Cultivar un pequeño huerto con el fin de producir frutas, verduras o hierbas aromáticas para consumo propio se ha convertido en los últimos años en una opción cada vez más popular entre distintos perfiles de la población.
Durante un tiempo, especialmente desde que se popularizó la mecanización de las labores del campo, la gente dejó de tener huerto en casa, especialmente en las zonas más urbanizadas. Sin embargo, dedicar tiempo al cultivo de hortalizas, aunque sea en la ciudad, a través de los llamados “huertos urbanos” o simplemente en maceteros y mesas de cultivo que se pueden colocar en el balcón o la terraza del hogar, ha hecho que la horticultura sea una moda que ha llegado para quedarse y que atrae a personas de muy diferente perfil sociológico.
En un principio, parecía que sus principales usuarios eran personas jubiladas que habían tenido contacto con el campo en el pasado y querían retomar esta actividad, no como modo de vida, sino como afición. Pero también los más jóvenes han empezado a interesarse por la horticultura, e incluso las grandes superficies ofrecen todo tipo de utensilios para cultivar desde hogar como si fuera un hobby más. Hasta las “celebrities” han caído rendidas a los beneficios de esta práctica; la horticultura es, por ejemplo, una de las aficiones de famosos tan glamurosos como la actriz Nicole Kidman, que comparte en redes sociales sus progresos en el huerto y jardines que cultiva.
En las áreas más rurales, aunque tradicionalmente siempre se ha dedicado algún espacio a la horticultura, ya que es habitual que las viviendas dispongan de zonas verdes o parcelas que se prestan a ello, también se ha avanzado en ofrecer más facilidades a las personas que quieran realizar esta actividad. En Carreño, por ejemplo, se llevan a cabo desde hace años campañas de compostaje doméstico para promover la autogestión de restos orgánicos del hogar y de la huerta.
La horticultura es una afición que también reduce en cierto modo el consumo de plásticos y otros materiales de envases que pueden llegar a ser muy nocivos para el medio ambiente; una cuestión que ha derivado en la reciente implantación de una nueva ley de envases que permitirá a los consumidores llevarse sus propios recipientes a los supermercados. Una operación que se evita si el producto crece en casa.
La promoción de una mejor gestión de los residuos, y de un modo de vida más sostenible en general, es uno de los principales beneficios de la horticultura. Pero ofrece también otras ventajas no solo de carácter puramente práctico, como pueda ser el ahorro económico que supone el consumo de hortalizas de producción propia, sino también relacionadas con el cuidado de la salud física y emocional de las personas.
La horticultura como terapia
El hecho de cultivar nuestras propias verduras o frutas nos permite tener mayor control sobre lo que consumimos. La seguridad alimentaria es un tema que preocupa mucho a los consumidores, que cada vez demandan más información sobre cómo, dónde y en qué condiciones se producen los alimentos que llegan a su mesa. Y no hay información más clara y completa que ver y ser responsable de ese proceso de producción del principio al final.
Pero, independientemente de que los productos de los huertos domésticos tengan por lo general un mejor sabor e incluso mayor valor nutritivo, el simple hecho de dedicar tiempo a la horticultura ya supone un gran beneficio para la persona que desarrolla esta actividad.
Cuando se habla de “terapia hortícola” y sus beneficios, se suele apuntar sobre todo a la gente mayor. Sin embargo, el uso de la horticultura para tratar desórdenes psíquicos y físicos está reconocido en el Reino Unido desde 1936, y se ha probado apto para todo tipo de personas.
En primer lugar, son muchos los estudios que señalan los grandes beneficios para la salud que supone el contacto por la naturaleza. Aunque sea en un espacio pequeño, la simple relación con el verde ya produce una sensación de libertad y calma, ya que tiene la capacidad de transportarnos mentalmente a espacios verdes más amplios.
Por otro lado, el hecho de llevar a cabo una actividad que requiere atención y cierta estructura permite trabajar distintas funciones cognitivas como la memoria, la concentración o el sentido de la orientación.
Además, la horticultura supone la consecución de un objetivo determinado: obtener un producto gracias a los cuidados de la tierra. Conseguir estos objetivos nos da confianza y seguridad en nosotros mismos; del mismo modo, este trabajo desarrolla el sentido de la responsabilidad, nos hace perseverantes, nos da independencia y, al mismo tiempo, promueve la socialización entre las personas. Esta se da no solo en las parcelas que comparten huertos urbanos, sino también al promover el intercambio de productos e interacción con otras personas.