(dpa) – Cuando el amarillo de la mimosa se mezcla con el verde pino y el azul color mar de la Costa Azul en Francia, el frenesí cromático francés de finales de invierno adquiere un matiz sencillamente perfecto.
Esas mismas mimosas aparecen adornando colinas, calles, plazas, jardines y rotondas. Crecen de forma salvaje y son casi maleza, pero una maleza hermosa, que brilla con un amarillo intenso en la ruta a la que dan su nombre y que se extiende a lo largo de 130 kilómetros en el sur del país, desde Bormes-les-Mimosas hasta Grasse.
Los exploradores motorizados recorren la Costa Azul y los pueblos del interior por este trayecto. Y van conociendo las facetas culinarias de la mimosa, que florece aquí desde mediados de enero hasta principios de marzo.
«Me apasiona esta planta», afirma el coleccionista de mimosas Julien Cavatore, quien dirige un invernadero cerca de Bormes-les-Mimosas y armó un jardín al que los visitantes pueden ingresar gratuitamente.
A más tardar allí se aprende que no todas las mimosas son iguales: este especialista recolectó ya 250 especies y se vanagloria de poseer la mayor colección de Francia.
Y hay muchas más por coleccionar, dice, apuntando que hay 1.200 especies en total. La mayoría de ellas, detalla, crecen en Australia, de donde proceden originalmente estas plantas.
Las mimosas aparecieron por primera vez en el sur de Francia hacia 1880 y empezaron a arraigar en el clima mediterráneo. Pronto se convirtieron en un negocio rentable para los cultivadores. Se las transportaba desde las estaciones de Cannes y Mandelieu-la-Napoule a través del país y de Europa.
Bormes-les-Mimosas se encuentra aproximadamente a mitad de camino entre Marsella y Niza. Y el inicio de la Ruta de la Mimosa difícilmente podría ser más bello: la localidad se asemeja a un gran cuadro. Las casas se escalonan por la ladera hasta el castillo. Y los colores explotan cuando florece la mimosa.
Resulta imprescindible hacerse una escapada al Parc Gonzalez, donde abundan las mimosas de diferentes tipos: espinosas, con flores suaves y afelpadas u hojas de brillo plateado y púrpura.
Para evitar expectativas equivocadas, es necesario aclarar que la Ruta de la Mimosa no es un recorrido temático, sino que se extiende por calles comunes y corrientes.
Pero, en la época de la floración de la planta, estas arterias no explotan de tráfico como en verano. Una gran ventaja, al igual que el clima suave en invierno.
El trayecto conduce a través de las localidades costeras Sainte-Maxime y Saint-Raphael hacia la bahía de Agay, sobre la que se elevan las estribaciones del macizo del Esterel, de color marrón óxido.
Agay es el hogar del fabricante de chocolate Didier Carrié, donde las mimosas, por así decirlo, «florecen» todo el año. Porque Carrié inventó la pequeña y esférica «Mimosa de Agay», un bombón de chocolate blanco con limón y aroma natural de mimosa.
Otro creativo que se inspiró con esta planta es Laurent Raynaud, quien inventó el licor de mimosa, el «mimocello», y lo lanzó al mercado.
Con aprobación oficial, Raynaud elabora él mismo el licor a partir de vodka francés y mimosa. Con este fin, sale con amigos varios domingos a principios de año y recoge las flores «como guisantes de los árboles», en palabras de Raynaud. Hasta ahora, la producción se limita a pequeñas cantidades.
Sin embargo, también hay personas a lo largo de la ruta a las que no les agradan las mimosas. Uno de ellos es el guarda forestal André Frey.
«Las mimosas son invasivas y le quitan el lugar a otras plantas en el bosque», asevera. Frey sabe que se hace impopular cuando hace talar árboles. «La gente solamente puede entender esto cuando se le explica», afirma.
Afortunadamente para el ojo viajero, aún quedan bastantes reservas, sobre todo detrás de Mandelieu-la-Napoule, en las montañas del municipio de Tanneron. Aquí se anuncia nada menos que el «mayor bosque de mimosas de Europa».
Se recomienda una excursión de unos kilómetros por los senderos combinados «Piste de Barbossi» y «Parcours découverte de la Forêt du Grand Duc». Sin embargo, no se encontrará en soledad cuando allí florezca la mimosa.
Una vivencia exclusiva es la que ofrece Mademoiselle Riviera. Con una boina roja en la cabeza y las manos sobre el volante de su Citroën 2CV, conduce a los visitantes por el bosque de mimosas.
El verdadero nombre de Mademoiselle Riviera es Virginie Benessiano, una mujer madura de algo más de 40 años, cuya ocupación principal es la docencia. Cuando se le pregunta por su relación personal con la mimosa, no lo piensa demasiado: «Me lavo todos los días con jabón de mimosa», dice.
La Ruta de la Mimosa finaliza en la pequeña ciudad de Grasse, famosa por los perfumes, donde el museo internacional del perfume invita a viajar por el universo de los aromas. Desde el siglo XVII florecen los negocios de fragancias, que son el sustento de numerosas personas.
Enre ellas, se cuenta Jessica Buchanan. La canadiense estudió en el Instituto del Perfume en Grasse y se quedó a vivir allí. En su comercio apuesta por sus propias creaciones, en las que no puede faltar la mimosa.
«Es suave y no se asemeja a ninguna otra flor», afirma entusiasmada esta experta en fragancias. Con su fino olfato, filtra aromas sorprendentes: «Miel, polen de flores… y un toque de pepino».
Información sobre la Ruta de la Mimosa
Llegada: Vuelo a Niza o Marsella, y desde allí con un coche de alquiler hasta Bormes-les-Mimosas.
Duración del viaje: aunque la Ruta de la Mimosa solamente tiene 130 kilómetros, se pueden planificar cuatro días, que fácilmente se ocuparán con descubrimientos de pueblos, paseos por la playa, excursiones a pie y desvíos a parques como el Domaine du Rayol, no lejos de Bormes-les-Mimosas.
Más datos sobre la Ruta de la Mimosa en: https://routedumimosa.com/ y https://provence-alpes-cotedazur.com/que-faire/circuits/route-du-mimosa/
Por Andreas Drouve (dpa)