Fráncfort, 12 oct (dpa) – El «boom» latinoamericano que medio siglo atrás encandiló al mundo demostró ayer en la Feria del Libro de Fráncfort que su legado permanece intacto gracias a una nueva hornada de autores que con sus letras siguen conectando a lectores de todo el globo con la realidad del Cono Sur.
En un auditorio muy concurrido, la argentina Ariana Harwicz, el mexicano Antonio Ortuño, la colombiana Pilar Quintana, el brasileño Geovani Martins y el argentino-estadounidense Mike Wilson, reflexionaron sobre la complejidad que viven sus países de origen y revelaron en qué medida sus gentes, sus culturas y su geografía han sido determinantes para articular su obra.
«Mis novelas no son argentinas, no son francesas, no son feministas, mis protagonistas son siempre personajes que no tienen trabajo, me interesa la literatura como un acto de radicalidad, de violencia», confesó Harwicz, autora de «Mátate, amor», un libro nominado al prestigioso premio literario Man Booker.
«Siempre se decía que mis libros eran intraducibles, no sabía si era un insulto o un elogio», añadió. La escritora porteña, que desde hace años vive en Francia, entiende que la lejanía de Buenos Aires no impide que sus libros beban de la «tragedia argentina» y de la violencia, también la verbal, que ella identifica con su país natal.
Íntimamente apegado a sus raíces escribe también el brasileño Geovani Martins, cuyo libro de relatos «O sol na cabeça» (El sol en la cabeza) se ha vendido en más de diez países y sirve de argumento para una película.
«Es difícil prever el éxito. Escribí el libro como un proyecto, por ser un autor negro, de ‘favela’, y cuando lo terminé tenía confianza en que algo pasaría, pero pasó mucho más de lo pensaba», reconoció el joven autor, que en Brasil ha logrado colarse entre los favoritos de los intelectuales pero también de quienes apenas cultivan la lectura.
«Mucha gente me dijo que mi libro había sido el primero que había leído en su vida», relató a continuación con gran orgullo.
La violencia, la huida y la identidad son temas que a menudo se repiten en las tramas de los herederos de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y compañía. En «Méjico», Antonio Ortuño entrelaza su propia generación, que se va de un país que colapsa, con la biografía familiar de unos abuelos españoles que, siendo republicanos, huyeron a México al estallar la Guerra Civil en el país ibérico.
La colombiana Pilar Quintana, por su parte, regresa en «La perra» a la selva en la que vivió durante años para escribir una historia muy diferente a la que tenía en mente en un principio.
«Al llegar a la selva, vi una perra que se murió. De su cadáver en tres días no quedaba nada, solo los huesos y el pelo. La selva era el escenario perfecto para cometer el crimen perfecto pero tuve que desear tener hijos y quedarme embarazada para darme cuenta de que quería hablar de maternidad», reconoció.
La aproximación exprés que la cita cumbre del mundo editorial hizo a los «Novíssimos» latinoamericanos se cerró con la participación de Mike Wilson, un autor que integra en sus historias elementos de la cultura pop y reminiscencias de David Lynch o Quentin Tarantino para descolocar al público y a la crítica.
«Mis novelas no se parecen mucho. No me gusta experimentar, sino que me aburro de mi propia escritura. Una vez que hice algo quiero hacer algo distinto», asegura el autor de «Rockabilly», de padre estadounidense, madre argentina y afincado en Chile.
La Feria del Libro de Fráncfort, la mayor del sector en el mundo, se celebra hasta el domingo. Unos 7.500 expositores procedentes de más de un centenar de países se dan cita en la ciudad alemana, en la que tienen lugar unos 4.000 eventos -entre lecturas, conferencias, foros de discusión y presentaciones- que buscan saciar la sed de narrativa de cerca de 300.000 visitantes.
Por María Prieto (dpa)