Mohamed. Además, denunció que la falta de suministro de agua debido a los cortes de electricidad ha provocado malas condiciones higiénicas y la propagación de infecciones.
Los sudafricanos están indignados por las prioridades del Gobierno, ya que, en las calles donde viven los ministros, no se corta la electricidad por razones de seguridad.
No existe una solución rápida para la crisis eléctrica de Sudáfrica. Eskom admitió recientemente que los cortes programados continuarían probablemente otros dos años. Después de años de crisis, el Gobierno está dispuesto ahora a limitar el cuasi monopolio de Eskom.
El presidente Cyril Ramaphosa prometió en enero que se acelerarían las autorizaciones a más productores privados de energía y que un centenar de centrales eléctricas privadas estarían conectadas a la red nacional a finales de año. Por primera vez, los sudafricanos podrá vender a Eskom la electricidad sobrante de los paneles solares y verterla a la red nacional.
Sin embargo, la aplicación de estos planes llevará meses, si no años. Hasta entonces, los sudafricanos estarán a oscuras.
Por Kristin Palitza (dpa)