(dpa) – ¿Existe algún lugar donde las piscinas y saunas, restaurantes y bares, teatros y tiendas estén abiertos en pleno cierre debido a la pandemia del coronavirus?
Ese lugar existe: no en tierra, sino en el mar, concretamente en el «Mein Schiff 1».
El crucero de la empresa naviera alemana Tui Cruises navega por las islas Canarias desde mediados de diciembre, al igual que su gemelo «Mein Schiff 2».
A bordo de los pocos barcos que operan actualmente se aplican estrictas normas de seguridad e higiene, que se establecen en estrecha consulta entre las compañías navieras y los países de destino.
«Mein Schiff 1» navega entre Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y La Gomera y luego realiza un largo trayecto de ida y vuelta hacia el Estrecho de Gibraltar, sin paradas y sin decensos a tierra.
Los huéspedes pasan la mitad de su viaje en el mar, por supuesto con mucha comodidad: el gigantesco barco, diseñado para algo menos de 3.000 pasajeros, actualmente solo puede tener una ocupación del 60 por ciento. En una gira de 14 días realizada en febrero solo había 758 pasajeros a bordo, atendidos por 811 miembros de la tripulación.
Cómo funciona un crucero durante la pandemia de coronavirus
A los huéspedes solo se les permite subir a bordo del «Mein Schiff 1» tras una prueba de PCR para covid-19 y de rellenar una serie de formularios de salud. Esto también se aplica a la tripulación, que tiene que pasar diez días en cuarentena antes de comenzar su servicio y hacerse pruebas cada dos semanas.
Astrid y Gerhard Berndt no tienen problemas con las exigencias de higiene. «Por supuesto que las mascarillas obligatorias a veces son una molestia», señala el turista alemán. Sin embargo se consuela con el hecho de que se la puede quitar apenas se sienta a comer en el restaurante, en el bar o toma sol en la tumbona junto a la piscina.
La limpieza frecuente de las manos siempre ha sido obligatoria en los cruceros, y ahora incluso se han instalado lavabos para manos fuera de los restaurantes. Si no se utilizan, se advierte inmediatamente la mirada de desaprobación por parte del camarero. Por lo tanto, la mayoría de los huéspedes se frotan los dedos obedientemente y luego los colocan bajo el chorro del aparato de desinfección.
Después los pasajeros pasan al bufet, donde ya no pueden llenar sus propios platos, sino que son servidos por los miembros de la tripulación.
La desinfección es constante y se realiza en todas partes. Alguien, en algún lugar, siempre está limpiando las manijas de las puertas y las barandillas de las escaleras.
La distancia es otra palabra clave a bordo. El acceso a las tiendas es limitado. Las tumbonas, las mesas y las sillas en la cubierta están muy separadas. Además, los ascensores solo pueden ser utilizados por un máximo de cuatro personas a la vez. Ya no hay taburetes en las barras para que los pasajeros no se acerquen demasiado.
Control de la fiebre
En el gran salón del «Mein Schiff 1», el baile se reemplazó ahora por la medición diaria de la temperatura de los huéspedes. Cualquier persona que tenga fiebre debe acudir inmediatamente a una revisión médica.
La gran mayoría de los pasajeros está totalmente de acuerdo. «Al fin y al cabo, la seguridad a bordo es también nuestra seguridad», señala Astrid Berndt. «Es el precio que pagamos para no estar encerrados en casa, y estoy feliz de pagarlo», enfatiza.
Normas estrictas para las excursiones en tierra
La precaución está a la orden del día entre los huéspedes, según constata la jefa de excursiones en tierra, Mareike Axmann.
En tiempos de pandemia de coronavirus, las excursiones individuales en tierra están estrictamente prohibidas y solo se puede salir del barco con una excursión organizada.
«En tiempos normales, alrededor del 60 por ciento de los pasajeros reservaban una excursión. Ahora, con el coronavirus, es un poco menos», aclara.
Muchos huéspedes rehuyen a los recorridos en tierra y prefieren quedarse a bordo, aunque se pierdan muchas cosas, como el famoso Loro Park de Tenerife, que actualmente está abierto exclusivamente para los huéspedes de los cruceros. Además, está la posibilidad de realizar paseos en autobús, en bicicleta o a pie por extraños paisajes volcánicos, verdes bosques y pueblos pintorescos.
Para las excursiones en tierra se aplican normas estrictas, ya que son una parte central de los acuerdos entre las autoridades españolas y la naviera alemana. Sin estas reglas, actualmente las operaciones de crucero por las islas Canarias no serían posibles.
El contacto entre los cruceros y los habitantes de las islas es mínimo. Los turistas, siempre con mascarillas y las manos recién desinfectadas, se trasladan en grupo.
En caso de emergencia se requiere una reacción rápida
A pesar de todas las medidas de precaución, Tui Cruises no se ha librado de las infecciones. A principios de febrero, dieron positivo cuatro pasajeros y miembros de la tripulación a bordo del «Mein Schiff 2», y a mediados de ese mes se registraron otros dos casos de coronavirus. Esto supone un total de seis casos de covid-19, todos ellos leves, entre los más de 70.000 huéspedes transportados ahora durante la pandemia.
El médico del barco, Reinhard Friedl, es consciente de que las infecciones nunca se pueden prevenir al cien por ciento. «Pero lo importante es que podemos encontrar a todos los contactos de una persona infectada a bordo en no más de dos horas. Con la ayuda de las cámaras del barco y de las notas tomadas por el personal en cada mesa y en cada autobús se revisa meticulosamente con quién estuvo la persona afectada», resalta el médico.
Es conveniente añadir otras dos semanas en el mar
Al final del crucero, los veraneantes quedan plenamente satisfechos, a pesar de las limitaciones por la mascarilla, la distancia y la higiene. Unos 68 huéspedes se encuentran permanentemente a bordo del barco desde que comenzaron los viajes de Tui Cruises a Canarias el 17 de diciembre. También en febrero aproximadamente 150 huéspedes prolongaron su estancia dos semanas más.
El matrimonio alemán Karlheinz y Renate Wurow ya había estado en el «Mein Schiff 1» antes de Navidad, luego ambos regresaron a su casa en Brandemburgo por unas semanas antes de reservar otro crucero de catorce días.
«Nos sentimos más seguros a bordo que en casa, y tenemos mucha más libertad de movimiento aquí», aseguran los dos jubilados, que ya volvieron a prolongar su estancia en el crucero y pronto completarán allí seis semanas.
Por Joachim Hauck (dpa)