Summerville/Myrtle Beach (EEUU), 13 sep (dpa) – Warren Westburry no tiene hogar. El veterano de guerra de 56 años está sentado frente a un refugio de emergencia de la Cruz Roja en Carolina del Sur, a donde llegó por el huracán «Florence».
Normalmente vive en un hogar para los sin techo en la ciudad costera de Charlotte, pero éste tuvo que ser evacuado porque podría inundarse con la llegada de la tormenta. Westburry empacó lo imprescindible y se trasladó hasta el refugio.
Dice que no tiene miedo, que no es su primer huracán. Y cuenta que dirigirá una charla sobre la Biblia. Su fe lo ayuda en esta situación, relata.
«Florence» está cada vez más cerca de la costa sureste de Estados Unidos y todo el que pudo huir, huyó. Cientos de miles de personas dejaron sus viviendas.
Los meteorólogos prevén que el huracán tocará tierra en los estados de Carolina del Norte o Carolina del Sur entre el viernes por la mañana y el sábado por la mañana. Las autoridades advirtieron de las peligrosas condiciones que provocará, con fuertes lluvias, inundaciones y vientos intensos.
Hasta el jueves la previsión era que la zona costera entre la ciudad de Wilmington, en Carolina del Norte, y la localidad turística de Myrtle Beach, en Carolina del Sur, podría quedar en el centro del huracán.
En ambos estados los equipos de emergencia armaron numerosos refugios. Uno de ellos es una escuela en Summerville, donde la Cruz Roja hizo lugar para 102 personas. Al lugar llegaron ya 62, que pasan el tiempo en unas camas plegables en un pabellón o en bancos al aire libre. Al lado, en un gimnasio se alojan perros, gatos, un hámster o incluso un papagayo.
Pero no todos los que están en la zona de evacuación dejaron sus casas. Jack Edward Baldwin II dice que quiere quedarse y soportar el paso del huracán en su vivienda, ubicada cerca del aeropuerto de Myrtle Beach. «No tengo miedo, quiero ver qué pasa de verdad», dice el hombre de 33 años.
Y dice que no hay nada que pueda hacer para cambiar la situación. «No tengo los medios para empacar mis cosas de valor y no tengo el dinero para vivir en otro lugar durante una semana. Y no voy a abandonar a mis cinco perros», asegura el empresario de taxis.
Además, relata que quiere reparar los posibles daños que se produzcan en su casa lo antes posible, para evitar lo peor. Por seguridad derribará dos árboles en su jardín que podrían caer sobre el techo de su casa.
Baldwin habla desde una tienda de bebidas alcohólicas con bar en la autopista 17. El negocio es uno de los pocos de los alrededores que aún está abierto. La mayoría de los restaurantes de comida rápida en esa calle están cerrados y sus luces de neón apagadas, una imagen pocas veces vista en Estados Unidos.
Un poco más al sur en la autopista 17, Beryl Oberst guarda algunas compras en un carrito. La mujer de 77 años y su marido tienen una casa junto al mar y en principio querían permanecer en ella. Pero cambiaron de opinión cuando vieron que la situación podría ser más difícil de lo previsto y ahora irán a un refugio de emergencia.
Oberst cuenta que también tiene perros que no quiere dejar solos. Y también quiere llevarse sus cosas preferidas. La jubilada dice que aseguró las ventanas de su casa y tenía previsto llenar las piletas con agua, por si no hay agua corriente después del paso de la tormenta.
En muchos sitios a lo largo de la costa se ven ventanas bloqueadas. Errol Thomas está atornillando una tabla de madera. Vive al noroeste de la ciudad de Charleston y su casa está en una zona elevada. Por eso dice que no se hace problemas. «En otros lugares de la zona la principal preocupación es que haya inundaciones», dice.
Charleston sufrió hace dos años cuando el huracán «Matthew» impactó en Carolina del Sur. En ese entonces las calles de la ciudad se transformaron en ríos.
Thomas tenía previsto ir el jueves a la ciudad, donde trabaja como director del sector informático en la emisora local WCSC, donde se espera que haya mucha actividad. Todos se preparan para la llegada de «Florence».
Por Maren Hennemuth (dpa)